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Nuestra derrota cultural futbolera

24 junio, 2020

Diego Joy, nos invita en ENTRE NOS a reflexionar sobre el ganar como sea, en festejar y engalanar las malas artes, «me sirvió para ganar». Y además, pensar que tal vez que el discurso triunfalista tiene un correlato perverso para el fútbol infantil y las divisiones menores.

«Todo los que sé de los hombres y de la moral lo aprendí en el fútbol» (Albert Camus, escritor, novelista y dramaturgo, argelino-francés).

Cualquiera que haya jugado al fútbol, aunque sea entre amigos, sabe que ganar apretado en un partido que fue desfavorable es algo que se disfruta especialmente. La explosión de felicidad cuando lo que parece una derrota fatal e inevitable troca en una victoria es fácil de imaginar. Y es válida, además. Es evidente que la obligación ética de un deportista es intentar el triunfo dentro de los límites que el reglamento marca. Algo que se logró aquel domingo, que duda cabe. Vale la celebración.

Ahora bien, ¿qué significó para el fútbol argentino ese triunfo? ¿Qué pasó con la anécdota del bidón, nunca del todo comprobada pero de la que no dejan de jactarse la mayoría de los protagonistas? ¿Cómo elaboramos a la vuelta de los años aquel subcampeonato?

Los resultados importan, claro. Pero importan especialmente mientras la competencia sucede. Una vez que finaliza deberían pasar a ser un elemento más de análisis y no el centro de todo. Si toda la reflexión pasa por quién ganó y quién perdió, dejemos todo en manos de los estadígrafos y pasemos a otro tema. El problema es que perderemos, como hemos perdido, la posibilidad de aprovechar la experiencia para mejorar nuestro fútbol.

La gambeta larga que se transformará en gol de Caniggia. Argentina pasaba de manera inesperada a los cuartos de final.

Se jugó muy mal. Esto no supone ningún pecado. Es algo que puede pasar. Lo que no debería suceder es que se ignore esa realidad, tapada por un mar de vociferaciones apelando al tamaño de las gónadas masculinas, festejando un penal atajado como si fuera una doble pared que termina en gol o, lo más bajo y ruín, festejando divertidos haberle dado a un rival agua contaminada.

Peor aún, seguir haciéndolo treinta años después. Hay una derrota cultural en ese fenómeno. Derrota cultural que ayudó en fenómenos tales como que durante todos los 90 se le diera prioridad en las pruebas de chicos para inferiores a los más altos y potentes por sobre los más bajitos. O en el despido, que aún hoy sucede, de entrenadores de divisiones menores porque no salen campeones. Se terminó de instalar que hay que ganar como sea. Incluso envenenando al marcador de punta contrario. Eso resulta penoso.

El fútbol es bello, entre otras cosas, porque en un ratito pueden convivir obras casi milagrosas y miserias deleznables. Lo importante es diferenciarlas.

Diego-joy

Diego Joy.  Comentarista de Fútbol. Acertado lector de historia, y filosofía. Hincha de Independiente, y del buen juego.