
JUAN P. SUSEL
En la primera escena de Chespirito: Sin querer queriendo, ya presentimos todo lo que sucederá luego. Estamos en 1981. El creador del chavo del 8 y el Chapulín Colorado interpretado de modo notable por Pablo Cruz Guerrero junto a su elenco están por salir a escena en una exitosa gira que los lleva por todo el continente americano. Hace una década que el show creado por Roberto Gómez Bolaños es un éxito fenomenal en su país y en todo el continente de una manera inédita para un producto televisivo en la historia de la televisión latinoamericana. El único y principal problema es que Chespirito no está contento. “Es que no quiero estar aquí. Me encantaría que pudiésemos escaparnos. ¿Te acuerdas? se confiesa Gómez Bolaños ante la mirada atónita de su interlocutor.

Desde ese preciso instante y gracias a una muy eficaz utilización de los flashbacks la serie reconstruirá el derrotero personal del creador de la serie más popular de la historia de Latinoamérica a la vez que se sumergirá en su biografía personal construyendo un relato conmovedor que oscila entre la ternura y el agobio ante lo que significa el peso de la fama. Los ocho episodios de la serie irán desde la niñez del protagonista hasta la construcción de sus personajes icónicos. La infancia brumosa ocurre en un estilizado blanco y negro que remite a “El Gran Pez”, esa extraordinaria película acerca de la recreación del padre que filmo Tim Burton a comienzos de siglo XXI. Ahí vemos a la madre que tiene ambivalencias en relación al futuro artístico de su hijo y de fondo observamos la influencia de un padre ausente que a pesar de esa distancia se las arregla para influir en las determinaciones de su hijo. La serie logra su poder hipnótico gracias al ida y vuelta temporal que permite comprender el porqué de la angustia personal de Chespirito en el primer capítulo.
De esta manera la serie deconstruye la idea de éxito y humaniza a un personaje agobiado por las mieles de la fama. Por momentos estamos a fines de la década del 70 cuando el show televisivo ya es un éxito continental sin precedentes pero a su vez ese éxito lleva consigo una serie de rispideces entre los integrantes del elenco que Gómez Bolaños tiene que sortear para seguir adelante con su programa. Por momentos nos sumergimos en las diferentes etapas de Chespirito y en la construcción de su identidad como artista. En ese sentido es fundamental la aparición de Graciela Fernández que será primero la compañera juvenil del protagonista y luego la madre de sus hijos y el pilar emocional del propio Gómez Bolaños en los primeros años de éxito televisivo. Así observamos el ascenso sin escala de Chespirito de una agencia de publicidad pasando por la radio para luego llegar a la televisión.
«La serie de Chespirito recrea de modo humano a uno de los grandes hitos televisivos de la historia de la televisión latinoamericana.»
JUAN P. SUSEL.
La serie recrea el mundo interno del personaje y en ese sentido el quiebre y corazón argumental de la serie es la decisión que Gómez Bolaños toma de dejar a su primera mujer para establecer un vínculo amoroso con Florinda Meza que lo acompañara el resto de su vida. Es verdad que la serie por momentos recae en algunos personajes cargando las tintas con los mismos como sucede en el caso de Quico o de Doña Florinda. Esa mirada maniquea más propia del pulso de la telenovela no afecta al relato porque más allá de esa mirada ingenua acerca de la bondad y la maldad en lo concerniente a las relaciones humanas no corre el eje central de la historia. La serie de Chespirito recrea de modo humano a uno de los grandes hitos televisivos de la historia de la televisión latinoamericana. Ese modo de decir de los personajes y el modo de construir un mundo nuevo por medio de la ficción funciona en los ocho capítulos de modo hipnótico. La serie nos permite espiar detrás de bambalinas ese universo en donde un niño que vive en un barril es acogido por una vecindad bondadosa en donde todos pueden vivir felices con poco y donde un superhéroe torpe de toda torpeza se enfrenta al mal y a sus propios miedos.

La recreación ficcional de esa pequeña gran aldea representa el costado festivo y luminoso del desgarro emocional que a Gómez Bolaños le represento la separación de su primer amor. Ese doble registro entre la monumentalidad de su obra y los devenires afectivos de Chespirito funcionan como la principal virtud de una serie que le rinde tributo a uno de los grandes personajes de la cultura popular de nuestro continente. Cuando en 2014 se produjo la masacre de Ayotzinapa en México que les costó la vida a 43 estudiantes que al día de hoy se encuentran desaparecidos una bandera anónima con la figura del chapulín colorado se hizo presente en el funeral de Gómez Bolaños con la siguiente inscripción: ¿Y ahora quien podrá defendernos? Ese costado mitológico que solo el realismo mágico de nuestro continente es capaz de recrear fue el que llevo consigo Chespirito. Las tristezas y melancolías de su corazón no solo no le impidieron construir ese universo. Quizás fueron el motor que le permitió penetrar en el inconsciente colectivo de su país. Al fin y al cabo los genios antes que nada son seres humanos, demasiado humanos.
Chespirito: Sin querer queriendo (México /2025). Dirección: Rodrigo santos. Guion: Paulina Gómez Fernández, Roberto Gómez Fernández. Fotografía: Marc Bellver, Diana Garay. Música: Camilo Froideval. Elenco: Pablo Cruz Guerrero, Paulina Dávila, Bárbara López, Arturo Barba, Andrea Noli, Miguel Islas, Juan Lecanda, Eugenio Bartilotti, Paola Montes de Oca, Karina Gidi, Rolando Breme, Jorge Luis Moreno.
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