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HACIA VIERNES SALVAJES

30 julio, 2021

MASSACRE, EL MAMUT DEL ROCK

– ¿Lo escuchaste a Mario (Pergolini) hoy? Presentó el último disco de Massacre con ellos en el piso. En un momento les dice:»¿ustedes son conscientes del disco que acaban de sacar?».

Así me contó un primo apenas llegué un viernes de 2007 a una reunión familiar. Era la segunda persona que me contaba lo mismo en lo que iba de la tarde. Estaba excitado, alegre. Casi que se podía sentir en el aire la sensación de triunfo, esa emoción que nos embarga cada vez que la pega alguno de los nuestros. Seguimos tomando cerveza y hablando de rock.

Al día siguiente busqué en Internet esa entrevista y escuché los 42 minutos completos que duraba. El conductor y los integrantes de la banda picaron el disco en vivo. Tanto uno como los otros parecían muy exultantes por el resultado final de El Mamut. No era para menos. No sólo era (es) un disco enorme, si no que estoy convencido que en aquel estudio de radio de la Rock & Pop, todos podían sospechar lo que le esperaba a la banda que la venía peleando hacia 20 años.

Apenas cobré corrí a comprarme el CD. Y lo gasté. Lo disfruté por partida doble. Por un lado realmente es una gran obra musical. Para mi está en un podio que podría ser polémico para muchos cultores del rock nacional. Por otro lado, celebré que aquella banda que escuché por primera vez allá por el año 1990, por fin llegaba a jugar en primera.

En aquella oportunidad, cuando todavía se llamaban Massacre Palestina, fue un compañero de secundaria que me pasó un TDK mal grabado con una calidad de sonido pésimo. Lo escuché tanto que le terminé tomando cariño. Había algo en la banda que me gustó de entrada, esa onda alternativa que no se parecía a nada pero que al mismo tiempo sonaba bien contemporánea de aquellos primeros años de la década del 90. Escucharlos una y otra vez me despertaban unas ganas tremendas de agarrar un skate y patear las calles de mi barrio.

Con el tiempo, Massacre, fue la banda de la que le contaba a todo el mundo que curtía el palo del rock, pero que nadie parecía conocer. Cuando llegó la era del CD, empecé a seguirlos más de cerca y a sentirlos propios. Escuchar y seguir a Massacre en los 90 era como ser hincha de un equipo chico, había que andar explicando mucho a la gente.

Las bandas que habían empezado a la par de ellos habían alcanzado el éxito más temprano y los Massacre siempre parecían destinados al fracaso comercial, a quedarse atrás, a no poder llegar siquiera a un Obras. Con el tiempo se transformó en una banda de culto de la que músicos y prensa especializada hablaban muy bien pero parecía que no los escuchaba nadie.

Por eso, cuando mi primo me contó el episodio radial de aquella mañana supe que había llegado el momento, que por fin Massacre había conseguido el ascenso a Primera.

El Mamut es un quiebre en su carrera. No sólo en ventas y en la alta rotación de sus canciones, también les cambió la manera de grabar un disco. Los dedos mágicos de Juanchi Baleiron, desde la producción, pusieron a la voz de Walas bien adelante, bien al frente. Hasta ese momento era el frontman solamente en los escenarios, pero en los discos era un instrumento más.

El disco suena increíble, muy profesional. El Mamut también le dió a la banda la posibilidad del estribillo, algo que hasta entonces su inexistencia era casi un sello.

Hoy, a la distancia, casi catorce años después es como un grandes éxitos. Con ese disco me pasa lo mismo que con El Amor Después Del Amor, de Fito. Son todos hits.

Años después fui a un Quilmes Rock y los vi en vivo, el mismo día que cerraba Kiss. Ahí sellé mi fanatismo para siempre.

De chico quería ser como Walas. Hoy flasheo ser él.

Massacre es una banda de rock por donde se la mire. Es una banda de forajidos, que montados en skates y armados con guitarras filosas y tonos pesados, van sacudiendo la escena a su paso a pura psicodelia. Son personajes escapados de las películas de John Carpenter, que en lugar de portar armas, disparan distorsiones de destrucción masiva.

A pesar de su profesionalismo, mantienen la esencia ganada a base de aguante en los sótanos de nuestro rock. Y ahora que surfean en la superficie, traen desde las profundidades todo su arsenal de performances incendiarias y absurdas, calzados con gorros, trajes y muñecos vintage. Todos esos elementos son vestigios del Parakultural y postales de una época donde sus canciones giraban en cassettes grabados, que pasaban de mano en mano.

Massacre siempre fue el futuro del rock. Y el futuro, como dijeron los redondos, llegó hace rato.

Charly Longarini. Escritor y Periodista. Lo escuchás en La Patria Futbolera. Miércoles de 19 a 21. En www.onradio.com