1978 es una película de un horror indescriptible. Exponente de un tipo de cine que sumerge al espectador en las penumbras y oscuridades más inquietantes que uno pueda imaginar(se). En el inicio asistimos a una partida de truco mientras esta por empezar a jugarse la final del mundial de Argentina 1978 entre los seleccionados de Argentina y Holanda. Ese partido finalizara 3 a 1 a favor del seleccionado local con dos goles de Mario Kempes y el restante de Daniel Bertoni. De esa manera Argentina se coronaba por primera vez en la historia, campeón del mundo. También sabemos porque la película de los hermanos Onetti trabaja sobre el material de lo real que en ese momento se estaba llevando a cabo el momento de máximo horror de la última dictadura cívico militar, la más sangrienta de todas las que azoto nuestro país en el siglo XX. Esa primera escena está construida de modo magistral y funciona como una síntesis de una película que posee más de una virtud.
En una primera instancia los hermanos Onetti logran que los malos de la película disimulen su perversión escudados en los usos del costumbrismo. Esa primera impresión dura menos que un espejismo y se derrumba cuando vemos que el cuarto integrante del partido de truco es un torturado al que se lo fusila de modo impiadoso por el solo hecho de haber perdido la partida del juego de cartas. Esa lógica irracional del terror es el núcleo central del film. A partir de ese momento veremos la verdadera cara del horror personificado por los tres psicópatas que encarnan sin más al terrorismo de estado que tomó por asalto a nuestro país. En ese sentido podríamos pensar a 1978 en relación a películas ya clásicas del cine nacional como Garage Olimpo de Marco Bechis o Crónica de una fuga de Israel Adrian Caetano. Sobre todo en relación a esta última es distintivo el tratamiento sobre los géneros cinematográficos que hace que uno pueda pensar en los horrores de la última dictadura desde las posibilidades que nos brinda el cine de terror.

En este caso el horror metafísico propio del slasher que se apropia de la segunda parte del relato no es ni de cerca lo aterrador que es la dimensión real e histórica del mismo. Cuando vemos a Carlos Portaluppi acosando y abusando de las mujeres secuestradas nos sumergimos en el territorio de lo abyecto. Cuando vemos a Santiago Ríos besando una biblia antes de torturar vuelven sobre nosotros las perversiones que él “Nunca más” saco a la luz allá en los tempranos 80. El rol de Mario Alarcón como líder de la banda delictiva de torturadores con su bigote a lo Videla completa al grupo de salvajes que se apropiaron del estado solo para dar rienda suelta a sus instintos psicopáticos. Esa pandilla salvaje que el film de los hermanos Onetti pone en primer lugar será castigada en la segunda parte por una fuerza sobrenatural que funcionará como vengador de las víctimas. La película a su vez se permite un comentario lateral sobre la obediencia debida que sirve para reiniciar la conversación publica sobre las responsabilidades civiles y el libre albedrio en el medio del horror. Como en Kóblic, la película de Sebastián Borensztein el arrepentimiento pareciera ser más una línea narrativa que matiza el horror ante el mal absoluto que un camino moral a seguir.

Todo lo que sucede en términos narrativos en la segunda parte de 1978 se transforma luego en una tradicional película de poseídos y fantasmas. Este cambio narrativo no debería enturbiar los logros cinematográficos de la primer mitad de la película. Quizás el pecado de los hermanos Onetti fue descreer del potencial del material que la realidad les proveyó en términos de cine de terror.
El tridente compuesto por Alarcón, Portaluppi y Ríos es lo más aterrador que el cine argentino produjo en los últimos años. Lo más escabroso es que ese horror proviene de lo más real de nuestra historia. Ver en la pantalla en una serie de acciones concretas todo lo que sabíamos que sucedía en la inmensa sala de tortura en la que se transformó la Argentina en estos años de plomo es un valor en sí mismo que los directores expusieron haciéndose eco de la mejor cruza entre cine de terror y cine político hecho en este país. El cine de zombis y muertos vivos de Romero y Carpenter resuenan durante toda la extensión de 1978. El principal problema es que hasta esas criaturas fantasmales pierden espesor ante la perversión llevada a cabo por los militares que amparados en el estado mutilaron a toda una generación. Los ecos de esta masacre deben seguir discutiéndose en el presente. Hoy más que nunca es hora de dar esa batalla.
1978 (Argentina-2024). Dirección: Luciano y Nicolás Onetti. Guion: Camilo Zaffora, Luciano y Nicolás Onetti. Elenco: Carlos Portaluppi, Agustín Ríos, Mario Alarcón, Santiago Ríos, Agustín Olcese, Paula Silva, Gustavo Bonfigli. Duración 80 minutos.





