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EL REY FANTOCHE

22 enero, 2024

Alimentado por el odio, la frustración y el miedo el payaso se cree el rey del circo. Como el personaje Alonzo Quixano, en la obra de Chesterton “El retorno de Don Quijote”, obsesionado con la idea de que es descendiente directo del famoso Don Quijote, convencido de que tiene la responsabilidad de continuar la búsqueda de la justicia y la verdad al igual que su presunto antepasado, el fantoche, de tintes místicos y mesiánicos, se cree el enviado del UNO en una sociedad aterrada, triste y agobiada.

Fantoche no duda. Su sistema de creencias lo lleva a desterrar cualquier atisbo de incerteza. El cree en su sistema y todo el que duda de ese dogma es un enemigo. Habituado a la quema de los insensatos los otros deben dejar de murmurar. Todo lo dicho que se opone a su doctrina merece desaparecer. Fantoche evoca otros momentos de la historia argentina donde el otro era aniquilado. En los 70 se arrojaba cuerpos dormidos al Río de la Plata. Luego se robaban las propiedades de los asesinados lucrando con la desesperación de las familias.

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Disfrazados de ideologías los ladrones se quedaban con inmuebles. A veces el hurto se reducía a una videocasetera o un televisor color para ver los goles del mundial 78 en estruendosos colores. Mientras tanto un plan económico condenaba a los que no morían de muerte violenta a la pobreza y la desocupación. El imperativo era que los excluidos volvieran a carecer de los derechos obtenidos con su sudor.

El idealismo de Alonzo Quixano y su firme creencia en la búsqueda de la justicia, la verdad y la nobleza lo lleva a querer encarnar sus ideales mesiánicos y atemporales y a luchar por ellos, a pesar de las burlas y la incredulidad de los demás.  El rey Fantoche encarna un pasado colonial, monárquico y conservador mezclado con un comportamiento errático, propio de un adolescente enojado, una imagen extravagante y una manera de dirigirse a sus “súbditos” risible para mucha gente. Quixano vive inmerso en su mundo de fantasía, donde cree ser un descendiente directo de Don Quijote, su imaginación es desbordante y lo lleva a interpretar la realidad de una manera que difiere drásticamente de la percepción común. El payaso enreda a su público en un pasado delirante distorsionando una realidad decadente y angustiante. Al igual que Quixano también muestra una fuerte vulnerabilidad emocional.

En las noventa otras reencarnaciones de Fantoche seducía mujeres voluptuosas (Yuyito González y Moría Casan entre las más deslumbrantes). Hacían orgías en la casa de gobierno. Afuera algunos se salvaban del modelo hambreador. Se iban a Miami. La gente se compraba licuadoras y videocaseteras así podían ver en color el mundial 94. El mito del Diego al que le cortaron las piernas era más seductor si sus lágrimas podían tener más colores que el blanco y negro de las televisiones tradicionales. El Fantoche noventero venía de la política emulando patillas del siglo XIX y ecos rosistas de la romántica barbarie frente a los vientos del progreso material que al otro lado del océano imaginaba Carlitos Marx. El Fantoche “fin de siglo” manejaba Ferraris, jugaba al fútbol y al básquet con deportistas de elite. Los que no compraban videocaseteras morían de hambre y quedaban encerrados en el limbo de la desocupación. Condenados a hacer largas colas para nunca conseguir trabajo calcinados al sol.

Volvemos al presente. Llega la noche del show y el rey Fantoche sale a escena escupiendo fuego por la boca, haciendo malabares, rodeado de enanos deformes y siniestros que lo asisten en sus trucos macabros. El oscuro espectáculo incluye un idilio amoroso con la bella bailarina del circo. El iluso payaso se cree correspondido en un amor tan prestado como los grandes zapatos que calza. Pero pronto su actuación se vuelve aterradora y los alegres e infantiles rostros, atraídos por las luces y carteles, se vuelven muecas de espanto. Todo lo que no encaja en su palabrerío se manipula. Las redes sociales propagan su mundo paralelo donde nuestro país y el mundo fue conquistado por experiencias socialistas y comunistas. Todo es socialista y comunista para Fantoche. Para gobernar no hace falta hablar en serio. El rey y su sequito lo saben

Aliado al fantoche futbolero nuestro rey conjura y niega el pasado reciente. Todo lo que se le oponga será reprimido y violentado. Los que no mueran de hambre serán reprimidos. Impera la ley del orden y la paz de los cementerios gracias a las maniobras estériles de la payasa etílica, socia de todos los fantoches pretéritos. Por fin somos libres de morirnos de hambre. La inevitable libertad del capitalismo en su fase metastásica.

Y aquí es donde el rey fantoche, este oscuro quijote negro se convierte en una especie de Pennywise. Como en «It» la novela de terror escrita por Stephen King y publicada en 1986, cuyo siniestro personaje adopta la forma de un payaso para atraer a sus víctimas y sembrar el miedo, el rey del circo elige la forma de un payaso para atraer a los niños, que gracias a la maquinaria de los dueños del circo dispone de la capacidad de manipular la realidad, crear ilusiones aterradoras y leer las mentes de sus víctimas para encontrar sus temores más profundos. Seduce y manipula para ganar su confianza alimentándose del miedo y la desesperación de sus víctimas.

Igual que en la novela de Stephen King, dividida en dos líneas temporales: una que sigue a los personajes cuando son niños en los años 50 y otra que los muestra como adultos en los años 80, una generación de por medio, el rey fantoche se revela cual Pennywise en una entidad antigua y aparentemente inmortal que despierta cada cierto tiempo para aterrorizar al pueblo. Es la marioneta viviente de un reinado de terror que encarna los peores temores de aquellos que se cruzan en su camino.

Presos de una trama terrorífica observamos como las conciencias son sometidas y los cuerpos son descartados al limbo de los que no pueden ingresar a la ciudadela. Finalmente las máscaras ceden y las pantallas alienantes se resquebrajan cuando aparece la pulsión de realidad.

Madres con pañuelos en la cabeza o familias cortando la ruta ya demostraron que las ficciones de horror no tienen nada que hacer cuando alguien se decide a resistir.

En esa moraleja de la ficción radica la posibilidad de derrotar a los fantoches de ayer, de hoy y de siempre

Nada que la historia no nos lo haya enseñado. Basta con saber leer.

Por Juan Pablo Susel- Ernesto García

*Ernesto García. Licenciado en Ciencias Sociales- Filósofo y Sociólogo.

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JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)