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SÁBADO MALDITO

13 septiembre, 2022

Tengo 17 años. Es Sábado y hay un sol que raja la tierra. Entra la luz por la ventana de mi pieza que se separa a su vez de la pieza de mi viejo por una módica biblioteca.  Vivimos con mi vieja los tres en una casa de dos pisos en Dock Sud. En la semana mi vieja labura dando clases particulares de francés. Mi viejo está desocupado pero busca trabajo de modo activo.

Las políticas neoliberales implementadas por el gobierno de Carlos Saúl Menem lo obligaron a salir a buscar laburo de lo que sea teniendo que dejar a un costado por un tiempo los libros que pensaba leer una vez que se jubilara. Políticas que el pueblo argentino legitimo hace pocos meses en las urnas ante el estupor de mis progenitores, progresistas ambos, aferrados a cierto utopismo alfonsinista y a un intuitivo gorilismo letrado. Voy al colegio secundario en San Telmo.

El comercial número 4 ubicado en Bolívar y San Juan. No me va bien en el colegio pero tampoco me va definitivamente mal. En los últimos años se me dio por la lectura. Aprovecho la inmensidad de la biblioteca de mi viejo y empiezo a leer desordenadamente. Herman Hesse y Jack London son mis favoritos pero al toque aparecen Rimbaud y los rusos. Definitivamente la lectura me transforma. Cada tema que surge en el colegio lo pienso desde la perspectiva del pensamiento crítico sin saber bien que corno es eso.

Tengo novia, se llama Laura y pienso en ese momento que nuestro amor es eterno. Nos queremos como se quieren los adolescentes, con ingenuidad y pasión. Mis dos viejos son amantes de la música clásica. Es lo único que se escucha en mi casa ante el estupor de los vecinos adeptos a los grupos de cumbia noventosos y en especial a la música de esa mujer extraordinaria que es Gilda. Hace un año que empecé a escuchar música por mí mismo cuando descubrí de modo azaroso la “Rock and Pop”. Una medianoche en donde el ruso Verea me hipnotizo con sus monólogos ardientes y la banda de sonido de sus noches en donde Slayer y Biohazard me hacían rebotar imaginariamente de mi cama de Dock sud al infinito y más allá. Después vinieron otros programas y otras voces.

En mi hermosa radio portátil escucho en la escuela como un poseso “Se nos viene la noche” programa conducido por Juan Di Natale y Tuqui. Cuando algún profesor no me ve a escondidas sigo con la escucha, me alejo de la realidad y viajo a un lugar muy lejano y cercano a la vez. La radio y los libros logran lo que la escuela no. Que a mí me interese lo que otro tiene para decir. En el programa de Juan y Tuqui pasan una música que nunca escuche y que no escucho en ningún otro lugar. Desde Leonard Cohen y Syd Barrett hasta Velvet Underground y The Pixies. Grabo las canciones en un equipito muy precario y después las escucho antes de quedarme dormido o arriba del bondi mientras leo poseído algún libro. Un día me entero que Di Natale tiene un programa en la Rock and Pop que se llama Sábado Maldito y que sale al aire todos los sábados entre las 18 y las 21 horas. Justo el horario en el que cae el sol en la casa de mis viejos. Momento en el que yo contemplo el finalizar del día y espero con ansias la llegada de la noche.

Vuelvo al inicio. Es sábado y el sol raja la tierra. Estoy en mi casa con mi viejo. Mi mama los sábados se junta con una amiga a ver películas clásicas así que se va de casa a las 15:00 y vuelve después de las 22:00.  Yo nunca leí a Proust y no sé cuándo lo leeré no obstante conozco la historia de la magdalena. El simple olor de un objeto significativo nos conduce a ese tiempo pretérito y entonces se obra el milagro de volver el tiempo atrás. La ausencia desaparece y somos otra vez (por un rato) eso que ya fuimos y que dejaremos de ser. Volvemos a ser nosotros en conexión cósmica con ese pasado. Cerrando los ojos volvemos a ser lo que fuimos alguna vez.

Entra el sol en mi ventana y de repente estoy en mi casa de la infancia. Yo estoy escuchando un bloque radial compuesto por una balada de Nick Cave, otra de Leonard Cohen y la voz de Di Natale que anuncia las canciones. Yo me saco los auriculares de repente y escucho a mi viejo que me ofrece un café mientras escucha la tercera sinfonía de Brahms. Apoyado contra el respaldo de la silla lee un libro de Sartre. Yo estoy leyendo historietas. Le pregunto qué autores me recomienda y el me anota en un papel cinco o seis europeos de fines del siglo XIX.

Después charlamos de música. Le dan risa mis gustos musicales pero no se enoja conmigo ni pretende adoctrinarme. Agradezco en silencio su falta de sermones acerca de lo que es la buena música. Al rato va a la heladera y trae manteca. Hace tostadas. Me ofrece una y por encima de la manteca le pongo un poco de azúcar. Se hace de noche. En una libreta anoto todas las canciones que anunciaron en “sábado maldito”. Después en la semana buscare en musimundo algún casette en oferta de alguna de las bandas que tengo anotadas en mi cuaderno. En eso consiste mi educación sentimental. MI padre, sus libros, su música, mi música, mi admiración y también mis disidencias. El sol entra por la ventana mientras termino estas líneas. MI padre murió hace 18 años pero me basta cerrar los ojos para verlo.

Parado frente a mi convidándome un pan mientras escucha música clásica. Su voz ronca, amable, atemporal dialoga conmigo de modo espasmódico. A los tumbos sigo dialogando con él.  Casi tres décadas después sigo anotando en un cuaderno las cosas que me gustan. Sigo sorprendiéndome ante la belleza de una melodía inesperada. Esa forma de amor legada por mis padres se ha transformado en la inequívoca manifestación de la belleza en este mundo, mi sostén, lo que me permite seguir, cierro los ojos, entra el sol por la ventana.

ENTRE NOS SOCIAL INFO- #Infocolectiva

IG: @juanpablosusel

JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)

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JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)