-Por Juan Pablo Susel
Hoy fui a sacar plata al cajero del Banco Nación que está en el Abasto. Los domingos ese cajero está habitado por personas en situación de calle que pasan la noche y parte del día son refugiados en esa casa transitoria. Cuando entre al cajero había una mujer con un niño. La mujer se estaba vistiendo y apenas me vio bajo la cabeza en un gesto de pudor. El pequeño de unos 5 años se acercó a la madre rápidamente y se le puso enfrente en un gesto que yo interprete como el de una precaria protección frente a la mirada de otro. Les pedí disculpas por irrumpir abruptamente en su intimidad y retiré el dinero que había ido a buscar.
Paso todo el día y seguí pensando en esa familia durmiendo bajo la intemperie. En verano muertos de calor y en invierno muertos de frio. Sin colegio, sin obra social. Sin celular ni vacaciones. Sin cancha los domingos ni Mac Donald. Un horizonte vacío y sin futuro. No creo que esa mamá haya ido a votar el domingo pasado. ¿Cuánta gente gambeteamos todos los días yendo a nuestros trabajos o a nuestros placeres? Son los zombies del presente. El descarte de esta sociedad que reemplazo a los ciudadanos por los consumidores. Los que solo aparecen cuando nos roban el celular y las zapatillas o cuando matan a algunos de los integrados para comprarse un poco de drogas o de pan, vaya uno a saber.
Hay que matarlos a todos dice la voz social regida por el imperio de los medios de comunicación. Esa usina de sentido común funciona como una máquina de producir indignación. Mientras yo me rompo el lomo hay gente que decide no hacer nada y a la que para colmo el Estado ayuda dice el ciudadano promedio. Esa máquina de generar odio y violencia enfrentando a pobres contra pobres tiene su cuota de responsabilidad en el resultado de las Paso que proclamo ganador al candidato libertario Javier Milei.
Ahora bien las responsabilidades en este caso no se pueden reducir a la maquinaria simbólica que representan los medios. Como sucedió hace ocho años cuando Mauricio Macri se corono presidente el progresismo cuando se ve contra las cuerdas sale a hablar de la importancia del Estado. En el contexto del 2015 con un estado eficaz que cubría muchas de las demandas sociales esa estrategia comunicacional tenía sentido pero la crisis política de Union por la Patria transforma las loas al Estado en un argumento por lo menos discutible. Un pibe que labura repartiendo pedidos con la moto y al que su salario la inflación se lo está devorando hace 2 años no le podemos ir a hablar de la eficacia del estado en la lucha para combatir la pobreza. A una persona que vive en provincia y tiene que ir a un hospital en Capital a las dos de la mañana para conseguir un turno médico no le podemos hablar de la importancia de la salud pública.
A una persona que toda su vida trabajo en negro no le podemos hablar de la importancia de los aportes jubilatorios. Todas esas personas están enojadas, muy enojadas contra el sistema. Es lógico entonces que voten a alguien que manifiesta el mismo enojo que ellos. Hace cuatro años que los dos partidos políticos mayoritarios del país se la pasan discutiendo entre ellos por cuestiones que solo le importan a ellos. La política se habla a si misma mientras las preocupaciones de la sociedad pasan por resolver cuestiones básicas como la subsistencia diaria. Milei a diferencia de la casta política pareciera hablarle a la sociedad por medio de una serie de verbos poderosos como quemar, terminar, arrasar entre otros. su verba incendiaria es el síntoma de una sociedad en Estado de descomposición que a diferencia del 2001 en vez de explotar no deja de implotar.
Esas detonaciones silenciosas que en la década del 90 se materializaban en la angustia del desocupado hoy se perciben en las calles peligrosas en donde el celular es un objeto deseado a cualquier precio y que puede ser arrebatado en cualquier momento. Mientras una serie de periodistas palermitanos habla del gasto excesivo de la política otros periodistas palermitanos hablan de la importancia del Estado. Pero la sociedad no escucha a ninguna de las dos campanas. La dictadura de la opinión no tiene nada que hacer ahí donde hay un plato vacío en la mesa o en las camas improvisadas que las familias instalan en la calle.
A la gran frase de Cristina Kirchner acerca de los funcionarios que no funcionan debemos hoy lamentablemente agregarle que hay dirigentes que no dirigen. Si todo ese malestar no se puede metabolizar en una serie de consignas que proyecten un horizonte de futuro no nos sorprendamos que el voto de octubre sea la representación de todos los ciudadanos a los que el sistema les da la espalda a diario.
Como dice Neil Young es mejor arder que apagarse lentamente.
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JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)