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DÍAS DE FURIA

14 febrero, 2023

I

Este verano la opinión publica se vio atravesada por dos causas judiciales de alto impacto mediático que generan obvia consternación y desasosiego. Me refiero a los crímenes de Fernando Báez Sosa a la salida de un boliche en Villa Gesell en el verano de 2020 en manos de una patota de adolescentes de Zarate y al filicidio de Lucio Dupuy perpetrado por su madre y la amante de esta en la provincia de la pampa. Ambos casos por diferentes y evidentes aspectos generan horror y conmoción. En el asesinato de Fernando hay videos en los que se observa al grupo de rugbiers golpeando en reiteradas oportunidades a un chico indefenso que clamaba piedad. Mientras parte de la patota golpeaba a Fernando el resto de los integrantes del grupo agresor impedía que los amigos de la víctima se acercaran a esta para brindarle ayuda.

Genera tanto impacto como las imágenes difundidas el comportamiento posterior del grupo agresor. Desde mensajes de texto en donde se constata la caducidad de la víctima pasando por un desayuno en Burger King. Completa este decálogo del horror la acusación del asesinato a un inocente para desligar responsabilidades del hecho.

II

El caso del filicidio de Lucio Dupuy es de una aberración pocas veces vista. La madre y su amante sometieron al pequeño de cinco años a violencia física, verbal y sexual de modo sistemático. Este comportamiento deshumanizado es atroz y no deja margen más que a una sensación de tristeza desgarradora ante los padecimientos sufridos por el pequeño. En el caso de Lucio la tristeza y el enojo no deben hacernos perder de vista a otros actores sociales que permitieron o facilitaron que las cosas llegaran al inevitable desenlace.

Desde la jueza que hizo oídos sordos a los reclamos de la familia paterna ante las reiteradas solicitudes de tenencia del menor pasando por el sistema de salud y educativo que nunca registro las señales evidentes del trato que las adultas responsables a cargo del menor le estaban propiciando al mismo el caso Dupuy expone la fragilidad de los mecanismos estatales que deberían intervenir cuando hay un derecho vulnerado.

A todo esto hay que sumarle en este último caso los prejuicios de género que llevaron a la jueza a suponer contra la contundente prueba fáctica que demostraba lo contrario que para Lucio Dupuy no había nada mejor que estar con su madre y entorno.

III

Vivimos en un país que salta de crisis en crisis y en los últimos años macrismo y pandemia mediante podemos observar un notorio proceso de pauperización de sectores medios y populares. Por otro lado como un coletazo de la pandemia también se desencadenaron una serie de problemáticas de salud mental que son muy difíciles de abordar por profesionales que deben trabajar por un salario magro en áreas tan sensibles como son la educación y la salud. De las condiciones laborales nadie habla.

A los medios de comunicación nos les conviene poner en la agenda publica este problema estructural que a su vez produce otra serie de inconvenientes como es la deficiente intervención en cuestiones referidas a las problemáticas de la salud mental o a casos de violencia familiar. Evidentemente es una verdad de Perogrullo pero no debiéramos perder de vista nunca que un profesional desbordado no podrá hacer intervenciones eficientes al interior de ningún dispositivo por mas capacitaciones contraturno que se impongan o por discursos voluntaristas repletos de citas al coaching ontológico que convoquen a dejar la piel por los ofendidos y humillados de nuestro suelo.

No se puede vivir del amor le dijo un soldado romano a Dios, canta Calamaro desde hace tres décadas y nunca tuvo tanto sentido esta frase como en este tiempo de furia que vivimos hoy en día.

A los medios de comunicación y lamentablemente a la sociedad no pareciera preocuparles en demasía las causas múltiples que llevan a que sucedan casos aberrantes como fueron los asesinatos de Fernando y Lucio.

Todo pareciera reducirse en ambos casos a la descripción detallada de los tormentos que sufrieron las víctimas. Los medios parecieran gozar mostrando el cuerpo indefenso de Fernando ante sus agresores o los chats que dan cuenta del padecimiento al que fue sometido Lucio por parte de su madre y la amante de esta.

IV

La yapa de esta cobertura bochornosa es lo que subyace a la misma. El clima de histeria y furia que se produce ante la repetición incesante del padecimiento solo pareciera poder resolverse por medio de la violencia que de algún modo lo que hace es evadir el sentimiento de vacío y tristeza que genera la exposición sistémica al horror.

De esta manera el círculo se cierra con medios de comunicación que generan las condiciones objetivas para el linchamiento y exterminio del otro. No hay pena en ninguno de los dos casos que restituya la perdida dicen los comunicadores sociales y podemos estar en este punto de acuerdo con ellos. Podemos agregar que el fusilamiento, la prisión perpetua o las torturas a las que a diario convocan los medios a que los presos sometan a les victimarios de ambos crímenes tampoco les devolverán la vida a las víctimas.

Esta vuelta al primitivismo social se aleja de la posibilidad de duelar a nuestros muertos y de tener una convivencia armónica entre los diferentes grupos que componen nuestra sociedad. Por otro lado el endurecimiento de las penas tampoco soluciona problemas subjetivos como son los asociados a conductas racistas y de odio de clase y de género.

Por ultimo en ambos casos los medios de comunicación le dedicaron muchas horas a analizar los rostros de los victimarios en el proceso de juicio. De algún modo se intentaba vincular los gestos de los acusados durante las audiencias a la causa por la que ellos estaban en prisión.

Esa escena me hizo recordar al extranjero, la novela de Camus en la que el protagonista “Mersault” era juzgado moralmente durante el juicio en el que se lo acusaba de asesinato de no haber derramado lágrimas en el funeral de su madre.

Lo que Camus por medio de la ironía mostro era el absurdo de pretender encontrar una vinculación directa entre un sentimiento y una acción.

Eso que hace más de 70 años parecía absurdo hoy pareciera no serlo y ese malentendido es lo que habilita pensar que la solución al dolor es infligir más dolor.

Así nunca saldremos de este círculo del infierno

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IG: @juanpablosusel

JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)