A mis veintipocos, estaba en una noche de enero que hacía calor, y con poco por hacer, creo que era jueves- me dirá el que lee, a los veintitantos siempre hay algo por hacer, y más de noche-, cosa que es cierta. Pero, la transnoche de copas con señoritas en la casa de un conocido, se había frustrado. Además tras el derrumbe argentino de 2001, faltaba plata para deambular por algún bar quilmeño. Por supuesto que, carecíamos de celulares, y también cable, Netflix. Aburrido me tiré en el sillón, de la casa de mis viejos, y encendí la tv, cinco canales para ver. En lo que sería a partir del 2003, la TV Pública, en el antiguo canal 7, dos presentadores comentaban la película que comenzaría en minutos. De esto quiero hablar.
Una película en blanco y negro
Asumí que el film que comenzaba a ver, era del viejo cine de Hollywood, porque la imagen estaba en blanco y negro, lo primero que se proyectó fue el puente de San Francisco, dando a entender el lugar donde comienza la historia, luego puede verse un ventanal con la inscripción «Spade y Archer», y enseguida al protagonista. Hundido en el asiento de una oficina, y armando con tabaco uno de sus cigarrillos: el detective Sam Spade. Este recibirá a una señorita que busca el paradero de su hermana, que huyó de su casa con un «vivillo» de orígen británico, y oculto aparentemente en San Francisco.
A los 10 minutos ya era parte de la historia de policial negro, aquel policial en la que el delincuente perseguido no es mucho peor que el juez o la policía, o la avaricia de una sociedad basada en la mentira, y el enriquecimiento rápido. La película es El Halcón Maltés, estrenada mes y medio antes, que los japoneses bombardearon Pearl Harbor y obligaran a los yankees a meterse en el conflicto armado más cruel del siglo XX, la segunda guerra mundial. En 1941, dirigida por John Houston– oriundo de Missouri, campeón de boxeo en el sur americano , y pintor callejero en París, en la década del 20-, se estrenó la película que estaba viendo aquella noche de 2002. Para hablar con precisión se proyectó por primera vez, el 20 de Octubre de 1941.
El protagonista era un neoyorkino nacido en navidad, en el mismo año que viera la luz uno de los mejores escritores argentinos, Jorge Luis Borges. Humphrey Deforest Bogart; 25 de Diciembre de 1899, tendrá el papel del detective privado Sam Spade, cínico y descreído de las almas buenas del mundo, pero no menos engañado. La señorita que se sienta en su despacho, -muy bella mujer- Mary Astor, Ruth Wonderly en la ficción, le ha mentido. En realidad busca a su socio, quien porta una estatuilla robada, de fortuna incalculable, El Halcón Maltés. Spade, es un detective, que lejos de la verdad o lo que está bien, busca zafar de situaciones y sacar el máximo provecho. Vale decir que el guión es la adaptación de la tercera novela publicada, de nombre homónimo de Samuel Dashiell Hammet.
El granjero de Maryland
Hammet, nació en el suroeste norteamericano, Maryland, y zafó de dos bravas. La primera fue que se alistó al ejército en la Primera guerra mundial, –Bogart también se alistó, y los alemanes bombardearon un barco en el que él estaba– y la segunda hablando de pandemia, sobrevivió a la gripe española. En 1930 publicó la novela, donde los protagonistas son «vivillos», todos buscan el camino más corto, y enriquecerse es el rumbo, no importa como. Un policial que anticipa el desastre de los años 30, y el sálvese quien pueda. El quiebre de los valores de la antigua sociedad estadounidense, tras la guerra y la caída de los años 30. Más que una justicia impoluta y un detective de alma pura, la tradición del policial negro estadounidense viene a contar de manera discepoliana, que estamos en el mismo lodo, todos manoseados.
Un día como hoy…
14 de enero, moría bajo el sol californiano, víctima de una enfermedad de las que el hombre llama incurable, Humprey Bogart, en 1957. Eisenhower era el Presidente norteamericano, y en Argentina gobernaba la dictadura de Aramburu, la mal llamada Revolución Libertadora. También en enero, el 10, moría Hammet, pero en 1961, año que sería presidente, y posteriormente asesinado, John Fitzgerald Kennedy.
El año pasado se cumplieron 80 años del estreno, de un film que quedó en la historia de los policiales americanos, Bogart continuaría su carrera, que se haría sólida a partir del film de 1942, Casablanca. Con gesto cínico, y la sonrisa de los que ya no tienen nada que perder, porque han sido vencidos, encienda un cigarrillo en su boca, y nos mire Bogart, para recordarnos que antes de tanto cinismo, y dinero sucio hubo un mundo de románticos, habitado por los hombres sensibles de Flores, como en la novela del flaco Dolina.
Matías J. Escot. Docente de Historia . Apasionado por la historia argentina, literatura y política. Columnista Revista Kranear. Autor del libro Escritores en Combate 1.