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HACIA VIERNES SALVAJES

26 agosto, 2021

«Te pusiste a pensar que algún día Hetfield va a ser un viejito y seguirá haciendo metal?», me dijo mi amigo Gustavo desde su silla mientras lanzaba el humo del pucho hacia las estrellas. Los dos ya estábamos borrachos después de bajarnos cuatro Quilmes. Porque en esa época uno todavía podía mirar la noche y ponerse en pedo sin culpas.

De fondo sonaba el disco que todo el mundo llama Álbum Negro pero que se llama Metallica. Esa belleza de doce canciones, que hace tan sólo unos días cumplió sus primeros 30 años de vida. Estábamos copadísimos con ese disco. Yo lo tenía en casete y él en CD. La música salía clara y potente desde el minicomponente AIWA. Los dos mirábamos hacia el cielo y fumábamos Marlboro. Uno detrás de otro, de la misma manera como nos tomábamos las cervezas.

Yo le decía que Kill ‘Em All, su primer disco, estaba buenísimo pero que sonaba re mal. Que si lo hubieran grabado con la misma calidad que al Álbum Negro, sería el mejor disco de metal de la Historia. Mas allá de la calidad de sonido, el disco sonaba muy adolescente, con esa furia contenida en la juventud y en la inexperiencia. Un disco muy rápido y rabioso. A él le gustaba más Master Of Puppets pero a ambos nos fascinaba ese disco tan sarpado que tenía la tapa negra y una serpiente en un costado que casi ni se veía.

A mi nunca me gustó mucho And Justice For All, quizás su disco más experimental y progresivo. Sé que decir eso es una blasfemia entre las huestes metalleras pero la verdad a mí nunca me llegó. Es su disco más prescindible.

Pasaron los años y los discos.

Hace unos años, caí en el cumpleaños de un amigo con una remera de Metallica. Fue la única que tuve. Era la de Ride The Lightning, ese disco que parece un hermano mellizo de Master Of Puppets.

Apenas entré a la fiesta escuché: «Esos de Metallica se vendieron a la industria». Esa era una de las acusaciones mas estúpidas que esgrimían contra la banda de San Francisco, sólo porque para el lanzamiento de su disco Load se cortaron el pelo y cambiaron su look considerablemente. Y los puristas se les tiraron encima. Luego llegaría ReLoad, un disco mas flojo pero poderoso.

Pero la cruz mas pesada que les tocó tener que cargar, luego de la muerte de su bajista Cliff Burton en 1982 en un accidente que sufrió la banda en plena gira mientras se trasladaban de Estocolmo a Copenhague, fue la demanda que hicieron contra Napster, la página de descarga gratuita y pirata de contenido discográfico. Así como muchos los apoyaron, otros tanto los castigaron por pensar en el dinero y los tildaron de codiciosos.

Pasada esa tormenta, los Metallica sufrieron la deserción de su bajista Jason Newsteed, el documental Some Kind Of Monster, los discos St Anger, Death Magnetic (una especie de vuelta a las raíces pesadas) y el ultimo de estudio a la fecha Hardwired… to Self-Destruct, discos poderosos pero que están lejos de ser clásicos o fundamentales de la banda.

Volviendo a eso que me gritaron en una fiesta. Bah, no me gritaron, fue un comentario o mejor dicho una acusación sobre lo vendidos que eran los Metallica. Fue uno de los pibes que casi ni conocía. Él llevaba una remera de La Renga. Le respondí «¿A vos los de La Renga te regalan los discos y las remeras?».

Me miró fijo y luego se rió, nos reímos. Así me hice amigo de Javo. Hablamos durante horas sobre Metallica: de cómo se habían reinventado varias veces, de cómo se habían adelantado diez años a su tiempo, de cómo las bandas que los defenestraban luego los copiaron, de cómo casi todo el mundo parece subestimar el infinito genio creativo de James, de que a pesar de alcanzar el éxito sufrieron depresiones, de cómo habían logrado llegar a gente que ni siquiera escucha metal, de cómo habían sabido manejar el espíritu de la banda (cuando ponerse pesados, cuando melódicos, cuando agresivos, cuando rápidos), de que habían alcanzado el panteón de los grandes artistas del siglo XX, de cómo se aman Lars y James.

Metallica está en mi vida desde los 16 años y creo me va a acompañar hasta que me muera.

Hoy en día, en el auto, cada tanto elijo la música yo. Y mi hijo menor, Valentino, sabe que es Metallica lo que suena en el estéreo, cuando papá sube el volumen al palo y sacude su cabeza como un poseído. Ya va aprendiendo que esa es la mejor manera de escuchar metal. O tal vez la única.

Charly Longarini. Periodista y Escritor. Lo escuchás en La Patria Futbolera. www.onradio.com