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HACIA VIERNES SALVAJES

3 septiembre, 2021

«¿Sos escritor? Si te cuento la idea que tengo, te morís. Si yo pongo la idea y vos la escribís, seguro nos llenamos de plata».

A más de un escritor o escritora le habrán dicho esto alguna vez al momento de presentarse como tales. Parece existir la creencia de que, al momento de escribir, lo más importante son las ideas. Es como que está instalado que si tenés una idea, ya tenés lo más importante y lo demás viene solo.

Por supuesto que todo parte de una idea, que pueda ser buena o mala. Pero con eso sólo no alcanza.

Yo les cuento esto: un albañil mata en una pelea al capataz de la obra y se esconde durante mucho tiempo en la mansión donde su novia trabaja de mucama sin que nadie lo advierta. Hasta ahí la idea podría ser buena. Aunque tal vez contada así no suene demasiado atractiva. Quiero decir, si alguien me recomienda un libro y me lo describe así, quizás no lo lea de inmediato.

Bueno. Esta es la idea, o el disparador de la brillante novela Rabia, de Sergio Bizzio. Lo que hace el autor con esa idea, a primera impresión poco atractiva, es alucinante. Ahí es donde el desarrollo de la historia y el oficio del escritor se ponen de manifiesto para agarrar al lector del cuello y no soltarlo hasta el final.

Rabia nos cuenta como José María, aunque le dicen simplemente María, luego de cometer un crimen se las arregla para permanecer oculto en un caserón donde su novia, Rosa, trabaja de personal doméstico. Bizzio narra casi el minuto a minuto de la supervivencia de María dentro de la casa. De cómo se la tiene que rebuscar para comer, para dormir, para ir al baño y mantenerse en todo momento bien alerta.

La casa y sus ocupantes pasan a ser un personaje más de la trama, una amenaza constante para María que siempre parece al borde de ser descubierto. El protagonista se va convirtiendo en un fantasma, en una presencia que solo él puede advertir y así espiar a los moradores de la casa y ser testigo de sus miserias. Ahí es el lector también quien se convierte en ese fantasma espiando las clases altas, esas mismas que en algún momento supieron tener más brillo y hoy tienen zonas oscuras y vacías que son el pasado de aquel tiempo de esplendor.

Al leerla experimenté el vértigo de sus 190 páginas y padecí el encierro. La novela es claustrofóbica y oscura. El autor logra con la pericia de quien sabe contar una buena historia, que el lector empatice con María aun habiendo cometido un crimen. En eso me recordó a Marion Crane en Psicosis, quien había robado dinero de su trabajo y se escapaba con éste. Uno, inevitablemente, no puede evitar ponerse del lado del protagonista, aunque haya cometido un ilícito.

Contó alguna vez Sergio Bizzio, que la trama de la novela se le ocurrió mientras esperaba a una novia en la esquina de Rodríguez Peña y Alvear, barrio de Recoleta, y quedó cautivado por la enorme casa que allí se erige al día de hoy. Que parecía que la casa  escondía una presencia oscura que se movía por toda su extensión.

Rabia fue publicada en 2004 con un éxito considerable. Luego, en 2009, tuvo una adaptación cinematográfica, pero para muchos Parasite, la película ganadora del Oscar, se le parece bastante.

Editó Interzona y se la consigue en casi todas las librerías.

Denle una oportunidad a Rabia y sean fantasmas durante un hermoso rato de lectura.

Charly Longarini. Escritor y Periodista. Lo escuchás en La Patria Futbolera. Miércoles de 19 a 21 hs.