-Por Charly Longarini
Hace algunos años, y para llevarlo a la radio, lo busqué en mi biblioteca sin encontrarlo. Me pregunté a quién se lo debí haber prestado que no me lo devolvió. Maldije mi mala costumbre de no anotar qué libro le presto a quién. Así que en la siguiente Feria del Libro lo volví a comprar. Esa tarde casi se lo hago firmar al Negro Dolina, pero no me animé, me dio vergüenza. El año pasado, mientras estudiaba en la casa de mis viejos para un parcial de gramática, revolví los muebles buscando un diccionario viejo. Entre libros polvorientos, encontré Crónicas del ángel gris.
Al consultarle a mi madre, me dijo que seguramente era mío, que no podía ser de nadie más. Y de pie, frente a la pila de libros, me acordé de todo. Se lo había prestado a mi hermano menor y ese libro viajó quien sabe cuándo en una mudanza desde Munro hasta Francisco Álvarez, mientras yo desconocía por completo su paradero. Esta historia se la conté a mi amigo Diego Joy y me dijo que eso de libros que se pierden y se duplican es bien “dolinesco”, que le hace justicia al libro.

No recuerdo exactamente la edad, pero debe haber sido cerca de los 16 cuando lo leí. Al Negro ya llevaba varios años escuchándolo y todavía me duraba la fascinación por su narrativa oral. Digo “todavía” porque a esa edad uno cambia de entusiasmos por las cosas y las personas con estúpida rapidez.
En cada historia se respira poesía urbana, mitología porteña de pura cepa. Eso me descolocaba y me alucinaba a la vez, porque además sentía que todas esas historias y personajes componían una suerte de novela coral. De hecho, ahora que volví a hojearlo, me di cuenta que era un libro de cuentos y no una novela. Creo que es exactamente ahí donde radica su magia. Cada historia, cada personaje compone un universo barrial con limites difusos. Hay durante toda la narración una especie de niebla por sobre Flores que le da un ambiente fantasmagórico y encantador.

Crónicas del ángel gris es, además de un mito, un artefacto poderoso. Porque una vez que se entra en ese mundo que propone, uno toma la férrea decisión de elegir a que grupo pertenece. Por un lado están los Hombres Sensibles, esos a los que siempre decidí pertenecer (sentimentales, honestos y algo atolondrados) y por otro lado están aquellos a los que nunca quisiera parecerme, los Refutadores de Leyendas (suspicaces y necios, representantes de las instituciones, que se dedican a negar los episodios fantásticos que ocurren en el barrio). Una suerte de grieta que nace en Flores y que se expande en todo el universo literario.
Crónicas es el gabinete de curiosidades de Dolina. Y Dolina es, además de un narrador extraordinario, un conceptualizador de leyendas y un mitólogo empedernido, pero al mismo tiempo un tipo de barrio entre culto y atorrante.

Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.