
Juan P. Susel
Las películas que narran padecimientos extremos siempre corren el peligro de la redundancia. Subrayar por medio de lo discursivo lo que es obvio que le sucede al personaje central por lo general termina afectando al relato tiñendo al mismo de una tristeza que muchas veces es insoportable
Todos esos posibles defectos no se observan en “Me muero, ¿vienes?”. La película de Benjamín Kramme cuenta la historia de Nadine, una joven madre que padece un cáncer terminal y decide internarse en un hogar que acoge a personas que están atravesando ese trance. La actuación de Jennifer Sabel es absolutamente conmovedora. Sobre su cuerpo recae el peso del film y aunque es una frase hecha la potencia de su actuación radica en el manejo que ella hace de su corporeidad. Su actuación es lo más parecido a una performance metafísica. Ese viaje hacia lo desconocido está atravesado por una multiplicidad de momentos de variada intensidad lo que transforma a “Me muero, ¿Vienes? en una experiencia extrema. En una primera instancia lo que Nadine trasmite es un enojo indefinido que pareciera tener que ver con el vínculo que ella tiene con su madre pero luego comprendemos que su estado anímico tiene que ver lisa y llanamente con su enfermedad.
Así se van sucediendo distintos encuentros en ese hogar que oficia de antesala de la muerte. El tono de la película de kramme es melancólico y dulce a la vez. Además de su madre que es una presencia omnisciente a lo largo de todo el film Nadine se reúne con su exmarido, un amante, sus amigas y todos esos encuentros son poderosos ya que en un sentido funcionan como despedidas. La cámara filma cada uno de esos encuentros con pudor haciendo foco tanto en lo que se dice como en lo que se intuye desde lo que la ambigüedad de los rostros trasmite.
Sin dudas el otro personaje definitivamente significativo del film es Dexter, el hijo de seis años. Cuando la cámara captura el primer encuentro entre madre e hijo Nadine muta y lo que hasta ese momento era furia y enojo se transforma en un amor abrasador. El problema es que a Dexter no se lo ve relajado como si de alguna manera no terminara de entender o de procesar lo que pasa con su madre. Luego de una ausencia de Dexter a una visita programada, Nadine decide grabarle un video que filma una y otra vez pero que siempre aborta al no estar conforme con el contenido del mismo.
«Me muero,¿ Vienes? Nos ayuda a resignificar lo frágil y hermoso de la existencia incluso en los momentos más abismales».
JUAN PABLO SUSEL.
Esa relación madre hijo que no termina ni siquiera con la muerte es una de las razones que hace grande a “Me muero, ¿Vienes?” Pero sus virtudes no terminan en la descripción de ese vínculo. La otra relación que motoriza la trama es la que entabla Nadine con otra paciente de la clínica. La amistad que surge entre ambas nutre a la protagonista de una felicidad inesperada. La vemos reír y vincularse con las demás pacientes con un animo muy distinto al que experimentaba en su llegada al hogar. En esos pequeños momentos de luz el film de Kramme construye una humanidad infrecuente en el pasteurizado cine contemporáneo. Con ecos de la metafísica de Ingmar Bergman que fue el gran maestro a la hora de tematizar los vínculos entre vida y muerte en el cine “ Me muero,¿ Vienes? Nos ayuda a resignificar lo frágil y hermoso de la existencia incluso en los momentos más abismales
Unos meses antes de morir le hicieron una entrevista a Luis Alberto Spinetta que ya se encontraba gravemente enfermo de cáncer. En esa entrevista el líder de Pescado Rabioso decía que estaba cerca de la cura definitiva. Un tiempo después Spinetta moría. En ese momento todos entendimos a lo que Spinetta se refería con la idea de cura. Podríamos pensar a la película de Kramme desde esta perspectiva. Nadine finalmente experimenta la cura definitiva a esa enfermedad que no la definía. En la luminosa escena final vemos a Dexter jugando y charlando con su madre que ya descansa en su tumba.
En ese hermoso plano final comprendemos algo que late subyacente en las grandes obras artísticas. El amor es eterno e imperecedero. Esta hecho de otra sustancia que la de la mera temporalidad. Perdura en el recuerdo de los que amamos y de los que nos amaron. “Me muero, ¿vienes?” esta edificada sobre ese espiritualismo propio de las obras clásicas. En tiempos de presentes perpetuos comprender que lo que nos habita es más que lo propiamente material es algo parecido a una proeza.
*Chequea todo el programa del 25º Festival de Cine Alemán en Buenos Aires, ingresando a CineAlemán.com
Me muero, ¿Vienes?, Alemania 2025. Dirección: Benjamín Kramme. Elenco: Jennifer Sabel, Hildegard Schroedter. Sinopsis: Nadine, una joven madre, padece un cáncer terminal. Se despide de su apartamento, de su vida hasta ahora, y se muda a un hospicio, aunque no por voluntad propia. Su madre, Renate, abrumada por la situación de tener que acompañar a su propia hija en esta última etapa, intenta hacerse cargo de la organización, también para escapar del duelo. Enfadada por la situación que le han impuesto, Nadine se sienta en su habitación del hospicio y añora su apartamento y a su hijo Dexter, de seis años. Pero, poco a poco, va aceptando su nuevo y último hogar, en el que se reúne una última comunidad de convivencia. Una visión inusual de la muerte, que habla de los retos de los últimos días de vida, de la despedida, del miedo a la muerte, pero también del humor que la vida conserva hasta el final y del reconocimiento de que la vida a menudo termina sin estar completa.