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DÍA DE LA RADIO: La Venganza será terrible

27 agosto, 2023

Hacia Viernes Salvajes

Tripulantes de un barco fantasma

En alguna tarde de 1987, mi compañero de primaria Juan Carlos Vásquez, mencionó el programa de Dolina que iba por las noches. No me atreví a preguntar de qué se trataba, pero decidí quedarme con las ganas porque la noche era un espacio prohibido para un preadolescente que se levantaba temprano para ir al colegio. No pasó mucho tiempo hasta que conseguí una radio portátil gracias a mi abuelo que me prestó una vieja Phillips que ya no usaba. Venía con un auricular para un solo oído. A la noche, a la hora indicada, encendí la radio dándole varias vueltas al dial hasta que, un poco frustrado, me detuve en un programa donde se escuchaban risas en vivo. A los minutos supe que era el programa de Dolina, Demasiado tarde para lágrimas, génesis de La Venganza será terrible.

Debo decir que ese programa lo escuché sólo un par de veces más y ya después dejé de hacerlo, un poco por miedo a que mis viejos me descubrieran despierto a altas horas de la madrugada y otro poco porque también me vencía el sueño. Pasaron algunos años hasta que me enganché con otro programa que también iba a la medianoche, pero en FM, la Heavy rock & pop. Cuando el ciclo conducido por Norberto “Ruso” Verea finalizó en 1995, me acordé de Dolina y sus tertulias nocturnas. En ese entonces el escritor y periodista que habitaba dentro de mi encontró en Dolina y La Venganza será terrible, un vehículo de inspiración constante.

Recuerdo la época dorada del programa, aquella donde estaba Rolón y Stronati. También guardo con cariño en la que participaba Jorge Dorio. Con el tiempo, los integrantes que acompañaban Alejandro Dolina fueron variando año a año, incluso también el staff rotaba dentro de la misma temporada. En la actualidad, y desde hace varios años, el Negro comparte la mesa con Patricio Barton y el músico Gillespie.

Si bien el programa fue variando década a década, hoy consta de un formato de cuatro secciones. En la primera intercambian opiniones entre divertidas y estrafalarias acerca de alguna anécdota o inquietud que trae Barton y cierran con los mensajes del público. En la segunda sección hablan y relatan sucesos históricos o mitológicos, donde el irse por las ramas es un arte en si mismo. En la tercera, y como material de investigación basado en revistas de los más variados orígenes, rescatan alguna noticia en particular y divagan sobre ella haciendo representaciones totalmente improvisadas y humorísticas.

Y en la cuarta y última se pasa música a pedido del público y cantan el propio Dolina (bajo el seudónimo de Sordo Gancé), Martin Dolina y Manuel Moreira, que entre tangos, milongas y canciones de corte popular van cerrando la noche. Este formato se mantiene casi desde sus inicios y en un punto es parte de la marca registrada del programa.

Lo que sin dudas es la especialidad de la casa es la emisión en vivo en algún espacio (bar, teatro, radio) con presencia de un público que se escucha y participa desde las risas hasta las palmas. Es una representación teatral pero que se emite por radio y es un programa radial que juega a hacer teatro. Por supuesto no fue siempre así, mientras estuvieron en Radio El Mundo, notaron que de a poco la gente se acercaba al estudio para presenciar el programa sin que hubiera mediado invitación alguna. Al principio eran amigos de los integrantes del programa, luego se empezaron a acercar público en general, que de alguna manera querían sentirse parte de esa tertulia que escuchaban por radio, la mayoría de ellos eran estudiantes que salían tarde de la facultad y se acercaban a curiosear. Con el tiempo, el público fue creciendo y fue necesario empezar a pensar un formato que los integrara dentro de la idea.

Alejandro Dolina con el gran escritor argentino Adolfo Bioy Casares, junto a Jorge Luis Borges, los más admirados.

El Negro Dolina ha afirmado en más de una ocasión que el programa lo hacen pensando solamente en el público asistente, que para ellos es más una experiencia teatral que un programa de radio. De alguna manera, es como si no tomaran dimensión que los están escuchando desde diferentes puntos del país y del mundo. Eso, aunque suene descabellado, debe ser lo que le aporta al programa el tono intimista, la esencia de una charla de bar entre amigos de toda la vida.

El Negro Dolina no es el típico animal de radio, esa especie que uno piensa con otros nombres propios como Larrea, Carrizo, Badía, Fontana. Dolina va más allá de todo eso, es un artista integral que se mueve por la literatura, la radio, la música, el teatro y nunca, a pesar de lo culto de la cuestión, pierde esa esencia de tipo de barrio, de atorrante que se las sabe todas. De marcada inclinación peronista, y muy a su pesar, también ha sabido construir una imagen de pensador contemporáneo, un ávido lector y preciso intérprete de la realidad misma. Es por eso que es invitado a distintos programas porque a donde va, deja una idea que hace pensar hasta los más desconfiados.

Marcelo Gillespie, y Patricio Barton, los protagonistas actuales junto a Dolina, de esta nueva versión de La Venganza.

La Venganza… es el último programa de una Radio que ya no existe, o de una Radio que pareciera encontrarse en un ocaso más de todos aquellos que ya le han declarado. Hoy este medio tiene imagen, ya casi no hay lugar a la imaginación. Entre las cámaras que se metieron en los estudios y las transmisiones via streaming de las distintas plataformas digitales, La Venganza… sigue girando como si fuera un barco fantasma cuyos tripulantes desconocen que están perdidos hace siglos, caminan por la estepa como si fueran una patrulla de soldados a los que no les llegó la noticia que la guerra ha terminado hace años, pero que aún así no les importa y no nos importa.

El 13 de febrero de 2015, a las 21 hs me senté por primera vez frente a un micrófono. Ese día cumplí el sueño de hacer radio gracias a la osadía y confianza de mi amigo y maestro Martin Ripari. Juntos dábamos comienzo a la primera temporada de La Patria Futbolera, proyecto radial en el que nos embarcaríamos durante ocho años (y al que también se iba a sumar el gran Diego Joy), donde nuestras banderas fueron Maradona, Victor Hugo Morales y Perón. En chiste yo decía que hacíamos peronismo deportivo, por tratar de definirlo de alguna manera. Pero lo cierto, es que aquél primer viernes, cuando dije mis primeras palabras temblorosas al aire, al único tipo al que me aferré con los ojos cerrados y traté de acercarme a su impronta, a ese amor por la radio artesanal que siempre sostuvo desde el comienzo, fue al Negro Dolina, el que se cree el único y no es ni siquiera uno de ellos, y un equipo de caídos del catre que apuntan el cura y le pegan al campanario, ese maravilloso espacio que le viene ganando al sueño desde hace décadas llamado La venganza será terrible.

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Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.


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