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ANDY FLETCHER: LOS 80′ HAN MUERTO

3 junio, 2022

Hacia Viernes Salvajes

La puerta hace un ruido estruendoso al cerrarse con fuerza. No se cierra sola, desde luego. El que la cierra es un joven que sale corriendo desde adentro, se sube a una bicicleta y sale disparado hacia su casa. Ese es Martin. No Martín, es Martin, porque estamos en un rincón de Inglaterra.

En una mano lleva un disco envuelto en papel madera. El viento del otoño le pega fuerte en la cara y le desordena un poco el pelo. Va por las calles del suburbio como alma que lleva el diablo. No es una emergencia, vale aclararlo. Va a toda velocidad porque le gana la ansiedad en cada esquina. Se apura esquivando autos detenidos en los semáforos y gambetea charcos casi al borde de caerse en cada maniobra. Necesita llegar a su casa cuando antes. No le urge ir al baño, nada de eso. Su necesidad es algo mucho más superficial pero al mismo tiempo tiene toda la importancia de lo trascendental.

Ya casi no tiene aire en los pulmones. La violencia con la que golpea los pedales hacen que le duela las rodillas. Pero a pesar de todo eso está decidido a llegar rápido.

En su casa lo esperan Andrew y David. Ambos ya se deben haber tomado todas las cervezas y fumado todos los cigarrillos. Para ellos la ansiedad también es incontrolable. Vince no está. Hace rato que está enojado, como hinchado las pelotas. Él también tendría que estar ahí esperando la llegada de Martin. Es más, sin él nada de lo que está pasando (y pasará) tendría sentido. Pero ya hace un tiempo largo que parece tener más de un pie afuera de la banda.

Andrew camina por el living alrededor de la mesa ratona y cada tanto sube la persiana para ver hacia afuera. Espera la llegada inminente de Martin, pero en realidad al que espera es a Vince, su amigo, su socio con el que empezó esta locura hace cuatro años.

David, fumando, está acostado en el sillón y lo mira a Andrew como si lo estudiara. Él está tan ansioso como su amigo pero intenta relajarse. Por eso canta (una y otra vez) aquella canción que entonaba cuando lo conocieron: Heroes, de David Bowie.

De repente se escucha un ruido de frenos ahí afuera. Andrew se acerca a la puerta y la abre. Martin deja tirada la bicicleta en la vereda y entra a la casa casi sin aire en los pulmones. Una vez que atraviesa el umbral, David se pone de pie y apura el paso hacia Andrew y Martin que se miran con expectativa.

Martin abre cuidadosamente el paquete de papel madera que lleva en las manos y deja al descubierto un disco de vinilo. Los tres se miran y se les dibuja la alegría en las bocas. Se palmean, se abrazan, gritan de extasis. Andrew sigue mirando hacia la puerta que aún permanece abierta pero Vince no aparece. «Maldición».

La tapa es roja, como el fondo de la fotografía que ocupa toda la imagen. Delante, bajo una especie de celofán, se erige un cisne sobre lo que parece un nido. Una imagen que grafica el nacimiento de una banda y de un sonido que dominarán los años por venir.

Vince no llega, Vince no está. No va a venir, está claro. Ya está en otra.

Martin, aún jadeando, Andrew, mirando la puerta, y David, tarareando a Bowie, permanecen de pie en medio del living con el álbum en la mano, donde se lee el nombre de la banda Depeche Mode y el nombre del disco Speak & Spell.

Es la tarde del 5 de octubre. Es 1981, si. Pero nadie sabe aún, que ahí, en las afueras de Basildon, en el estado de Essex, al este de Londres, Inglaterra hoy empiezan por fin los años 80’s.

(Dedicado a la memoria de Andrew Fletcher, uno de mis héroes ochentosos)


Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.