Saltar al contenido

EL TIMBRE DE SALIDA ROMPIÓ LA CLASE

27 mayo, 2021

El timbre de salida rompió la clase. Mis compañeros y compañeras juntaron sus cosas para empezar a
salir en forma desordenada del aula.

—Longarini, usted quédese, por favor.

Me lo pidió la profesora de Literatura. El resto de la clase exclamó burlándose porque a lo mejor creían
se venía algún llamado de atención. Yo también creí lo mismo. Pero por otro lado estaba tranquilo
porque en esa materia era buen alumno, no así en las demás.

Me acerqué al escritorio en estado de alerta pero con mucha curiosidad. La profesora guardaba sus
pertenencias en un carterón de cuero. Cuando terminó ya no quedaba nadie más en el aula.

—¿Usted leyó a Conti? —me preguntó sin mirarme.

—¿Conti?

—Si, a Haroldo Conti.

Negué con la cabeza. Sabía que era un escritor, lo había escuchado nombrar algunas veces cuando se
hablaba de los desaparecidos de la última dictadura. Pero no había leído nada de él.

—Longarini, leí el cuento que presentó en el concurso. Creo que debería leer Mascaró, el Cazador
Americano.

—Bueno, gracias.

Sin más, dijo buenas tardes y se retiró.

Camino a casa pasé por la librería de la avenida y pregunté por Mascaró. Quise comprarlo pero no me
alcanzaba la plata. Sin embargo pude hojearlo un rato, sentirlo en mis manos, olerlo. Leí su
contratapa y ahí creí entender porque me lo había recomendado la profesora de Literatura. En la
novela había un circo que revolucionaba a los habitantes de los pueblos por donde pasaba.

En el cuento, que yo había escrito y presentado en el concurso literario que organizaba el centro de
estudiantes, un viejo mago y su nieta recorrían los pueblos de la provincia, y mediante ilusiones, les
mostraba a los asistentes de todo lo que iba a pasar en el pueblo si no se organizaban.

Así entró Conti a mi vida. Así leí tiempo después Mascaró y algunos de sus cuentos.

Cada vez que llega alguna fecha significativa con la Memoria, esa palabra con M mayúscula, esa
Memoria que nos convoca a reconstruir un pasado irreversible pero que nos alienta a construir un
futuro más sano, siempre pienso en los escritores que no pudieron sobrevivir al terrorismo de estado.

Porque más allá de pensar en todo por lo que tuvieron que pasar, se me da por imaginar en todo
aquello que no pudieron continuar, en todas las obras que quedaron truncas en el tiempo.

Y con Haroldo Conti me pasa exactamente eso.

Basta recorrer su obra que arranca en 1962 con su primera novela Sudeste y termina en 1975 con
Mascaró y el libro de cuentos La Balada del Álamo Carolina.

Trece años de una obra breve pero absolutamente poderosa y sólida.

¿Se imaginan todo lo que podría haber escrito durante los cuarenta y seis años siguientes hasta el
día de hoy? Yo no puedo, a mí me cuesta dimensionar esa obra suspendida en el Tiempo.

Por eso, aún hoy, le sigo eternamente agradecido a mi profesora de Literatura. Sin aquella intervención,
tal vez, Conti para mi seguiría siendo tan sólo un nombre suelto en el viento.

Charly Longarini. Literatura y Periodismo en La Patria Futbolera. Miércoles de 19 a 21 hs.