«En diciembre de 1978 hice el amor con una muchacha punk. Decir “hice el amor” es un decir, porque el amor ya estaba hecho…» así empieza Muchacha Punk, el cuento que lo catapultó a Fogwil a la fama.
A mi me pasó todo lo contrario. No lo de la fama, hablo de hacer el amor con la muchacha punk. Lamentablemente no se me dió.
Era 1994, cursaba el 5to y último año de la secundaria. En 4to apareció una piba que enseguida nos llamó la atención a todos. «La Ramonera» la bautizamos. Llevaba siempre, o casi siempre, remeras de la banda neoyorkina.
Tenía el pelo teñido de negro azabache, como muchas de las chicas de aquella época, y flequillo. Tenía la piel muy blanca, como la de esas personas que se niegan a tomar sol, y los ojos más azules que yo había visto en mi vida. No recuerdo si tenía pecas pero sé que era preciosa.
Yo quería acercarme a ella pero no tenía herramientas para hacerlo. Ya de por si me costaba bastante acercarme a las chicas. Entonces se me ocurrió que los Ramones podrían ser una buena excusa. Encima era medio antipática, algo parca y a veces mala onda, por lo tanto el desafío era aún mayor. Y eso me gustaba más.
Claro, pero en los 90 estábamos aún en una era analógica. Internet todavía no era la red de información que es hoy en día. Ni siquiera era masiva, solo había en algunas universidades. No me quedó otra que empezar a rescatar datos de donde fuera.
Hasta ese momento ni siquiera había escuchado algo de los Ramones. Para mí, desde la más pura ignorancia, eran una banda de heavy metal. Enorme sorpresa me llevé cuando entré a una disquería al sábado siguiente y busqué el último disco de la banda, Acid Eaters. Habitualmente, para conocer algún artista en particular, si nadie sabe recomendarme algún disco, suelo escuchar el último editado porque entiendo que es el de mayor calidad, al menos de sonido, o el primero, porque creo que es el más mítico.
Cuando el tipo de la disqueria le dió play al reproductor de CD, por los auriculares que ya me había colocado, empezó a sonar la melodía más dulce y aguerrida que había escuchado. Me sorprendió el sonido de la banda que creía más pesada. Había distorsión, había rapidez, había furia pero sobraba belleza. «Journey to the Center of the Mind» me quemó la cabeza. La melodía me sonaba a los 60, eran unos Beach Boys zarpados en escabio. Terminé de escuchar el disco, agradecí y me fui a mi casa.
Empecé a revisar las revistas que había en casa, a chusmear en las que tenían mis amigos sin decirles para que compilada la información. Recortaba y pegaba todo en un cuaderno como si fuera un fanzine. Hoy basta con hacer un clic en un celular y listo.
Junto a la estación de Munro había un local de computación que grababa CDs en casetes. De a poco fui pidiendo que me grabe discos de los Ramones. Así escuché el hermoso primer disco Ramones, luego Rocket To Russia, End Of The Century, Brain Drain y Mondo Bizarro. Quizás alguno más también pero no recuerdo.
Pasé tanto tiempo en el mundo ramone que me enamoré de su música. Con los años compré libros y revistas, vi documentales y videoclips, compré CDs y algunos posters. Por supuesto vestí, y visto aun hoy en día, remeras de la banda. Solo me faltó verlos en vivo. Y eso que se cansaron de meter gente apretada en Obras mil veces. Y las giras multitudinarias a lo largo del país. Nunca me convertí en un experto pero si me considero muy fan.
Hace poco, en Facebook escribí esto que siento desde las entrañas:
«Cuando ya no esté, y si a mis hijos les pasa eso de acordarse de mí cuando escuchen música, ojalá que sea con los Ramones.»
Ah, no conté que pasó con la Ramonera. Cuando por fin obtuve la información que consideraba necesaria para poder acercarme a ella y no hacer papelones, se cambió de escuela. Nunca supe a donde fue. Un poco con las ganas me quedé, no voy a fingir un superado, pero al menos me dejó a los Ramones, la banda de sonido que me acompaña desde hace veintisiete años.
Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.