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EL TIEMPO DE NUESTRA VIDA

25 diciembre, 2022

El primer recuerdo en el que se entremezcla futbol y familia en mi vida es de la final de México 86. Vivía con mis viejos y mi abuela Haydee que ese día como todos los domingos hizo ñoquis con estofado. Proust evidentemente tiene razón con eso de que a la infancia no hay con que darle. Nunca en casi cuatro décadas volví a probar unos ñoquis como los que con sus manos amasaba la abuela Haydee en nuestra casa de Dock Sud.

I

Del partido con Inglaterra y la fundacional gesta maradoniana no tengo ningún recuerdo nítido más allá de que recuerdo un clima de fervor colectivo producto de los dos goles de Diego, el de la mano de dios y el gol más hermoso de todos los tiempos. De lo que si me acuerdo es del partidazo que por cuartos de final jugaron Brasil y Francia que termino con la victoria del equipo galo en la tanda de penales. El primer partido que vi en mi vida sentado desde el inicio hasta el final fue la semifinal entre Argentina y Bélgica que termino con la victoria inobjetable del equipo de Carlos Salvador Bilardo con dos goles extraordinarios de Diego.

De aquella final con Alemania recuerdo el clima de expectación que había en la calle cuando salí con mi viejo a comprar unas galletitas para el desayuno de la mañana. Se me vienen a la mente la tapa del diario Clarín que anunciaba la inminencia del partido y esos titulares catástrofe que daban cuenta de la trascendencia del evento. Mientras mi viejo a la mañana giraba las perillas de la radio yo observaba como todos los domingos el ritual de mi abuela amasando los ñoquis y como lentamente la cocina se llenaba de harina. Cada tanto recuerdo sus manos llenas de arrugas sosteniendo ese palo de amasar que a mis ojos era enorme. Como todo recuerdo los míos están llenos de lagunas. La memoria por momentos se interrumpe y ya estamos los cuatro almorzando mientras se desarrolla el partido. Recuerdo el gol del tata Brown tras el centro de Burruchaga y la posterior lesión del tata. Mi vieja pidiendo a gritos indignada que Bilardo lo reemplazara por un defensor sano luego de su lesión en el brazo.

Mi viejo gritando como un poseído el segundo gol de Valdano. En el segundo tiempo la incredulidad ante los dos cabezazos en el área que empataban un partido increíble y sobre el final esa pincelada mágica de Diego para que Burru en una corrida memorable decretara uno de los momentos más importantes de la historia del futbol argentino.  Tres meses después de esa celebración inolvidable que me cambio la vida mi abuela Haydee se moría producto de una serie de complicaciones derivadas de su diabetes. Todavía me acuerdo de ese día. Estaba con mi papa y mi mama en el Fiorito esperando un parte médico. En un momento los médicos llamaron a mis viejos y ellos con buen tino me pidieron que me quedara un poco alejado para no presenciar la conversación que sostenían con los doctores. Todavía hoy veo la cabeza de mi vieja apoyada sobre los hombros de mi viejo. Ese día conocí a la muerte en primera persona sin que nadie me la presentara.

II

Cuatro años después vería solo la final de Italia 90. Otra vez contra Alemania pero esta vez no habría final feliz. Esa armada brancaleone dirigida por Bilardo llegaba desmembrada después de los épicos partidos con Brasil, Yugoslavia e Italia. Goycochea y Caniggia habían ocupado el rol de héroes primarios junto a Diego que ya a esa altura oficiaba de prócer absoluto del futbol argentino. Por esa época mis viejos estaban separados compartiendo techo y yo en la pelea había tomado partido por mi vieja así que a mi papa no le daba mucha bola. Recuerdo que junto a mi mama nos fuimos a la casa rosada recibir a Argentina luego de la derrota por 1 a 0 en la final con gol de Andreas Brehme de penal. Desde 1990 hasta 2014 durante 24 eternos años solo se sucedieron un innumerable número de frustraciones futbolísticas ante cada cita mundialista.

Desde el dopping de Diego en USA 94 hasta la frustración de selecciones que a mi criterio podrían haber pelear el torneo y fueron injustamente eliminadas como las de Francia 98 y las de Alemania 2006 pasando por equipos que no dieron la talla como fue el caso de Corea- Japón en 2002 o de Sudáfrica en 2010. Cada mundial fue una cita con la tristeza y la melancolía de un tiempo hermoso que nunca regresaría. En 2014 había sido papa de Julián hacia muy poco tiempo así que el influjo de esa paternidad nobel le había agregado un condimento emocional muy fuerte al mundial disputado en Brasil.

