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NUNCA PENSÉ QUE IBA A SER RIQUELMISTA

1 diciembre, 2023

Hacia Viernes Salvajes

Mi condición de hincha de River siempre me alejó de Riquelme. Lo sufrí. Mucho. Porque encima el tipo en los superclásicos se inspiraba más, se inspiraba mejor y siempre encontraba una vuelta para amargarme.

A veces pienso que Riquelme fue y es un jugador a destiempo. Un jugador de otra época que Dios copió y pegó en esta era.

Pero (y acá si vale este adverbio maldito) siempre lo admiré como futbolista. Creo, sin temor a errarle fiero, que es el mejor jugador del fútbol argentino de los últimos 30 años.

Parafraseando al querido Ariel Scher hablando de Bochini, sostengo que tener ojos y vivir en este tiempo de la Historia y no ver a Riquelme, es poner en discusión para que uno tiene esos ojos si te gusta el fútbol.

Recuerdo el día que debutó porque lo ví a la noche en Fútbol de Primera. Lo que más me sorprendió no fue su habilidad, sino la tranquilidad con la que parecía moverse en el campo de juego. Más desconcertante fue escuchar desde las tribunas cantar su nombre, ya empezando a consagrarlo un ídolo.

El recuerdo más viejo que tengo después de eso es el mítico partido frente al Real Madrid. No hice fuerza por el «Merengue» pero tampoco queria que gane Boca. No hace falta que diga nada porque todos sabemos lo que jugó ese partido y la pelota que le puso a Martin Palermo para sellar la victoria intercontinental. Juan Roman pintó la Capilla Sixtina, compuso su sinfonia más célebre, esculpió el David del fútbol mundial, reescribió El Quijote y y danzó al gigante Iberico ante los ojos de la Historia. No sólo eso, es raro volver a ver ese partido y encontrarlos a Riquelme y Palermo abrazados en un campo de juego.

Al año siguiente, el calendario me recuerda el Topo Gigio a Macri. Penal para Boca en la Bombonera. Patea Riquelme, detiene con rebote Costanzo, el arquero millonario, y el 10 se eleva y de cabeza mete el gol. Sus compañeros quieren abrazarlo y él les pide en un gesto que esperen con ambas manos. Corre como un misil hacia un lateral del campo de juego y con las manos detrás de sus orejas, reprime el grito de gol. Ahí dejé de putearlo, ahí hubo algo que hizo que no me enojara tanto. Quería que River dé vuelta el resultado, por supuesto, pero entendí que él estaba jugando contra alguien más que contra mi equipo.

Me decepcionó cuando renunció a la selección porque su madre no se bancaba los insultos de los hinchas. Hoy, recién hoy lo entiendo. Román fue un tipo al que tuvieron que perseguir y estigmatizar porque nunca se arrodilló. Hoy, que la realidad es otra, puedo comprender porque se hablaba todo el tiempo de él.

Después lo critiqué por el «yo me siento vacio, no tengo más nada que darle al club» después de una final. Me pareció un puñal para todos los hinchas Xeneizes que acababan de perder una final de Copa Libertadores contra el Corinthians. Un hermano de la vida, bostero él, un día me contó que una de las razones por las cuales no era riquelmista era por esa declaración. Hoy creo que eso cambió.

En 2015, fiel a su estilo, y cuando menos se lo esperaba, Juan Román Riquelme decidió quizás hacer la jugada mas razonada de su vida, hacer público su deseo de retirarse del Fútbol. Y con una declaración en la que se podría sospechar algunas razones ocultas, tan oculta como quedaba la pelota como cuando se la escondía a sus rivales, bajó el telón y saludó al público que, todavía sigue con la boca abierta. Tan hábil en la cancha como en sus declaraciones,.la Prensa le ha sacado provecho a sus palabras y él ha utilizado el pasto de los medios como ningún otro jugador en la Historia.

