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ESTE ES EL AGUANTE: UNA DESPEDIDA A RICARDO IORIO

3 noviembre, 2023

Empecé a escuchar música de modo autónomo en la década del 90. Luego de estar más de una década atrapado en los gustos musicales de mis viejos que solo escuchaban música clásica (De Mozart a Vivaldi pasando por Bach) el descubrimiento del rock and roll y todos sus derivados significo un salto cuántico en mi vida y la posibilidad de descubrir que corno era el deseo.

A los ocho años descubrí en el recreo del colegio el Ritual de la Banana de Los Pericos y ahí me di cuenta que había una música que no encajaba en lo que mis viejos entendían como “La buena música”. Una vez que inicie la secundaria el camino a buscar mis propios intereses musicales fue una aventura que modifico para siempre mi vida.

Mi educación sentimental se armó en base a los libros y los discos que iba encontrando en mi camino y que me ayudaban a atravesar las horas de mi adolescencia. Fui muy autónomo en mis tomas de decisiones. Me enloquecieron a primera escucha Motorhead, los Rolling Stones y Black Sabbath. Luego descubrí a Pink Floyd, Spinetta y Piazzola pero lo mejor de esa época fue que fue el inicio de un viaje de ida en el que tres décadas después sigo andando. A medida que escuchaba discos empecé a leer y también de modo azaroso y compulsivo me empecé a perder en las páginas de Hesse, Cortázar y Nietzsche entre otros.

Un día a mis 20 años agarre un libro de Knut Hamsun que se llama Hambre. Sin duda uno de los grandes libros que lei en mi vida. El autor describía la vida de un vagabundo que no tenía para comer. Hambre es un libro de una humanidad tan poderosa que sus imágenes dos décadas después de haber leído esa novela me siguen conmoviendo de un modo brutal. Luego de leer el libro me entere que Hamsun era nazi. Unos años después me paso lo mismo con El viaje al fin de la noche de Louis Ferdinand Celine. Sin dudas “el viaje” es uno de los más grandes libros del siglo XX.

Una novela existencialista que da por tierra con todo lo políticamente correcto y que es de una ferocidad y ternura tan extremas que sin duda presagiaron lo que años después embellecerían y sistematizarían Sartre y Camus. Ya cerca de mis 30 años me encontré en una librería de saldos de la calle Corrientes el Cuaderno del Acostado de Jorge Asís, autor al que aborrecía por su pasado de menemista militante. Literalmente no pude creer lo que encontré en las páginas de su novela. El protagonista allí narra el olvido al que el campo cultural lo sometió antes de la llegada de Menem al poder y cruza ese diario íntimo con una mirada luminosa sobre la política, la cultura y las mujeres entre los tópicos que recuerdo a casi dos décadas de su lectura.

Menemismo, y la década del 90. Frivolidad y negocio fácil para el stablishment económico.

Ya a esta altura del partido de mi educación sentimental comprendí algo fundamental a la hora de consumir cualquier objeto artístico. Siempre tenemos que pensar en la obra por un lado y en el artista por el otro. Todas estas palabras que sirven de prólogo son para decir algo sobre Ricardo Iorio que se murió hace dos semanas. En los 90 cuando empecé a escuchar música no me gustaba Hermética pero un día descubrí “El visitante” que fue sin dudas el mejor tema escrito nunca sobre la guerra de Malvinas.

A partir de esa canción empecé a prestarle atención a sus letras. Gil Trabajador, Se vos, Toro y Pampa, Allá en Tilcara, entre otras grandes canciones funcionan como fotografías de las clases trabajadoras y sobre los jóvenes olvidados de la década del 90.

Hermética. La Banda de metal argentino que cantó y contó la realidad social.

Iorio con su pluma construyo una estética del aguante subestimada por la prensa hegemónica que se alejó de la pose del rock chabón por que no proclama afuera del escenario esa estética sino que lo hace al interior de las canciones escritas y cantadas con una pasión inigualable. Esa pasión estética funciona como un programa que hace de Iorio sencillamente un autor y un tipo mucho más complejo de lo que el mismo construyo mediáticamente desde comienzos del siglo XXI.

En un momento Iorio empezó a hacer unas declaraciones espantosas contaminadas siempre de un antisemitismo abominable. Iorio al igual que Celine y Asís abrazaron como programa estético el rechazo social. En el caso del líder de Almafuerte sus dichos siempre se analizaron como material bizarro o en su defecto como consumo irónico lo cual dejo a Iorio en el lugar de personaje mediático mas importante por las estupideces que decía que por las canciones que componía o interpretaba.

La faceta de interprete es la última cuestión que quiero mencionar de Iorio. Cuando mi primer hijo tenía un año me compre un disco de covers. El disco se llama “Ayer presente, Hoy realidad” y en ese trabajo Iorio interpreta canciones de Spinetta, Miguel Abuelo, Vox Dei y Roque Narvaja entre otros. Sin dudas ese disco es uno de los grandes discos de covers de la historia del rock en español. Cruza de Johnny Cash y Edmundo Rivero su voz aguardentosa funciona como una fuerza de la naturaleza imparable. A su vez Iorio en su faceta de interprete redescubre en sus últimos años a una serie de compositores como Facundo Cabral y Demis Rousso haciendo versiones personales y potentísimas de una serie de baladas olvidadas contagiándoles la sangre metalera de lo mejor de su obra.

Ahora que Iorio se fue al otro lado de las cosas volví a pensar en mi vida. En lo hermoso que es descubrir el gusto propio y a un artista que te rompa la cabeza. Cuando el tiempo pase y solo quede lo importante a las imbecilidades que Iorio dijo se las llevara el viento. En cambio sus canciones sobrevivirán como un reflejo de lo que fue ser un joven humillado y ofendido a fines de los 90. Brindo con la copa en alto como le gustaba a él por su obra que se abre paso con el poder boxístico de sus canciones. Para las estupideces no cuenten conmigo.

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IG: @juanpablosusel

JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)