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LOS LIBROS DE LA BUENA MEMORIA

21 abril, 2023

¿Cuáles son los momentos significativos de una vida? Esa es una de las preguntas que más a menudo me hago. Hablo de esos momentos bisagra que parten en dos una existencia. En mi caso uno de mis momentos fundacionales fue cuando vi al flaco Spinetta en vivo por primera vez a mediados de la década del 90 del siglo XX. Me crie en una familia melómana. MI viejo en su juventud había sido un eximio pianista.

Conservo en la casa de mi vieja algún afiche en el que se detallan las obras que mi viejo tocaría una tarde de domingo de la década del 40 del siglo XX. Obras cultas de Chopin Schubert o Schuman si la memoria que a veces falla no me falla. MI mama no toca ningún instrumento pero también es talibana de la música clásica. Mozart, Chopin y Vivaldi son sus compositores favoritos.

Hasta los 10 años no escuche otra cosa que ese tipo de música. Todavía recuerdo nítidamente la sensación de sensualidad plena de vida que sentí en mis venas el día que un compañero de tercer grado me hizo escuchar el Ritual de la banana de Los Pericos. No sabía lo que era un saxo y nadie me había hablado de Reggae pero algo de eso vedado aparecía de repente en mi vida y nunca más me abandonaría. La música de alguna manera fue el primer modo de parricidio que ejercí en mi vida. Elegir mi propio camino musical para luego retomar los recorridos que me habían sugerido de un modo un poco autoritario mis viejos fue un modo de empezar a tomar mis propias decisiones. Muchos años después descubrí que cortar ese cordón umbilical es una forma de la salud mental. De chico yo estaba obligado por mandato divino a leer el Don Quijote y escuchar a Mozart. Mi viejo no me daba demasiadas alternativas para acceder a esa zona que conocemos como cultura. Gracias a dios algo sucedió y más allá de la música impuesta pude disfrutar y desarrollar mi propia educación sentimental.

La fascinación de esa primera canción cantada por el Bahiano rápidamente se propago. Llegué de ese modo a los Fabulosos Cadillacs y Sumo y ya en mi adolescencia me hice fanático de Nirvana y Slayer. A mis 15 años ya consumía heavy metal y Grunge mientras empezaba a leer por mi cuenta. Leer a Camus con Metálica como banda de sonido es otro de esos momentos que me marcaron a fuego y que me transformaron en esto que soy hoy.

A Spinetta llegue de casualidad. Un día haciendo zapping radial me encontré con un tema de Pescado Rabioso y rápidamente mi curiosidad me llevo a Antonin Artaud y André Breton. Ese momento de descubrir que yo podía hacer mi propio recorrido por la biblioteca de mis viejos sin la necesidad de su tutela lo guardo como uno de los  hermosos momentos de mi vida. Así llegue a Spinetta y Piazzola que son mis dos grandes amores musicales. Al día de hoy cuando siento que la fuerza me abandona esconderme en una canción de Invisible rápidamente me hace volver a mi eje.

El día que vi a Spinetta y los socios del desierto era si no me equivoco un sábado. El recital fue gratuito y se ofreció en las escalinatas de Canal 7 (en esas épocas ATC). El flaco se presentaba con el tuerto Wirtz en batería y Marcelo Torres en bajo. Los expertos decían que ese era un regreso de Spinetta a un sonido de power trio bien crudo. Una especie de retorno a Pescado Rabioso que a su vez funcionaba como catarsis en un momento tormentoso del país como eran los años 90 al calor de las medidas neoliberales llevadas a cabo por el tándem Menem- Cavallo.

El disco que estaban presentando era un disco doble que llevaba por título el nombre de la banda. Yo ya lo había escuchado mil veces en casette por lo que la mayoría de las canciones las conocía pero el impacto que fue escuchar a Spinetta en vivo fue demoledor. Recuerdo cerrar los ojos cuando sonó Bosnia, una de las más hermosas canciones del disco y teletrasnportarme a un lugar muy lejano y cercano a la vez. Yo ya conocía en ese momento eso que los adolescentes llaman amor pero ese día descubrí otra versión sacra de ese sentimiento.

Luego de ese recital volví a ver al flaco muchísimas veces. Siempre fue una sensación única asociada a la idea de eternidad.

Cuando pienso hoy en día en ideas como finitud y trascendencia el primer antídoto contra la melancolía es escuchar alguna canción de Spinetta. De este modo la idea de la belleza me permite contrarrestar la tristeza de evocar lo que fue y ya no es.

Con el paso de los años me amigue con los discos y los libros que me recomendaba mi viejo y más importante aún me amigue con él. Cuando uno es padre de algún modo relativiza los errores ajenos y hace foco en los propios.

Hoy cuando me siento a laburar pongo a Vivaldi o Ginastera y siento que ese sentimiento que me invadió esa noche de 1995 nunca me abandono. También pienso que la belleza también puede ser un sinónimo del amor. En estos tiempos de malestar social tan extendidos escapar de esa hostilidad escuchando algo de música es el acto de rebelión más osado que se me podría ocurrir.

Y por último como decía el flaco Spinetta Mañana es mejor, siempre.

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IG: @juanpablosusel

JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)