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EL DÍA DEL BARRILETE CÓSMICO

22 junio, 2021

Hay que pasar el invierno

El invierno de 1986 no fue igual a los demás. Ni a los anteriores ni a los posteriores. Argentina estaba en vilo por lo que la Selección de Carlos Bilardo pudiera lograr en el Mundial de México. Carente de la habitual fe de su hinchada, producto de la mediocre gira de preparación con la que el equipo había llegado a la concentración del Club América.

El debut contra Corea, sin perder de vista el calibre del rival, había mostrado señales de un equipo distinto al que se había visto, incluso, ante Israel, cuando la Selección se impuso 7 a 2; esas señales se vieron confirmadas en los siguientes partidos del Grupo A.

Fue ante Italia – único partido en el que no se gano y, además, se arranco en desventaja por ese penal de Alessandro  Altobelli convertido en el minuto 6 del primer tiempo – donde se registro la primera gran aparición de Diego Armando Maradona, consiguiendo el empate a los 34 minutos, con un gol de anticipo ante Gaetano Scirea y evitando la posición del arquero Galli solo explicable desde la más absoluta geometría. El duelo que cerro el grupo ante Bulgaria fue ampliamente superado, por los goles de Valdano y Burruchaga y se terminaron de plasmar en el duelo de octavos de final, aquel 16 de junio. Se reedito el Clásico del Rio de la Plata ante Uruguay, en Puebla. El gol de Pasculli a los 41 del primer tiempo dejo groggy a los charrúas, que pudieron haber torcido su suerte en el segundo tiempo, con un incontrolable Ruben Paz.

Todo el país con el corriendo va

SE venían los cuartos de final. Se venia Inglaterra.

Tan solo 4 años habían pasado de la gesta de Malvinas, con dos antecedentes de enfrentamientos de clubes entre ambos países: Boca 2 – Aston Villa 0 en la Copa Joan Gamper y la conquista Intercontinental de Independiente en Japon ante el Liverpool – ambas, en 1984 -, sin registrar enfrentamientos entre selecciones.

Desde la concentración argentina se trato de bajar el tono de la discusión extra futbolística por el inevitable entorno referido a la guerra del Atlantico Sur. “Yo hablo de futbol, no hablo de política” se canso de repetir Maradona.

El mediodía mexicano del 22 de junio de 1986 comenzo siendo uno mas, pero termino siendo único e irrepetible. Argentina e Inglaterra tenían que definir al ultimo semifinalista del Mundial. El cuadro de los mejores cuatro del mundo ya tenia inscriptos a Francia, Belgica y Alemania.

El arbitro tunecino Ali Bennaceur dio comienzo, puntualmente a las 12, del ultimo partido de cuartos de final. La intensidad fue altísima, de manera inversamente proporicional al futbol exhibido por ambos equipos, mas nerviosos que concentrados. El primer tiempo se fue sin goles, con un leve predominio argentino.

Luego, la historia conocida de los primeros 10 minutos del segundo tiempo, con un gol robado al ladron con 100 años de perdón – la evidente mano de Maradona por encima de Peter Shilton – y La Jugada de Todos los Tiempos – Diego recibe en su campo, de espaldas, rodeado de tres ingleses, se da vuelta, carrera de 10.6 segundos con pelota dominada, elude al arquero, gol – sentenciaron a los Ingleses a una derrota sin atenuantes, mas allá del ingreso de John Barnes, el centro al gol de Gary Lineker, la nuca de Dios – Olarticoechea usando esa parte de su cuerpo para evitar el empate – y el tiro en el palo de Tapia, luego de una histórica doble pared con Diego.

Final. Argentina semi finalista. Lo que vendría después, seria de regalo. Diego termino de ser Maradona. El beso del final a la camiseta expresa el sentimiento de un país.

Pasaron 35 años. Increible. E inolvidable.

IMÁGENES: Revista El Gráfico