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Licorice Pizza y la Imposibilidad del Amor

29 abril, 2022

Hacia Viernes Salvajes

Volví a una sala de cine después de dos larguísimos años de pandemia. La última vez vi el Joker, esa película que parecía más del universo Scorsese que de DC.

Extrañaba la oscuridad, la proyección sobre el lienzo, el meterme en una historia sin interrupciones hogareñas. La cita fue con Paul Thomas Anderson y su última opera: Licorice Pizza. Las expectativas eran altas, altísimas. Desde Magnolia, Anderson se convirtió en mi autor favorito. Después de El Hilo Fantasma (Phantom Thread, 2017) estaba esperando su próxima obra.

Cuando en diciembre me enteré que en enero de este incipiente 2022 se estrenaría Licorice Pizza, la manija fue en aumento. De hecho, el saber que se venía la película, ayudó a matizar el final de mis vacaciones.

Amé Licorice. Amé a Alana Haim y a Cooper Hoffman (hijo del enorme Phillip Seymour Hoffman) debutando en la pantalla grande. Amé a Alana Kane y a Gary Valentine (Haim y Hoffman respectivamente). Amé su historia de amor adolescente/juvenil. Los amé desde la primera escena en donde se conocen; y él, con una seguridad que excede sus 15 años y alcanza los 25 de ella, intenta seducirla.

Una hermosa historia de amor, de las más genuinas que he visto en una pantalla. El amor (o la imposibilidad del amor) no es un montaje ni una puesta en escena, parece real. No hay una historia ni una trama que atraviese la película, son ellos en distintas aventuras corriendo por una San Fernando Valley de 1973, rodeados de la fauna más caricaturizada de Hollywood. Con participaciones de Tom Waits, (si, el trovador), Sean Penn y un Bradley Cooper muy amenazador.

Ah, por cierto, la banda de sonido es todo, la mejor de los últimos 20 años. La escena en la que ellos corren de la mano, durante un atardecer, riendo y siendo felices y libres, mientras suena «Life On Mars?» de David Bowie, hace que valga la pena los 133 minutos de la cinta (?). A mi me hubiera gustado que sonara esa canción cuando me enamoré definitivamente. Ahora, en este preciso momento, me parece la canción más romántica del mundo.

No hace falta aclarar que me enamoré de Licorice Pizza. Tiene todos los condimentos de una comedia romántica pero va más allá. No sé si es la mejor película de Paul Thomas Anderson, pero de lo que sí estoy seguro, es que es su película más personal. Sin dudas.


Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.