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LOST: LA ISLA DEL FIN DEL MUNDO

5 abril, 2024

Por Charly Longarini

«No tenés huevos», me dijo un amigo cuando le conté que esa noche empezaría a ver, junto con mi esposa, la tercera temporada de Lost. Recuerdo que estábamos en el cine a punto de ver la película de The Simpsons (David Silverman, 2007). Me hizo prometer que cuando fuéramos a ver el final de esa temporada le permitiera presenciar nuestras expresiones en vivo y en directo. La intriga sobre aquel capítulo nos acompañó durante los 23 episodios previos. Hasta que un viernes lo invitamos a verlo junto a nosotros. Por si hiciera falta aclarar, él ya lo había visto. Valió la pena tanta manija. Era el final más sorprendente que haya visto en una serie, rompia con todos los esquemas hasta el momento. Básicamente, como lo venia haciendo la serie.


Si The Sopranos (1999-2007) iniciaron la era dorada de las series de TV, Lost (2004-2010) fue la primera serie que podría llamarse algo así como evento mundial. La adicción y la fascinacion que despertó la serie, en la época pre-redes sociales, dieron la vuelta al globo. Pensada como una versión televisiva de Náufrago (Robert Zemeckis, 2001), la serie creció en despliegue y éxito de menor a mayor, creció tanto que se convirtió en mito. Convirtió a su creador, J. J. Abrams, en una estrella del espectáculo que lo llevó al cine mainstream a hacerse cargo de producciones millonarias.
Durante seis temporadas y 121 episodios acompañamos a los sobrevivientes del vuelo 815 de la ficticia Oceanic Airlines a lo largo y a lo ancho de una isla que tenía misterios y secretos energéticos que crecían episodio a episodio.


¿Qué era esa isla? Fue la pregunta que nos persiguió durante seis años. Las hipótesis eran tan variadas como cuantas personas las esgrimieran. De Lost se hablaba en las oficinas, en las reuniones familiares, con los amigos. Era la serie del momento.


La estructura estaba basada en flashbacks que no sólo conversaban con el presente, si no que además permitía conocer más a fondo cada personaje. Cada episodio se centraba en alguno de los «losties», pero a pesar de eso, los personajes estaban tan bien narrados que uno no podía terminar de conocerlos. Como en la vida misma.
Es muy común escuchar a muchos televidentes decir que odian el final. A mi me pareció digno de la serie. En parte creo que no fue bien entendido o al menos yo había comprendido algo que me cerraba casi todo. Nunca hubo una versión oficial sobre el significado del final como de la serie, los productores sostuvieron siempre que todo lo que podía ser contado se había mostrado en pantalla. En el final de la quinta temporada tiene lugar una explosión que mucha gente pasó por alto y que eso define, a mi entender, todo lo que vemos a lo largo de la sexta y última temprada.


A pesar de la grieta entre quienes la amamos y quienes la odian, Lost se ha convertido en un mito televisivo de una era gloriosa para la ficción catódica. Cambió para siempre la forma de ver series. Desde el on demand mediante el DVD hasta la descarga online de los capítulos y los respectivos subtitulos.
Hace poco un sobrino dijo que le gustaría ver la serie por primera vez. No sólo lo alenté a hacerlo, sino que también (fiel a la tradición) le hice prometer que cuando fuera a ver el final de la tercera temporada, por favor me avise, que quería verlo reaccionar a ese momento.


Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.