VILLARUEL: EL BURÓCRATA DEL HORROR

Oct 13, 2024 | Lo último

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-Por Diego Joy


Se murió Ernesto Villarruel, el tío de la Vicepresidenta, este último 10 de octubre. Acusado en los juicios por delitos de lesa, pero que zafó de ser juzgado por su enfermedad cognitiva que le impedía comprender que debía afrontar un juicio

Ernesto Villarruel tenía una oficina personal en el centro clandestino de detención El Vesubio. ¿Acaso podemos imaginar lo que significa ir a diario a trabajar en un centro de torturas y desapariciones? Un burócrata del abuso y la cobardía. Un funcionario del desprecio a la vida humana. Un asesino de escritorio. También se sabe, según leí, de su participación efectiva en, al menos, un operativo de secuestro.

Ernesto Villarruel fue hermano del padre de la Vicepresidenta, Eduardo Villarruel. Eduardo sí resultó condenado porque ninguna situación de salud lo llevó a esquivar el juicio.

La Vicepresidenta fundadora de la Asociación Civil Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas. (CeltyV).

Pero vuelvo al recientemente muerto Ernesto Villarruel. Fue subjefe del servicio de seguridad del Edificio Libertador, sede central del Ejército Argentino, al menos durante los años 1989 y 1990. En aquel tiempo su grado era el de Teniente Coronel. Lo menos importante que puedo decir sobre este señor es que fue mi jefe directo en esos años. Me tocó cumplir con el servicio militar obligatorio en el edificio dónde él revistaba. Por una “audacia” de mi parte que capaz que un día cuento, terminé cómo pinche de Villarruel.

Mi colimba fue larga, cerca de un año y medio. Pero no puedo decir que la haya pasado mal. Me iba todos los días a casa. Hacia el final del período conseguí el permiso para irme incluso más temprano de lo habitual los miércoles, para hacer mi primer programa de radio. Hasta noviamos con la secretaria de este hombre durante varios meses.

El trato con Villarruel tío y con Villarruel padre (a quién también traté, aunque mucho menos) fue siempre impecable, tomando en cuenta el contexto. Cuando hablo de contexto, lo que trato de resaltar es que el “trabajo” de un colimba en aquel tiempo era casi (o sin el casi) una reducción a la servidumbre. No cobraba y no hacía otra cosa más que facilitarle un poco la vida a mi jefe y a su familia. Pero, aceptando eso que es inaceptable, no puedo decir nada negativo de su trato. Un amigo me dijo el otro día que se ve que no vieron en mi ninguna amenaza al estilo de vida occidental y cristiano. Quizás algo de eso haya…

Mi “laburo” era llevarle un par de medialunas todas las mañanas (de una panadería que había sobre Corrientes, que ya no está). Atender algunas necesidades administrativas en la oficina. Cada tanto llevar su auto a lavar. A veces acercárselo a su esposa a Tribunales, porque era secretaria de la Corte Suprema de Justicia (apuesto a que nadie se sorprende por la convivencia de la familia judicial y la familia militar…). Alguna vez fui a buscar a su hija quinceañera (la prima de la vice, increíblemente parecida a ella) a la escuela. Cosas así… Siempre recuerdo que en el Opel K 180 que tenía Villarruel escuché por primera vez (o quizás por primera vez le presté atención) el tango Rencor, por Julio Sosa. Ese tango es un hito en mi interés por la poesía tanguera.

Tanto la bonaerense como la Federal participaban de operativos secuestros y allanamiento de hogares sin orden judicial, siendo un agente más del plan represivo de la dictadura.

Supongo que quienes están leyendo esto más o menos conocen lo que pienso. Al menos la mayoría. Entonces sabrán que no hay en estas líneas ninguna intención vindicatoria. Pero no faltará el que no lo sepa. Allá él, o ella, con sus prejuicios.

Naturalmente que sus crímenes los conocí varios lustros después de mi convivencia con el tío vicepresidencial.

En cualquier caso, es interesante marcar la cualidad amable, campechana, cercana y hasta paternal para conmigo de un tipo que alguna vez se sentó, a diario, a gestionar el horror de la tortura, el abuso, la violación, la muerte. Un tipo capaz de invitarme a jugar un cabeza en su oficina un día que trajo una pelota y que alguna vez fue partícipe de la peor de las violencias que es la que proviene del que no pone nada propio en juego. Lo dicho, cobarde además de asesino.

¿Por qué lo hizo? ¿Por qué han sido capaces, tantos, en la dictadura y a lo largo de la historia humana de la brutalidad absoluta para luego volver a su casa, besar a su mujer, arropar a su hija y acariciar a su mascota? ¿Cómo funciona?

Mucho se ha escrito al respecto y no voy a ser yo quién agregue nada nuevo. Pero no deja de impresionarme, aún hoy, a más de 35 años de aquella experiencia, haber estado tan cerca de un monstruo perfectamente humano.

Diego-joy

Diego Joy.  Comentarista de Fútbol. Acertado lector de historia, y filosofía. Hincha de Independiente, y del buen juego.


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