-Por Charly Longarini
El local de Caballito, de una conocida cadena de librerías, estaba poco concurrido. Solo había una señora canosa de lentes y un muchacho que tenía un hijo de nombre Benicio. Un infierno en miniatura de unos 5 años, del cual aprendí su nombre porque su padre lo llamó no menos de 30 veces. Que no haga eso, que se baje de ahi, que no toque aquello, a lo que el pibe obedecía, haciendo exactamente lo contrario. Me tomó cerca de 10 minutos conseguir que se presente un vendedor en el salón.
Aproveché al unico vendedor que apareció y le pregunté por un libro, me dijo que no se conseguía más, se dio media vuelta y se fue. Y ahí, sin mas, yo me tenia que haber retirado del local. Pero no, me quedé revisando otros títulos en una de las computadoras que están para hacer consultas.
Casi de inmediato se me acercó una señora y me pidió si le podía decir el precio. Le dije que si, escaneé el libro y le informé. La señora amablemente me lo agradeció. Detrás de ella, una chica con pinta de estudiante me preguntó si estaba el ultimo de Rolón. No se acordaba el título y yo no lo sabía pero lo busqué. Le dije que si estaba pero que no sabia donde se encontraba. Ahí, en ese preciso momento, tendría que haberme retirado y salir corriendo. Pero no. Era demasiado tarde. Había caído en una trampa, en un capítulo pedorro de La Dimensión Desconocida.
Cuando me quise acordar ya había una pequeña fila esperando mi consulta. A la primera persona le expliqué que yo no era del local, no le importó y me pidió por favor que la asesorara como había hecho con los otros. Miré a mi alrededor en busca de algún vendedor.
Miré el reloj y era tardísimo. Unos minutos más tarde, logré zafar de la situación y me escapé con la promesa de nunca entrar a una librería sino tenía el tiempo suficiente para perder.
Eso sí, de paso y ya que estaba, había logrado recomendarle unos libros a algunas personas. Por ejemplo: al padre de Benicio, el nene que era un infierno, que tocaba todo, no hacía caso y se tiraba en el piso haciendo todo tipo de berrinches, a ese tipo le recomendé El Resplandor de Stephen King. La novela, ya sabemos, cuenta como un cuarentón frustrado y alcohólico termina persiguiendo a su hijo y a su mujer con un palo de croquet para matarlos.
Ahora que lo pienso bien, tal vez se me haya ido un poco la mano.
Imágenes: Librerías de Buenos Aires
Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.