La novela de Nazareno Petrone me cagó un poco las vacaciones. El plan era sencillo: viajar, recorrer, descansar y tratar de leer algo.
Cuando armé mi mochila personal puse dos libros. Ahí dudé. El historial de mis vacaciones anteriores indicaba que no había podido leer ni medio. Y si tenía en cuenta los últimos seis meses, que no había podido terminar una novela corta, el panorama ya de movida no parecía muy alentador.
Entonces, saqué uno de los libros y dejé el de Petrone con la sincera intención de leerla, pero sospechando que no podría. Recorrer el NOA ocupa mucho tiempo y deja poco espacio para leer.
Hasta que una noche en Tilcara, después de cenar, lo agarré para ver que onda. Y ya no lo pude soltar. Tenía pensado que me dure al menos quince días, pero lo terminé en seis, en la ciudad de Salta. Llegué a despertarme de madrugada y encerrarme en el baño para leer.
Todos Todo El Tiempo arranca con una separación en vacaciones y luego deriva en una historia coral, en la que vamos descubriendo de a uno a sus personajes. Más adelante la trama se centra en tres de ellos que transitan el amor, el desamor y los límites del deseo.
Leer Todos Todo El Tiempo es como meterse en un auto deportivo, subirse a la autopista y cerrar los ojos. Es no saber contra qué te la vas a poner y que no te importe. Y a sus personajes les pasa exactamente lo mismo.
Nazareno Petrone ya mostró pericia con El Fulbito de los Lunes y Otros Cuentos, donde se permitía, de alguna manera, deconstruir el deporte más popular. Acá, en su primera novela, deconstruye el amor y nos expone a todos, frente a lo vulnerable que nos vuelve el amor.
Leticia Martin, editora y alma mater de Qeja Ediciones, contó en la presentación del libro que Naza, con el texto bajo el brazo, se animó a llevársela al enorme Carlos Busqued. Y éste aceptó leer, comentar y corregir la novela. La preocupación de Petrone, como todo autor que lanza su primera novela, pasaba por no estar a la altura. «Quedate tranquilo que no vas a pasar vergüenza», le dijo Busqued, al que imagino dándole una palmada en el hombro.
La novela pasó también por las manos de Fabian Casas, otrora coordinador de un taller por el que pasó alguna vez Nazareno, y donde había comenzado las primeras palabras de Todos Todo el Tiempo. El escritor de Boedo, además de leerla y comentársela, fue quién le sugirió la estructura de cómo debía quedar la obra.
Subanse a Todos Todo El Tiempo, pónganse los cinturones, cierren bien los ojos, apreten los dientes y pisen el acelerador a fondo.
Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.