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HACIA VIERNES SALVAJES

1 octubre, 2021

1. Miedos de alcantarilla

Un barquito de papel, que corre junto al cordón de la vereda en medio de una tormenta, y luego cae en las fauces de una alcantarilla, da inicio a la historia que más miedo me dio al leer.

Estoy hablando de IT, de Stephen King.

Llegué a esta novela algunos meses después de haber leído Cementerio De Animales en mis vacaciones en las sierras de Córdoba. Alojado en un  hotel que se parecía en parte al Overlook, descubrí que Stephen King era el autor de la novela que había inspirado la película El Resplandor, de Stanley Kubrick. Es decir, ese febrero me hice fan de King, o “lector constante” como a él y a nosotros nos gusta llamarnos.

Tiempo despues de eso, en una de las tantas incursiones al videoclub, alquilé la película IT para asustar a mi hermano, que le tenía más miedo a los payasos que yo. Pero apenas empezó, él se fue a dormir y me dejó solo mirando las desventuras de un grupo de chicos escapando del mal. Cuando descubrí que Stephen King era también el autor de la novela que había inspirado ese telefilme, quise leer el libro de inmediato.

2. Librerías en Munro

En Munro nunca abundaron las librerías. Había dos, hasta donde recuerdo. En una de ellas, que en gran parte del año se especializaba en textos escolares nuevos y usados, entré a preguntar por la novela del payaso de Derry. Pasé directamente al mostrador y se lo solicité al vendedor. El muchacho, joven, alto y de cara cubierta con acné, me miró y sin decir palabra fue a buscar el libro al depósito. A los pocos minutos volvió con un libro del tamaño de un ladrillo. Era enorme. Yo había creído hasta ese momento que IT sería de la misma extensión de Cementerio de Animales, unas trescientas páginas más o menos. Pero no, el vendedor había dejado caer el bodoque de tapas y páginas sobre el mostrador provocando un estruendo hueco y pesado. Acá la cuestión era enfrentarse a más de novecientas páginas, el triple casi. Pedí permiso para revisarlo y me di cuenta que era un libro que iba a exigirme al máximo. Era pesado desde la manipulación y era el texto más extenso al que me iba a embarcar en su lectura. Me indicó el precio sin demasiada amabilidad, pero como no tenía dinero en ese momento agradecí y me despedí prometiendo volver, comportamiento que de vez en cuando sigo repitiendo.

La segunda vez que volví a pasar por la librería, ya a punto de comprarlo aunque me faltaban algunos pesos a los ya ahorrados, lo hice para asegurarme que todavía lo tenían. No llegué al mostrador esa vez, me había quedado entretenido mirando las novedades en una mesa. A los pocos minutos de estar chusmeando libros alguien me preguntó a mi lado:

¿Che, tenés una moneda?

Mi respuesta fue seca e instantánea. Negué con la cabeza. Mas por la sorpresa que por desprecio. El flaco, más alto que yo y de apariencia mayor, insistió.

¿Seguro que no tenés? Mirá que si te reviso y te encuentro…

No me vas a revisar nada. Te dije que no tengo, respondí enojado sin saber de dónde había sacado de repente tanto coraje.

El flaco me miró, miró hacia afuera y se volvió a mí y me dijo en voz baja muy clara: a vos nunca te pegaron un tiro en la cabeza, no?

Ahí me asusté. Quedé paralizado. El tipo se quedó unos segundos eternos y salió hacia el lado de la Avenida Mitre. Salí corriendo hacia el otro lado, en dirección a mi casa. Aquella vez llegué con el corazón en la boca.

Cuando fui a comprarlo, algunas semanas después, que ya tenía el dinero suficiente para hacerlo, entré directamente hacia el mostrador, se lo pedí al muchacho, mientras me lo traía yo miraba hacia todos lados, me lo dio, me preguntó si lo quería envolver para regalo, le respondí con algo de orgullo que era para mí, el vendedor arqueó las cejas como si no me creyera capaz de meterme con semejante libro, lo pagué en caja y me lo entregaron en una bolsa roja lisa. Abracé el libro con euforia y desesperación, y una vez que gané la calle, corrí como la vez anterior.

Apenas llegué a mi casa, lo dejé con bolsa y todo sobre la cama, aun no tenía biblioteca. Cada vez que entraba al dormitorio, lo sacaba de la bolsa lo agarraba, pasaba las hojas, sentía el olor que expedía y lo abrazaba con mucha excitación. Ya para entonces, y sin siquiera haber leído una sola oración, el libro ya me había generado una atracción muy fuerte.