El austero y noble equipo de Alejandro Sabella había llegado con lo justo a la final que otra vez nos enfrentaba a Alemania. Igual que en el partido decisivo disputado en 1990 Argentina volvió a jugar con su vestimenta azul e igual que 24 años atrás volvimos a perder un partido imposible. Los dirigidos por el inolvidable Sabella fueron superiores durante gran parte del juego al equipo germano pero sobre el final del tiempo extra Mario Gotze definió de manera inapelable haciendo inútil el esfuerzo de Sergio Romero para evitar lo que sería el 1-0 definitivo que nos condenaría a una ola de tristeza colectiva como nunca antes había experimentado.

III

Ocho años después de la frustración del Maracaná, 32 años después de la frustración del estadio olímpico de Roma y 36 años después de la consagración en el estadio Azteca me encontraba a mis 44 años expectante y ansioso como un niño ante esta final que enfrentaba a la Argentina de Messi frente a la Francia de Mbappé. Todo este mundial de Qatar estuvo rodeado de condimentos especiales. El día que empezó nomas haciendo zapping antes del inaugural partido Ecuador Qatar nos desayunamos con la muerte de Hebe. Como si no fuera suficiente tristeza y nostalgia la muerte de Diego hace dos años ahora se sumaba la tristeza irreparable que me genero la partida del principal icono en la lucha por los derechos humanos en nuestro país.

En la etapa final del mundial falleció Guillermo, el papa de Vero, mi mujer. Vimos en casa los partidos con Países Bajos y con Croacia en estado de emoción violenta. Íbamos y veníamos del Hospital Italiano a casa. Mal dormidos esperando una llamada telefónica. Entre todo ese torbellino nos hacíamos tiempo para pensar en Messi , Julián Álvarez y compañía. Algunas personas  pueden llamarle a esta reacción escapismo o manía, pero para nosotros fue una manera de retomar fuerzas y acumular esperanzas.

IV

Vero acompaño a su papa hasta su última exhalación vital diciéndole al oído cuanto lo amaba y acompañándolo en ese tránsito final. Un gesto amoroso que nunca olvidare. Así llegamos a la final con Francia. La vimos con Julián y Vero en nuestra casa. Sebastián la vio con su papa en Berazategui. Me levanté a las 8 de la mañana y para matar los nervios me puse a hacer ñoquis con estofado. Así estuve hasta que empezó el partido. Picando cebolla y preparando las pastas. Sin darme cuenta emule a mi abuela que 36 años me había dado indicios de un ritual que debía prolongarse en el tiempo. El partido fue muy similar al de esa final en el Azteca.

Argentina dominando las acciones durante la mayor parte del juego hasta que Francia en una ráfaga lo empato y casi lo gana. Los críticos no dudaron por unanimidad en catalogar a esta final como la mejor en la historia de los mundiales. Cuando Messi marco el tercer gol de Argentina nos tiramos al piso con Julián y llorando nos dijimos que nos amábamos. Nunca fui tan consciente de estar participando de la construcción de un recuerdo que quedaría para siempre en la memoria de mi hijo. Vero miraba a la ventana y al cielo. Cuando la vimos fuimos a abrazarla y nos fundimos los tres en un abrazo que se prolongó hasta el penal final de cachete Montiel.

Ese abrazo abrió un portal temporal y aparecieron gracias al milagro del amor mi abuela, mi viejo, Diego, Hebe, Guillermo. Nuestros muertos queridos participando de ese abrazo. Por eso me gusta tanto el futbol, porque es el lugar en donde se puede ser feliz con poquito y donde se puede a su vez hacer convivir al pasado con el presente y el futuro. Un huracán de alegría en donde la muerte es estéril y que nos da la fuerza que necesitamos para seguir adelante.

A las doce de la noche del 24 voy a celebrar nuestra tercera estrella y brindar por Messi y los suyos, por los ñoquis de mi abuela, por mis hijos que son campeones del mundo y por Vero y su papa. Cuando pierda la fe ya sé dónde inspirarme para recuperarla.

Salud

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JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)

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