
El último 30 de marzo, se cumplieron 108 años, de un nacimiento en Asunción. En las tierras de Solano López y el Mariscal Francia nacía un goleador de la década del 30 y el 40´, y máximo del fútbol argentino, con 293 goles, Arsenio Pastor Erico Martínez, paraguayo que brilló en Independiente. No dejamos de honrarlo en Entre Nos con estas líneas;
Ni el club, ni los colores, ni la hinchada, ni la tradición interesan nada; el espectáculo es íntegramente suyo. ¡Vamos a ver jugar a Erico!
¿Pero qué palabras buscar para pintar esas espantadas formidables de ñandú que guían el jeroglífico violento de sus gambetas?

Clavados ahí, en el medio de la tribuna, con el corazón y los ojos fijos en el centro de la cancha, a cada segundo podemos deslumbrarnos con el espectáculo maravilloso de su juego, porque es necesario decirlo sin que nadie se moleste por la verdad grandota y fuerte: como éste no hubo ni habrá nadie porque después de hacerlo rompieron el molde. ¿Danhaer? Es cierto, fue extraordinario, impetuoso y fuerte, pero Erico tiene más personalidad, más colorido, más audacia, su cabeza sola llena toda la cancha.
Cuando la multitud vibra con la música épica del último gol y los piolines del arco sienten todavía la caricia taura del taponazo feliz, un solo nombre golpea el corazón de la hinchada aclamando al arquitecto genial que puso el andamiaje magnífico del triunfo con ñandutí fantástico de sus jugadas.

Maestro en la cancha, Erico se adapta a cualquier compañero y lo mismo sigue el juego desordenado de Sastre que enhebra la técnica lenta de De la Mata. Verdadero payador del fútbol criollo, su ciencia maravillosa es fruto perenne de la improvisación de acuerdo con el obstáculo que enfrenta; por eso es tan difícil pararlo y por eso los guadañazos de las defensas se pierden en el vacío.
Hace años, cuando integrando el equipo paraguayo Erico vino por primera vez a Buenos Aires, los buenos catadores del fútbol se fijaron en seguida en esa fiera que todavía no había afilado las uñas del todo y le hicieron infinidad de proposiciones, pero Erico no aceptó, pues su patria se hallaba desangrándose en una guerra tremenda y él, como soldado paraguayo, sólo jugaba para recolectar fondos para la Cruz Roja.
Centenares de anécdotas pintorescas llenan la vida de este verdadero poeta de la cancha, cuyos consonantes sonoros se ajustan armoniosamente a la métrica amplia del arco enemigo.
Hay unas que lo pintan en un lejano potrero de la Asunción cabeceando naranjas por docenas cuando todavía era un purrete zaparrastroso; otras que lo muestran ya hecho un hombre asombrando con su técnica formidable a todo el estado mayor del ejército en uno de los tantos recreos que tenían con sus compañeros en el frente de combate, pero, como decíamos al principio, lo que menos interesa en la vida de Erico son sus referencias ni su historia, el gran espectáculo es su juego, sus gambetas maravillosas, sus verdaderos shots de cabeza, su ímpetu para resolver las situaciones difíciles, su sentido del arco y su verdadero olfato del gol.

Verlo correr con la pelota entre las gambas y escupirla en el momento oportuno vale más que doscientas Traviatas y Rigoletos cantados en el Colón, porque el paraguayo lanzado en carrera en el medio de la cancha y pasando como a postes a los jugadores rivales, proporciona una emoción artística muy superior a los tagliatellis filarmónicos que se mandan todas las compañías tanas en nuestro primer coliseo.
Erico, justo es decirlo, es la atracción más grande de las canchas, el único hombre capaz de arrastrar con el solo sortilegio de su juego toda una hinchada feroz que no es de ningún club, ni de ningún barrio, que va a verlo jugar a él, que enchufa su entusiasmo sólo cuando sus tarros toman contacto con la pelota.
Lástima que no haya en Buenos Aires una pared suficientemente grande ni un pedazo de carbón verdaderamente fuerte para garabatear a todo lo ancho del muro este poema de purrete que me brota del alma cada vez que veo jugar al fenómeno:
“Digamos todos, viva Erico de Independiente, y el que no lo quiera decir que reviente”.
Carlos de la Púa
Periodista y poeta popular argentino 1898-1950
Del libro “Literatura de la Pelota”

Diego Joy. Comentarista de Fútbol. Canal Web La Patria Futbolera. https://bit.ly/3RAwT5y Buen lector de historia, y filosofía. Hincha de Independiente.