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Javier Milei y las fuerzas del cielo: los usos políticos del pasado

8 enero, 2024

En varias declaraciones públicas, y en su discurso de asunción presidencial, Javier Milei evocó a unos antiguos líderes judíos conocidos como “los Macabeos”. La mención no fue ingenua, y la repitió en su visita a la escuela de la Base Marambio, donde escribió en el libro de la institución: “la victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo.” Se trata de una cita bíblica en la que un líder nacionalista del siglo II a.C., llamado Judas Macabeo, busca que sus hombres no se desmoralicen ante la evidente superioridad numérica del ejército imperial al que por entonces se enfrentaban. “Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad”, dirá Judas a sus soldados, mientras que a nosotros nos asiste “la fuerza que viene del cielo.”

La repetida alusión del presidente Milei al texto bíblico procura sustentar una interpretación teológica de la historia que sitúa a su gobierno en el marco de una lucha entre “la luz” y “la oscuridad”. Lucha en la que el líder libertario -revestido de Judas Macabeo- atribuye su triunfo a las “fuerzas del cielo”. Cabe, pues, hacerse dos preguntas básicas: ¿quiénes fueron los Macabeos y por qué pasaron a la historia? Y más importante aún: ¿puede establecerse algún vínculo entre la lucha de estos líderes nacionalistas hebreos y las ideas del flamante gobierno libertario?

El mensaje de puño y letra que, ante el pedido de una maestra, dejó el presidente en la escuela de la Base Marambio.

El levantamiento de los macabeos

Cuenta la historia que allá por el siglo II a.C. gobernaba en Palestina un rey llamado Antíoco IV. No era de origen judío, sino que provenía de Siria y llegó a imponerse en varias zonas del Asia Menor. Como suele ocurrir en estos casos, Antíoco gobernó a las regiones sometidas pensando en los intereses de su propio imperio, e intentó imponer sus costumbres a los pueblos dominados. En este contexto, los hebreos se vieron obligados a asumir la cultura griega como si fuera propia. De pronto tuvieron que ofrecer en su Templo sacrificios a un conjunto de dioses griegos en los que no creían, o resignarse a que el sumo sacerdocio de Jerusalén se subaste y se asigne al mejor postor –y no a aquellos que indicaba la tradición-. Por si esto fuera poco, Antíoco IV llegó a saquear el Templo de Jerusalén para pagar a los romanos el impuesto que éstos le exigían por dominar aquella región.

Toda esta historia fue reelaborada teológicamente en dos textos bíblicos que se conocen como primer y segundo Libro de los Macabeos –el primero de los cuales cita recurrentemente el presidente Milei-. En ellos se cuenta la lucha por la independencia política de un grupo de hermanos judíos que buscaron dar fin a la tiranía de Antíoco IV y sus sucesores. “Macabeo” era precisamente el apodo de uno de esos hermanos, llamado Judas, y su traducción sigue siendo discutida: algunos lo interpretan como “martillo”, mientras que otros recurren a la expresión “el que hace terminar” (aludiendo claramente a la opresión). Lo cierto es que el objetivo de estos hermanos Macabeos era tan claro como difícil de lograr: buscaban volver a vivir según las costumbres, las creencias y las leyes judías. Y sostenían que la lucha armada -específicamente lo que hoy llamaríamos “guerra de guerrillas”- era la única alternativa para lograrlo…

El auténtico pionero de esa lucha fue su padre, un hombre de familia sacerdotal que se llamaba Matatías y que se negó a ofrecer sacrificios a los dioses griegos. Para reafirmar su posición, mató no sólo al representante del gobierno imperial presente en el sacrificio, sino también al hebreo que se había ofrecido a hacerlo. Con este acto fundante, Matatías y sus hijos llamaron al pueblo judío a enfrentar la dominación imperial y a recuperar su soberanía. Lo cual lograron tras varios años de lucha…

«Judas respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos. Al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos; que en la guerra no depende la victoria del número de soldados, sino de la fuerza que viene del Cielo.» (1 Mac. 3, 19)

El pasado como campo de batalla

Llegados a este punto, y procurando indagar sobre los usos políticos del pasado, surgen espontáneamente algunos interrogantes. ¿Cómo es posible reivindicar la lucha de un pueblo que resistió a la dominación extranjera, y proponer a renglón seguido el abandono de la propia moneda en favor de la que se imprime en la primera potencia mundial? ¿Es razonable asociar la lucha de los Macabeos contra el Imperio de su época, con un gobierno que en materia de política internacional propone la lisa y llana subordinación a los lineamientos geopolíticos de Estados Unidos? ¿Cómo compatibilizar el apego de los macabeos a su tierra y a su pueblo, con las voces libertarias que calificaron a la Argentina como un país “de mierda” cuya única salida es Ezeiza?. Más allá de las distancias que impone el paso de tantos siglos, se trata de lógicas y proyectos que no resultan asimilables: la libertad por la que lucharon Judas Macabeo y sus hermanos poseía un significado muy distinto del que le otorga en nuestros días el líder libertario. Los Macabeos eran nacionalistas que rechazaron la imposición de imágenes griegas en su principal espacio público -el Templo-, mientras que Milei adoptó voluntariamente la estética estadounidense en su estrategia comunicacional y en su propio acto de asunción, de espaldas al Congreso Nacional.

La primera conclusión a la que podemos arribar es que hay en el discurso presidencial un uso selectivo, arbitrario y descontextualizado del texto bíblico. Y, como sabemos, un texto sin contexto no es otra cosa que un pretexto. Por lo demás, estos son sólo algunos de los “ruidos” e interrogantes que genera, a un mes de su comienzo, el flamante gobierno de Javier Milei. No son los únicos, lamentablemente, ni tampoco los más urgentes…

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