POR JUAN PABLO SUSEL
El 13 de marzo del 2013 estaba en el partido de San Martín esperando tomar algunos cargos de ciencias sociales en un acto público del Plan Fines. Estaba con mi amigo Ernesto y otros colegas de la carrera de Sociología cuando de repente alguien interrumpió la monotonía del acto burocrático en cuestión para gritar a viva voz que Jorge Bergoglio se había transformado en el nuevo Papa.
Recuerdo ese momento como una circunstancia extraña en mi vida. De repente un ateo como yo rodeado de otros ateos celebramos con una pequeña sonrisa la elección del papa argentino como si de un partido de fútbol se tratara. Recuerdo que los primeros días las noticias tenían que ver con las simpatías futbolísticas del nuevo Papa. Era hincha de San Lorenzo y fanático del equipo cuervo de 1946. También empezamos a enterarnos de la vida y obra del sacerdote que había sido un cura comprometido con la pobreza desde joven claro que Bergoglio a partir de ese momento pasaría a llamarse Francisco en homenaje a Francisco de Asís, un santo conocido por entregar su vida a los pobres.
En la década de 1970 dos sacerdotes jesuitas fueron desaparecidos varios meses durante la última dictadura militar argentina. Francisco fue acusado de no ayudar en la búsqueda de los religiosos que finalmente fueron liberados luego de estar secuestrados en la Esma durante cinco meses. Mucho más cerca en el tiempo Jorge Bergoglio que ya era un personaje público en la estructura episcopal argentina se mantuvo distante de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Todas estas cuestiones pasaron a un segundo plano cuando Francisco inicio su papado. Durante los doce años en los que Francisco fue la voz máxima del catolicismo sus principales preocupaciones tuvieron que ver con las guerras, el ecologismo y la pobreza o mejor dicho con la injusta redistribución de la riqueza.
«La obra de Francisco más allá de cuestiones específicamente religiosas fue una referencia humanista en un mundo deshumanizado».
JUAN PABLO SUSEL
La obra de Francisco más allá de cuestiones específicamente religiosas fue una referencia humanista en un mundo deshumanizado. Su discurso siempre piadoso hacia los sujetos excluidos del sistema debido al proyecto hegemónico del capitalismo global incorporo la voz de las mujeres y la preocupación por los efectos furiosos del cambio climático que Javier Milei niega de modo militante.

En un mundo en donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más numerosos y más pobres la voz del papa argentino fue un faro para todos los que pensamos que la vida en comunidad que planteaban los pensadores griegos no existe sin equidad social. Su amor a los pobres y su vida humilde por fuera de los lujos de la iglesia que lo precedió son parte de un legado simbólico que representa los valores de la cultura humanista en un tiempo histórico en el que pareciera que lo único que rige el destino de los seres humanos es el ansia ilimitada de ganancias.
El 13 de marzo del 2014 nació Julián justo un año después de la asunción de Francisco. Estos primeros once años de la vida de mi hijo estuvieron protegidos de alguna manera por lo que represento el Papa del fin del mundo como vocero de los humillados y ofendidos. Yo que no tuve formación religiosa me sentí abrazado por su oración constante hacia los humildes y por su obra que denuncia los crímenes de la guerra y del capitalismo. Ayer en la sobremesa familiar Julián y Sebastián me decían que los ponía triste su muerte porque les parecía una buena persona que se preocupaba por los que menos tenían. Me sentí tranquilo al escuchar que en mi casa se asocia ser buena persona a preocuparse por el destino de los demás. Los griegos le decían la buena vida a la verdadera vida en comunidad. De eso hablo Francisco estos doce años y de eso seguirá hablando hasta el fin de los tiempos. Que en paz descanse.