
DIEGO JOY
Haber formado parte de Black Sabbath, primer disco de la banda homónima, hubiera justificado el ingreso al Olimpo de Ozzy Osborne. Aquel disco fundaba el heavy metal. Allí estaba casi todo (se podría decir que todo) lo que el género ofrecería luego. Pero claro, después siguieron cerca de 60 años más de música y de ser, en obstinado acto, eso que alguna vez reconocimos como contracultural del rock. Hasta el último instante. Para comprobarlo los invito a mirar los ojos de Ozzy en su última presentación, días atrás. El resto del cuerpo quizás no respondía, pero la llama podía verse en el fondo de su mirada.
Al mismo tiempo, no deja de ser llamativa la ternura con que los grandes medios-usinas-de-sentido-común despiden a alguien apodado «El príncipe de las tinieblas».

En los setentas y ochentas Ozzy era perseguido, entre otros, por pastores, ligas de madres de familia y (no tan) variopintos espacios conservadores que se horrorizaban con las historias de murciélagos decapitados, tiburones en bañeras e inverosímiles cockteles de drogas y alcohol. O acusado de incitación al suicidio por una canción…
A la vuelta de los años, aquellos espacios conservadores, que lograron imponer un moralismo mucho más retorcido y opaco que el que proponían entonces, se dan el cínico permiso de usar su apodo contestatario y anti sistema para homenajearlo.
Afortunadamente nos queda el propio Ozzy que seguirá denunciándolos desde su púlpito estigio.
IMÁGENES: Red X: @OzzyOSBOURNE
LEE MÁS DE DIEGO JOY EN ENTRE NOS SOCIAL INFO:
-VILLARRUEL: EL BURÓCRATA DEL HORROR
-ANÍBAL TROILO: UN FUEYE QUE GAMBETEABA VIOLINES





