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IKV, LA HUMANIDAD O ELLOS

29 septiembre, 2023

Hacia Viernes Salvajes

La primera vez que supe de ellos fue en el programa de Susana Giménez. No me pregunten que hacía viendo ese programa pero creo que lo miraba todo el mundo. El invitado era el Flaco Spinetta, que fue junto a su familia. Y en aquella oportunidad Luis Alberto presentó a dos jovencísimos Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur como los Illya Kuryaki and the Valderramas, que ahí en vivo nomás se rapearon la canción “El mono tremendo”, la misma que grabaron para el disco Tester de violencia, de Spinetta padre.

No me llamaron la atención de entrada. Algunos años después llegaría la explosión en formato CD llamado Chaco. Y con éste «Abarajame» y «Jaguar house», dos canciones que rotaban 24/7 por las radios y MTV. Ya no era solo rap, ya sonaban bastante distintos. Parecían un par de latinos tirando jams en el medio del Bronx. Soul, Rithm & Blues y funk fueron los géneros que empezaron a sumar a su estilo. En aquella época me encontraba muy enganchado con la cultura afroamericana, veía películas con esa temática de ghettos y violencia, y consumía sus bandas de sonido. Ejemplos en Mo’ Money (Peter MacDonald, 1992), Boyz on the Hood (John Singleton, 1991), White men cant jump (Ron Shelton, 1992). Pero, así y todo, los IKV no lograban convencerme.

Los 90s se caracterizaron, de alguna manera, por los MTV Unplugged. Llegar a tocar en una de esas sesiones era estar consagrado. Y los IKV llegaron y de esa velada salió Ninja Mental, álbum que despertó la atención de productores y músicos latinos.

Con el disco Versus, el único CD que me compré de ellos, lograron que los empezara a escuchar con atención. Ya no me parecían aquellos pibes que jugaban a rapearla y despegarse del rock que heredaron. Ya hacía rato contaban con una identidad propia que acechaba mi supuesto buen gusto. Más funkies, más souleros que raperos, lograron que con «Expedición al Klama Hama» sonaran a todo volumen en mi reproductor de música.

De a poco, fueron extendiendo su territorio por el continente gracias a sus videos y sus discos que llegaban a las grandes ciudades. Giras, festivales y teatros a reventar, los pusieron en la escena del rock alternativo hispanohablante.

La llegada del álbum Leche los puso más funkeros que de costumbre. Tampoco estuvieron ajenos a los sonidos electrónicos que caracterizaron los años del cambio de siglo. Con el hit «Coolo» se dieron el gusto de hacer un video con la estética de The Warriors (Walter Hill, 1979) película que también influiría en su estética de ahí en más.

Pasaron los años y mucha música bajo el puente. Emma y Dante se fueron, se separaron en buenos términos para que la banda tome aire y después de años de seguir cultivando sus prolíficas y exquisitas discografías solistas, decidieron pegar la vuelta y darle una nueva vida al monstruo Illya Kuriaki. Cuando apagaron la maquinaria tocaban para setecientas personas, diez años después volvieron para tocar frente a veinticinco mil personas. Asi habían crecido, gracias a discos y canciones que quedaron dando vuelta.

Con la muerte del Flaco Spinetta empezaron una nueva era, no sólo una era de alcanzar la madurez musical sino de aproximarse por fin al sonido que siempre pretendieron, rodeado de productores y músicos que los potenciaron aún más. En esas condiciones llega Chances, para mí su mejor disco a la fecha. Producidos por el mismo tipo que hizo lo propio con Calle 13, la banda de rap fusión puertorriqueña. Hasta se dan el gusto de componer y grabar una canción con los Molotov («Madafaka»). Se nota la penetración del sonido latino, hay un sazonado de reggaeton y salsa muy por debajo de la superficie. En este disco habita mi canción favorita de IKV, «Adelante», una balada zeppeliana, bastante funky, que habla del desamor y la traición.

Es en 2017, que por cuestiones de trabajo estuve en el Personal Fest. Ellos cerraron la primera noche. Me acerqué al escenario, abrieron con «Ula Ula» y me volaron la cabeza para siempre. Él sonido, perfectamente prolijo y cuidado, era una bola de poder que me sacudía las tripas y me pasaba por encima sin remedio. La performance de Emma y Dante los ponía en el lugar más alto de frontmen con más onda del universo. Con tomas de kung fu y moviendo sus pelvis seducían a propios y extraños. Eran pura acción, protagonistas de una buddy movie musical. Difícil poner en palabras cuando tocaron «Águila Amarilla» canción dedicada a Luis Alberto Spinetta. Emoción pura que se respiraba desde cada nota, en cada silencio respetuoso del público.

LHON (La humanidad o nosotros) en 2016 también llegó después de un impass de la banda. Es casi una continuación de Chances. Pero esta vez se calzaron los chalecos de The Warriors para la tapa del álbum y los trajes de productores. Llevaron el sonido más hacia lo Minneapolis, hacia lo más Prince que pudieron hacer y se cuelan la salsa, el funk (por supuesto), el soul, el R&B y el pop electrónico. Este es su disco más maduro y más de nicho, más cerrado. Es como un premio para aquellos que siguieron su camino durante todos estos años y parecen decirles «esto somos, esto es para ustedes que van a saber entender este disco». Es un discazo, para algunos el mejor de la banda. El sonido es impresionante. Se nota el trabajo de producción que llevaron a cabo, los diferentes integrantes que participaron del mismo dejaron una huella indeleble en el código Kuriaki. Por ahora es su último disco, pero como ya quedó demostrado, nunca se sabe.

Dante, es hijo del Flaco. Emmanuel es hijo de Gustavo Martí, músico y fotógrafo mítico de nuestro rock. Los Kuriaki son hijos de la música de nuestras raíces, son puente entre entre el rock germinal y la nueva música urbana, son mixtura entre los 70’s y 80’s del funk (con James Brown y Sly Stone a la cabeza) y el R&B con lo que hoy se llama «música urbana». Ellos niegan esa paternidad, niegan haber sido influencia, pero lo son. Es más, músicos que colaboraron con ellos en el pasado, hoy tocan con los artistas más jóvenes, por ejemplo, Duki.

Los IKV ya desde el nombre son mezcolanza de identidades. Demasiados raperos para ser rockeros y, al mismo tiempo, demasiado rockeros para ser raperos. Se hicieron fuertes en una escena conservadora que los ninguneaba y no los comprendía. Llegaron a tocar junto a Stevie Wonder cuando se lo cruzaron en una conferencia de prensa y con el chamuyo de “somos músicos argentinos”, lograron la atención de uno de sus ídolos máximos. Illya Kuriakin era el nombre de uno de los protagonistas rusos de Agente de CIPOL, serie mítica de espionaje estadounidense. Valderrana es el famoso y fantástico jugador colombiano cuya habilidad y melena destacaban en las canchas de nuestro continente. Son lo anglo y lo latino, lo catódico y lo sanguíneo, lo frío y lo caliente, el pasado y el futuro, pero muy a su pesar y aunque lo nieguen, son el presente. Todo eso los coloca en un lugar inevitable y que nunca buscaron: ser la banda más influyente de los últimos 30 años. Y de eso, no se vuelve más.


Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.