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40 Años: Sartre o la Libertad

19 abril, 2020

“Soy un extranjero y sin embargo siento el duelo de Italia como si fuera mío”. Avanzando en el texto, el que escribe agrega, “El Partido Comunista Italiano era Italia. Pero cuando encontré a Togliatti, pensé Italia era él”. Líneas escritas tras la muerte del sindicalista y principal líder del Partido Comunista de Italia, Palmiro Togliatti. Merecería un retrato, este personaje forjador de la lucha sindical contra el duce Benito Mussolinni, y las empresas automotrices. No de él, sino, de ese que lo recuerda vengo a convidar; de un tal Jean Paul Sartre.

Pero, ¿Quién es Sartre?, se pregunta usted en este domingo de cuarentena, en el día cien mil de esta pandemia.

Sartre, elige una mesa en el Café de la Flor, se quita el gabán, y chupa su pipa. Comenzará a explicarle que un hombre no tiene cien mil días. Tiene un solo día que comienza con el sol, y se le escurrirá entre las manos al anochecer. Sí, es con esa potencia que hay que vivir. Hay siempre una sola jornada por vivir. Y si queda un solo día usted deberá elegir. Y en cada elección se va dando al ser, se va construyendo. Porque usted está condenado a elegir, y no elegir, también es elegir. A esa postura, del hombre arrojado al tiempo y a los conflictos de la existencia, a la tensión del vivir, a la angustia, se la llamó filosofía existencialista. Y vaya si Sartre vivió, en su máxima expresión.

Nació cuando asomaba el siglo XX, con la guerra ruso-japonesa como telón de fondo, en 1905. Antes del año y medio falleció su padre, y fue criado por su madre, y sus abuelos maternos. Cuenta que a los 10 años, salió de una iglesia parisina, y sintió que, “ya dejó de preocuparme el problema de Dios”. Por ello en su filosofía el hombre no tiene creador, no hay esencia, hay existencia. El hombre forja su destino con sus propias manos.

A los 15 leía a Emil Zolá, a Kant, a Kierkegard y a Flaubert. Lector voraz y ateo, se graduó como Doctor en Filosofía a los 24 años. Convocado por el ejército francés, combatió en Argelia. Y reclutado a la segunda guerra mundial fue meteorólogo, y cayó preso del nazismo en 1940.

Las Moscas, Las Manos sucias, A Puerta cerrada, Muerto sin Sepultura, alguna de las obras de las piezas teatrales de Sartre.

Vivió en la República de Vichy, en la Francia ocupada por las tropas alemanas. Cuando en 1945 calienta motores el coronel Juan Domingo Perón, Sartre funda la revista Les Temps Modernes. Es en 1946 cuando brinda una conferencia denominada el existencialismo es un humanismo. Ya había escrito una de sus obras filosóficas más complejas El Ser y la Nada, 1943. Marxista, nunca se afilió al Partido Comunista Francés, y renegó del estalinismo. De la rígida URSS, que imponía sus dogmas. Activista político e intelectual de la década del 60´, se caracterizó por su anticolonialismo. En 1961 prologa el libro del argelino Franz Fanon. Argelia, territorio colonial francés. «El europeo no ha podido hacerse hombre sino fabricando esclavos y monstruos. Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y sus cadenas…». Queda clara su posición pro argelina.

Es el filósofo de la libertad total. Adhirió a la resistencia vietnamita, y la revolución cubana. Vivió un tiempo que inventó la juventud al ritmo de los Beatles y The Rolling Stones. Referente de la generación beat, norteamericana. Su exposición pública, en las jornadas del mayo francés, lo catapultó a ser el filósofo más popular de la segunda mitad del siglo XX. Por si no quedara rebeldía por concretar rechazó en 1964 el Premio Nobel de Literatura, por no querer ser un instrumento de una institución burguesa. Como si fuese poco formó una relación abierta con su pareja, Simone de Beauvoir. Convivían, junto al frenesí de otros amores, en sus lechos. tenían otras relaciones amorosas.

Un día como hoy de hace 40 años, una multitud, alrededor de 30.000 personas lo despidieron, acompañando su féretro. A los 70 años se había quedado ciego. El último suspiro lo había dado el 15 de abril de 1980, en su ciudad, París. Teatros, novelas, cuentos, ensayos, un escritor total. Un hombre que vivió a la altura de su existencia.

En el mítico Café de la Floure, Sartre y su compañera, vanguardia del feminismo en los 60´, Simone de Beauvoir.

Antes de irse le dirá, que el infierno, no es un lugar, que el infierno son los otros. Después apura el vermouth, y lo observará con su ojo derecho desviado, -empiece a elegir, sea su propio proyecto existencial. Si usted no elige, elegirán por usted, y será el proyecto de otro- sentenciará.

Usted se quedó angustiado pensando que eran falsas las libertades que creía tener. Él cruzó la puerta del café de la Flor. ¿Donde iba?. Rumbo a la eternidad, a la libertad comprometida, y totalizadora. Antes, había encendido su pipa.