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SER NUEVAMENTE CAMPEONES DEL MUNDO

19 diciembre, 2022

Ese día salí a la calle como cada domingo, corriendo y con el cuerpo lleno de energía para jugar. En la cuadra no encontré a ninguno de mis amigos, así que los fui a buscar a la esquina. Tampoco estaban ahí. El día se presentaba nublado pero sin amenazas de lluvias reales. Permanecí de pie unos minutos esperando que apareciera alguno de los pibes, pero nada. Era todo muy extraño, incluso se veía poca gente deambulando. Hasta que de repente, por la calle, un señor en bicicleta pasó a mi lado y me preguntó: «¿que hacés que no estás viendo el partido?». «¿Qué partido?», pregunté en mi inocencia. «La final del mundial, juega Argentina».

No sé si dimensioné lo que me dijo pero, por las dudas, entré corriendo a mi casa porque entendí que me estaba perdiendo de algo importante. Supongo que mis viejos, mis abuelos paternos y mi hermano estaban sentados frente a la TV de color en la cocina de mis abuelos, la verdad no tengo un recuerdo claro. Y me debo haber sentado junto a ellos, sin que hoy pueda tener algún recuerdo de aquel día más allá de los festejos y la gente feliz en las calles. Ese domingo era el 29 de junio de 1986, yo acababa de cumplir diez años y el fútbol aún no era un tema en mi vida. Me importaba muy poco, en realidad. Hoy, cerca del mediodía, tuve ganas de agarrar una bicicleta y salir a dar unas vueltas por el barrio.

Quería ver si encontraba a algún pibe en alguna esquina esperando a sus amigos y decirle que hoy se jugaba la final entre Argentina y Francia, que era el último partido de Messi durante un mundial, que a lo mejor se trataba de su última actuación con el traje de la selección. Aprovechar ese momento y decirle que días como estos en la vida no se vuelven a repetir, que cuando la alegría se presenta hay que aprovechar para sonreír y celebrar, que después la vida se encarga de hacerte duro frente al dolor de la muerte, al amor no correspondido, al corazón roto, a la frustración de lo que pudo haber sido y no fue.

Contarle que en una de esas después le va a gustar mucho el fútbol y que por unos cuantos años no va a poder ver festejar un campeonato del mundo con su país, que se va a arrepentir de no disfrutar este momento porque cuando lo dimensione va a ser tarde.

Que los mundiales siguientes seguro los iba a sufrir en su casa, compartirlo con los compañeros del secundario, con su viejo, que por ahí algún partido lo va a agarrar laburando en un supermercado, que en una de esas una definición por penales con Inglaterra va a tener que vivirlo en estación Once entre desconocidos, que algún día se va a enamorar y que los mundiales siguientes lo va a compartir con la misma persona, que algún día llegarán los hijos y compartir un mundial con ellos va a ser la experiencia más cercana a jugarlo, que va a haber finales perdidas, que va a haber épica, que va a surgir de esta tierra fértil para el futbol alguna pulguita que nos cambie la vida con su zurda, que va a haber lágrimas de las lindas y de las tristes, va a haber abrazos y festejos, camisetas, gorras, banderas y vinchas.

Mi intención real era convertirme en una especie de viajero del tiempo, en una especie de repetición del destino y ser ese señor que me contó que estaba pasando algo grande y que no me lo perdiera. Porque intuía que de haber un pibe solo en una esquina esperando a sus amigos totalmente ajeno a lo que estuviera sucediendo, iba a perderse esta hermosa aventura, este dulce sufrimiento y esta inesperada locura de ser nuevamente (y para siempre) campeones del mundo.


Charly Longarini

Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Letras en la Universidad Nacional de Hurlingham. Cinéfilo. Seguilo en sus redes.