
POR JUAN PABLO SUSEL
El domingo 13 de abril a los 89 años murió Mario Vargas Llosa. En los últimos veinte años las noticias que nos llegaron del escritor peruano tenían que ver con su posicionamiento extremo acerca de las ideas neoliberales de las que se transformó en un militante ortodoxo desde comienzos de la década del 80 del siglo pasado.
Vargas Llosa funciono como un vocero de las ideas de la derecha en un mundo muy cercano temporalmente a este y a la vez muy distinto debido al auge de un movimiento global de extrema derecha que en los últimos años deposito en el poder a una serie de personajes disruptivos con características excéntricas como Jair Bolsonaro, Donald Trump y Javier MIlei que con sus obvias diferencias personales y coyunturales reorganizaron las agendas del pensamiento conservador.
En el año 2010 Vargas Llosa ganó el premio Nobel de modo más que justificado por una obra literaria que durante más de medio siglo retrato a la América Latina profunda en sus contradicciones denunciando las diferentes formas con las que el poder construye sus técnicas de dominio sobre los oprimidos. Esa contradicción entre el Vargas Llosa escritor y el vocero comunicacional de las clases dominantes no debiera sorprendernos. Al fin y al cabo el escritor peruano no es el primer ni el ultimo escritor que deja una obra ficcional que discute fuertemente con las ideas que propaga el personaje público que este representa. Sin ir más lejos en los últimos dos siglos podríamos elaborar una pequeña lista de escritores notables alineados ideológicamente a ideas que podemos denominar conservadoras o lisa y llanamente de derecha.

Honoré de Balzac es conocido por una obra descomunal que paso a la posteridad con el rimbombante nombre de comedia humana pero eso no le impidió ser un escritor asociado al pensamiento monárquico que se encontraba en las antípodas de los ideales de la revolución francesa. Louis- Ferdinand Céline a pesar de su simpatía por el nacional socialismo es para muchos el más grande escritor francés del siglo XX y un antecesor inmediato de Jean Paul Sartre y Albert Camus, los dos máximos referentes de la mejor literatura existencialista del siglo XX. En nuestras tierras Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y las hermanas Victoria y Silvina Ocampo produjeron la más significativa y rupturista literatura hecha en el siglo XX. Esto no impidió que todos ellos fueron conservadores en el plano ideológico y opositores acérrimos a la experiencia peronista.
Borges y Ernesto Sábato sin ir más lejos no dudaron en compartir una amable cena con el dictador Jorge Rafael Videla en plena dictadura. Más allá de este recorrido histórico y literario volvamos a Vargas Llosa. Unos años después de la obtención del premio Nobel Vargas Llosa visito al país invitado a la feria del libro. Allí tuvo una polémica con el gran escritor argentino Horacio González que le remarco sus cuestionamientos políticos alineados al neoliberalismo global en un discurso en el que González se tomó el tiempo de rescatar los méritos literarios del autor peruano. En ese contexto de disputa entre los discursos nacional populares y los grandes medios de comunicación era muy difícil poder separar la paja del trigo y distinguir algo tan evidente como la diferencia entre obra y autor.
La polémica entre González y Vargas Llosa omitió lo que en términos literarios representaba el autor de “La ciudad y los perros” y “La fiesta del chivo” en la historia de la literatura latinoamericana. Ese debate siempre quedo dando vueltas en mi cabeza. Vargas Llosa se transformaba a ojos de algunos en un escriba de los intereses de los poderosos y en palabras de otros en un escritor imposible de ser cuestionado. La imposibilidad de debatir en ese momento era un síntoma que hace algunos años exponía uno de los problemas que hoy nos ha llevado a vivir en una democracia absolutamente precaria en donde la libertad de expresión se encuentra cercenada por los grandes grupos de poder y en donde la pobreza y la marginalidad parecieran ser el destino inexorable para la mayor parte de la población de nuestro continente.
«El escritor genial y el apologista del neoliberalismo convivieron toda la vida en la misma persona».
Juan P. SUSEL.
Lo paradojal de los libros de Vargas Llosa es que en sus ficciones la denuncia a las estructuras de poder siempre fue una variable clave para entender la totalidad de su obra. Esas estructuras de poder que humillan y ofenden a los nadies de la historia son las que libro a libro Vargas Llosa se encargó de visibilizar. Esas estructuras son las mismas que el apologista del neoliberalismo se encargó de disculpar exaltando un culto al individualismo más extremo. Esa paradoja que convivio con Vargas Llosa más de la mitad de su vida no debiera hacernos obviar ninguno de sus dos extremos. El escritor genial y el apologista del neoliberalismo convivieron toda la vida en la misma persona. La ideología no debiera hacernos perder de vista las cualidades literarias de ninguna obra. Sobre todo de los que no piensan como nosotros. Ese negacionismo empobrece nuestra percepción del mundo y posibilita el escenario de un orden social devastado como el que vivimos. El mismo orden social que el novelista Vargas Llosa narro como nadie en nuestra amada América.