La tapa era muy magnética. Sobre un color negro se recortaba, en grandes letras de molde de color gris, el nombre de Stephen King. Debajo, en la misma tipografía, pero con letras más grandes y de color rojo se destacaba el titulo IT. Mas abajo, luego de la palabra ESO, a modo de traducción y bajada, la imagen nos mostraba un barquito de papel yendo de derecha a izquierda, navegando por una calle, a punto de caer en las rejas de un tragatormentas, desde donde surgían un par de dedos como si fueran parte de unas garras siniestras.

3. IT, un libro que no te deja dormir

Ese viernes, cuando todos en casa se fueron a dormir, me encerré en el baño y empecé a leer IT.

La escena del barquito, perseguido por el pequeño Georgie, que es el primer personaje en enfrentarse a Eso, ocupa las primeras páginas de la novela. Novela que jamás pude dejar hasta el final pero que durante las horas del día hacia el esfuerzo supremo de esperar hasta la noche para disfrutarlo mejor. Pero eso si, esa primera noche me fui a dormir con la luz encendida.

IT habla de dos grandes temas. Por un lado, el fin de la infancia. Y por el otro, de los miedos, del terror humano. Por supuesto que para hablar de todo esto, Stephen King creó un grupo de amigos, que están por entrar en la pubertad y que, además, son lo que podríamos llamar los discriminados del pueblo. Ellos se autodenominan Los Perdedores. Sus historias son totalmente distintas, pero en algún lugar se emparentan. Y ellos van a ser hostigados y acosados por Eso, una fuerza maligna que casi siempre adopta la imagen de Pennywise, el payaso saltarín.

Es la novela más icónica de Stephen King, quizás la más icónica del género del terror. Es inevitable que si uno piensa en terror, piensa en King, y si uno piensa en él, irremediablemente cae en IT. La novela, publicada en 1984 y el telefilme que la adaptó en 1990, aquél donde Tim Curry interpretaba al payaso siniestro, dejaron una huella muy importante en el imaginario cultural. Pennywise entró al panteón de los monstruos modernos tal como lo hicieron Michael Myers (Halloween), Jason Voorhees (Viernes 13), Freddy Krueger (Nightmare on Elm Street), Leatherface (The Texas Chainsaw Massacre) y Chucky entre otros.

La novela no está escrita en forma lineal. La trama va y vuelve del presente al pasado, y viceversa. Somos testigos de cómo el club de los perdedores integrados por Bill, Ben, Beverly, Stanley, Mike, Eddie y Richie, se enfrentan al miedo y al mal en dos oportunidades. Primero lo hacen cuando son niños y luego en la adultez, veintisiete años después. En aquel primer contacto que tuvieron con Eso logran detenerlo, pero no erradicarlo. Saben que se mueve en ciclos y que ya volverá en el futuro. Pasan tantos años entre un tiempo y otro que prácticamente habían olvidado gran parte de todo aquello que vivieron cuando eran niños. Deben librar una doble batalla: contra su propio pasado (los demonios de sus territorios personales) y contra Eso.

4. Mil Páginas y muchas emociones

El pueblo ficticio de Derry, es otro gran personaje en la novela. Su escenario natural, sus habitantes, sus secretos, sus niños desaparecidos y sus muertes son mucho más que un decorado en dónde situar la historia macabra. El pueblo tiene una presencia tan fuerte que es prácticamente tan protagonista como los perdedores y Eso.

Eso, es una entidad ancestral que cayó del cielo, como un meteorito, en el preciso lugar en donde millones de años después se emplazaría el pueblo de Derry. Podemos suponer que es de origen extraterrestre, al igual que los Tommyknockers, novela de King publicada tres años después de IT. Vale decir que de Eso se desconoce su verdadero aspecto físico, aunque suele tomar la forma del payaso o de aquello que aterra a quien ataca. Aparentemente se mueve en ciclos de cada veintisiete años. Una vez que despierta, mata en su mayoría niños y luego de saciar su hambre hiberna por un largo periodo de tiempo.

La novela me estremeció en varios pasajes, a veces tan solo leyendo un párrafo. La que más recuerdo era como el narrador describía como un padre torturaba a su hijo apretándole la cabeza con una morsa. Se me cayeron un par de lágrimas con esa imagen. No me lo olvido más.

Y Henry Bowers, el matón de Derry, que les hace buylling con mucha violencia a los protagonistas, siempre tuvo en mi cabeza la cara del tipo que me apuró en la librería. Y debo reconocer que festejé con puño apretado cuando terminó muy mal.

IT es la novela que más me emocionó en varios sentidos. Son como mil páginas, aunque depende de la edición, pero se lee muy rápido.

Yo, si volviera a leerla, lo haría como lo hice la primera vez: sólo por la noche, aunque tenga que irme a dormir con la luz encendida.

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Mientras escribí esto, escuché la banda de sonido oficial de IT (2017), a cargo de Benjamin Wallfisch. Se las recomiendo para tenerla de fondo al leer IT.


Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.