Yo vi a Riquelme. Yo lo vi hacer cosas que parecen imposibles. Yo lo padecí desde la vereda de enfrente. Más allá de sus pases con precisión quirúrgica, sus gambetas entre veintitrés piernas, su pisada de gala, su cuerpo curtido a prueba de patadas y golpes, hay una jugada que me quedó grabada en la retina..No, no es el caño a Yepes. Memorable, por cierto. Tan bello como extraordinario. Pero no. Tampoco es todos los goles que le hizo a River que son varios. No, creo que la jugada que lo pinta de cuerpo y alma es una jugada que no puedo olvidar más desde entonces.

El partido fue en la Bombonera, de eso estoy seguro. Creo que fue contra Lanús y si la memoria no me falla fue el último partido de Juan Román con la azul y oro. La jugada de la que hablo es un caño que tira sin siquiera tocar la pelota. ¡¿Cómo?! Recibe un pase fuera del área desde la izquierda, pone el pie izquierdo como para controlar la pelota y lo corre justo para que siga su trayectoria y pase entre las piernas del defensor granate. A ver, podrán decir que le pifió y que el caño fue casualidad. Pueden, háganlo si quieren. Pero después de todas las cosas que vi hacer a Riquelme en una cancha: ¿se puede pensar que fue de casualidad? La verdad, dudo.

Argentinos Jrs, Boca Jrs, Barcelona, Villareal, Boca Jrs, y Argentinos Jrs es el camino cíclico de este héroe de potrero. Vistiendo estas camisetas, se cansó de ganar, gustar y golear. Y recorrió como ninguno el verde césped de las canchas mas importantes del mundo con la cabeza en alto, la mente a 1000 km por hora y la pelota al pie, demostrando que mientras . Elogio de la lentitud, como el libro de Karl Honoré, debería llamarse una película en su homenaje. Esa lentitud, que deja una huella en las páginas de nuestro Fútbol, tal vez marque un camino a seguir.

«A Riquelme no lo hace grande sólo su extraordinaria habilidad, sus maravillosas jugadas, sus goles míticos, sus oportunas y precisas declaraciones, el amor de los hinchas y el lugar que ocupa en la Historia».

CHARLY LONGARINI

Hoy, le toca disputar uno de los partidos más difíciles de su carrera. Debe enfrentar al máximo adversario de toda su trayectoria y no estoy hablando de River. Juan Roman, desde la vicepresidencia del Club Atlético Boca Juniors, se enfrenta a elecciones contra el Poder Real. Denuncias telefónicas, cancha suspendida, detención del hermano, todas herramientas de las que se vale la Justicia (que aún me atrevo a escribir en mayúsculas) para amedrentarlo y no permitir que el pueblo xeneize participe el próximo domingo de la elección «más facil de la Historia», como bien dice Román.

Porque el domingo se juega el negocio contra el amor por el club, las sociedades anónimas contra el rol social de los clubes y el bunker de la política contra el crecimiento de la institución que le pertenece a sus socios.

Recién hoy lo entiendo a Riquelme, insisto. Sobre todo cuando expresa que «yo no tengo jefe, nunca fui ni voy a ser empleado de ellos». Eso, además de plantarse frente a los que siempre fueron poder desde las sombras, está dando a entender que otros sí lo fueron y lo son.

A Riquelme no lo hace grande sólo su extraordinaria habilidad, sus maravillosas jugadas, sus goles míticos, sus oportunas y precisas declaraciones, el amor de los hinchas y el lugar que ocupa en la Historia. A Juan Román Riquelme lo hace grande el hecho de nunca haberse vendido a nadie. No abundan los dirigentes que no transan, los que no callan y los que no son cómplices del poder de turno. Riquelme no es un héroe, es tan sólo genuino en tiempos de caretajes porque dice lo que piensa y hace lo que cree. Porque, sin dudas, fue.y es un jugador a destiempo tanto con la pelota como sin ella, tanto en la cancha como fuera.

Nunca pensé que iba a ser más riquelmista que un bostero. Pero si, lo soy.

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Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.