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UN POCO LOCO (DE LA AZOTEA)

27 agosto, 2020

Allá por los años 80, cuando el mundo aún era analógico y yo un pibe, un día descubrí que podía hacer radio desde mi casa.

El sistema era bastante sencillo. Mis viejos habían comprado en Brasil un grabador marca Philco. Éste reproducía casettes de música y también podía grabar los sonidos que uno generaba.

No pasó mucho tiempo hasta que las pavadas que decía, o los sonidos imitando pedos o eructos que grababa, dejaran de tener gracia. Un día, de la nada, empecé a imitar a los locutores y a los conductores de los programas de radio que se escuchaban en casa o en los viajes en auto.

Por ejemplo, aflautaba la voz para decir “Hay mas informaciones para este boletín”, tratando de lograr la voz de Ariel Delgado en Radio Colonia.

Grabar todo eso era divertido, lo patético era cuando retrocedía la cinta del casette TDK y le daba play, y ahí escuchaba el horrible registro de mi voz, el mismo que aún sigo teniendo.

Lo que no sabía en aquella época, es que todo ese chiste de “hacer radio”, no solamente se iba a transformar en una realidad algún dia, sino que todo eso se lo debía a cuatro tipos curiosos que se animaron a hacer la Radio.

Woody Allen. Y una película para los apasionados del éter. Días de Radio, recordar la infancia partiendo de la programación radial cotidiana.

Años después cuando conocí la historia de Los Locos de la Azotea, adopté a Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, Cesar Guerrico y Luis Romero Carranza como mis nuevos superhéroes. Estos hombres inventaron el mejor patio de juegos de mi vida.

Llevo una buena cantidad de años, y sobre todo unas cuantas horas haciendo La Patria Futbolera, programa que tiene al futbol como excusa para hablar de otras cosas tan importantes de la vida. Pero, aun así, cada vez que se enciende un micrófono y el cartel luminoso con letras rojas indica que estamos al AIRE, cierro los ojos y los imagino. Es una película rápida, muda, en blanco y negro que de repente aparece ante mis ojos.

Si me concentro lo suficiente puedo ver a esos 4 hombres ahí abstraídos en la tarea que están realizando, sin saber que la Historia ha entornado la puerta para que ellos puedan meterse.

Mientras el tipo, el mayor de ellos, ata una válvula francesa usada con alambre argentino, los otros 3 jóvenes estudiantes de medicina y de clase alta, seguramente sienten la misma excitación.

Los veo y es como si estuviera ahí con ellos. Hasta me parece escuchar sus diálogos y su respiración. Es el viernes 27 de agosto de 1920. Los 4 tipos están en la azotea del Teatro Coliseo y van a cambiar nuestras vidas para siempre. Donde antes había espectáculos circenses, ahora hay instalada una antena de hilo largo y un transmisor de 5w en el techo.

Susini chequea su reloj europeo, cierra los ojos, toma aire y mira a cada uno de sus compañeros para saber si está todo en orden. Da la indicación precisa a su sobrino Miguel Mujica, quien opera el micrófono sustraído de un auricular para sordos, conectado a un transmisor. Ese es el gesto que pone en marcha todo lo que vendrá.

Todo parece estar en orden. Susini toma ese micrófono entre ambas manos y pronuncia las primeras palabras que se emiten en un programa de radio en el territorio argentino.

Y yo, sigo con los ojos cerrados en el estudio pero aun así, puedo escuchar su voz que se impone por encima del viento y del sonido que sale de un parlante.

Aquella transmisión, que llega desde el pasado como un eco, dura como 3 horas. Es escuchada al menos por 50 personas, y el punto más distante de donde se recibe la señal, es en Santos, Brasil por un operador de radio en un barco.

Mientras Wagner suena en el éter contando las aventuras de Parsifal y su búsqueda del Santo Grial, los 4 muchachos se abrazan y festejan el éxito del experimento. Ninguno de ellos, en sus más delirantes sueños, puede siquiera imaginar en ese preciso momento, que nace el medio de comunicación más fiel y sensible. Aún no saben que esa aventura va a meterlos en la Historia grande, no solo de un país, sino del mundo.

Y de repente empiezo a alejarme, mientras veo como ellos saltan abrazados y gritan en lo alto de aquel mítico edificio.

Cuando vuelvo abrir los ojos y vuelvo a tomar conciencia que estoy nuevamente en la radio, digo mis primeras palabras al aire y la emoción se acomoda ahí cerca dispuesta a salir en cualquier momento.

Jugar en la radio me sirvió para cumplir un sueño, pero principalmente para conocer personas alucinantes, hacer nuevos amigos, escuchar a mi vieja un día contar que mi viejo se emocionó al escucharme por radio y compartir el micrófono con mis hijos.

En definitiva, la radio, que hoy cumple sus primeros cien años, se conecta directamente con aquel pibe de Munro, que se sentaba frente al grabador y mediante un par de botones era capaz de ser un poco loco, un poco loco de la azotea.

La Patria Futbolera. Facebook. https://www.facebook.com/groups/331974270530169

Charly Longarini. La Patria Futbolera. www.onradio.com.ar. Todos los miércoles de 19 a 21 hs.