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LLUVIA A FULL

14 julio, 2023

Mientras escribo estas líneas llueve. A cantaros llueve y pienso en dos poemas que hablan de la lluvia y que amo. El primero es un poema de Paul Verlaine que se llama “llueve suavemente sobre la ciudad” y empieza así: llora en mi corazón como llueve sobre la ciudad. El otro es de Vicente F. Luy se llama Llueve, “llueve y alguien está diciendo llueve”.  En el momento más lumínico del poema Luy dice:  Llueve y no solo eso; la verdad es que hay un montón de gente diciendo “llueve”.

Tengo muchos grandes recuerdos de lluvia en general asociados a una sensación de felicidad y calor. Leyendo «La Tregua» arriba del 134 un domingo de una tormenta apocalíptica en 1995. Tengo el recuerdo de quedar absorto ante la muerte de Laura Avellaneda. Afuera llovía y yo no encontré mejor refugio que quedarme escondido en los asientos del bondi llorando con el desdichado Martin Santome. Sin haber leído a Verlaine se hizo carne en mi la asociación entre la lluvia y una tristeza que hoy me sabe a tibieza. Mientras me seco las lágrimas miro la avenida Nazca y las hojas de los árboles que se mueven trémulas en el viento.

Retrocedo en el tiempo y tengo 17 años. Acabo de pelearme con Laura, mi primera novia. Es viernes y estoy tirado en la cama escuchando un programa de Eduardo de la Puente en la rock and pop. Mis viejos me llaman a comer y les digo que no tengo hambre pero estoy llorando desconsolado hasta que en la radio pasan Comfortably numb de Pink Floyd y Sailing de Rod Stewart. Tengo el registro de esa sensación de emoción marcado a fuego en mi interior. Descubrir la belleza siempre conmociona. Es una experiencia hermosa y por otro lado shockea. Me trague las lágrimas y la música me hizo olvidar por un rato el dolor.

La Tregua (1974) protagonizada por Héctor Alterio y Ana María Picchio, compitió por el Oscar, en dirigida por Sergio Renán.

El techo de la casa de mis viejos es de chapa. No había nada que me gustara más en mi adolescencia que acostarme a dormir la siesta después de almorzar los ravioles que hacia mi vieja. Cuando llovía el plop plop de la lluvia rebotaba en las chapas y a mí se me hacía que la lluvia era torrencial. Cuando me levantaba de la siesta comprobaba que lo que yo creía que era una lluvia apocalíptica había sido una siempre llovizna. Me encantaba escuchar a Victor Hugo los domingos de lluvia. Las peripecias de los partidos condenado a la pura imaginación de la radio eran más dramáticas que lo que me resulta el futbol televisado de hoy en día. Yo cerraba los ojos y me imaginaba a los 22 jugadores dejando todo en cada pelota como si se tratara de guerreros. Recuerdo un River Belgrano de comienzos del año 99 en el monumental. A River si no me equivoco lo dirigía el tolo Gallego y ganamos 4 a 3. Ese día la rompieron el payaso Aimar, el conejito Saviola y el colombiano Juan Pablo Ángel. En el 92 me acuerdo que bajo un vendaval el Newell’s de Marcelo Bielsa le ganaba por penales en la bombonera al Boca del Maestro Tabarez y se coronaba campeón de la temporada 91-92.

En Dock Sud en la década del 90 se inundaba dos por tres. Mientras mis viejos se agarraban la cabeza por la humedad que entraba por las paredes y todos nos calzábamos nuestros pares de botas yo empezaba a hacer planes para negar y olvidar la inundación. Agarraba la colección de películas de mi vieja y nos la pasábamos los dos mirando películas a la tarde mientras mi viejo en su pieza se la pasaba leyendo a Sófocles y Nietzsche entre otros. De esos días de lluvia recuerdo especialmente haber disfrutado películas como Charada, la soga y Bullitt entre otras. Mi vieja cada tanto bajaba a hacer unas tostadas con un café con leche y yo la esperaba vagueando entre las sabanas de su cama. Afuera llovía como si nunca fuera a parar.

Hace poco me llamo mi mama un domingo de lluvia torrencial y me dijo que recordó cuando yo vivía con ella nos encerrábamos a ver películas. Me recordó entristecida el día que vimos Arabesque. Una comedia policial con Gregory Peck y Sophia Loren dirigida por Stanley Donen, el mismo director de Charada. Al tiempo ambos la volvimos a ver y concordamos en que recordábamos tan bien la película no solo por sus valores artísticos sino por lo feliz que habíamos sido en el momento de verla. cuando sos pobre la lluvia es un espectáculo y cuando la lluvia se transforma en un peligro el amor es un modo de combatirla.

Sophia Loren, la gran actriz del cine italiano de la década del 60´ y 70´

Con el paso del tiempo esos momentos de felicidad se hacen cada vez más conmovedores. Uno se sostiene ante la fragilidad de las cosas gracias a esas pequeñas epifanías.  Es 2004 y estoy con mi vieja en el cementerio. Hace dos meses falleció papa. Mi vieja está acomodando unas flores y de repente a mí me agarran ganas de llorar. Con mi vieja siempre fui pudoroso entonces me alejo. Tengo en el discman un cd de Piazzolla. Suena Soledad mientras de lejos veo a mi vieja charlar con mi papa. Le cuenta sus cosas. La ciudad pareciera derrumbarse por la lluvia. Otra vez Verlaine. Llora en mi corazón como llueve en la ciudad. Nos vamos los dos charlando cobijados ambos con el mismo paraguas. Termino estas líneas en estado de melancolía. Perdón si me ven lagrimear. Como dice el tango: los recuerdos me han hecho mal.

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IG: @juanpablosusel

JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)