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TODAVÍA NOS QUEDA PABLO

24 noviembre, 2022

Ayer por la noche conversando por whatsapp con una querida amiga, con quien comparto una mirada similar del mundo y entre otras cuestiones, temas culturales, me recuerda que había muerto Pablo Milanés. Minutos más tarde, una compañera universitaria, ya terminando el Martes, me escribe con tristeza el deceso de Pablo. Claro, fue el día que la Argentina de Messi y Cía, perdió un invicto de 36 partidos, y un juego histórico 1-2, con Arabia Saudita, en el debut del Mundial. Era obvio que no sería noticia, en este país, ¿futbolero, o futbolizado?, que no es lo mismo. Veamos

En primer lugar me asola un espectro proveniente del siglo XX, uno que arrastra cadenas y que parece no asustar a nadie, como aquel de Canterville, es el espectro de la canción comprometida, de la gran canción latinoamericana de compromiso social, de denuncia de las injusticias de nuestra patria grande. Claro son tiempos de siglo XXI, de inteligencia artificial, de posthumanismo desenfrenado, de cínicos que te dicen «surfea la ola», cuando no llegás a fin de mes, o de los, «quedate mirando Netflix, si son todos unos chorros», del no se puede. ¿Cómo no somos espectrales los que creemos que una canción, una poesía o un libro puede cambiar el mundo, incluso en esta aldea global?

En esta dirección cantó, y vaya si lo hizo, el nacido en Bayamo, la ciudad que vivió la toma al Cuartel de la Moncada, en 1953, y que fue un punto clave en la comunicación a Santiago de Cuba, y albergó al movimiento clandestino de la generación revolucionaria, que daría gato por liebre a la dictadura de Fulgencio Batista, apoyada por los norteamericanos. En Bayamo, unos meses antes que el movimiento del GOU, en Argentina, 1943 produjera el levantamiento, cuyo protagonista sería el coronel Juan Domingo Perón; en febrero de aquel año, en Bayamo, nacía PABLO MILANÉS ARIAS.

En la década del 60 fue junto a Noel Nicola y Silvio Rodríguez el fundador de la Nueva Trova Cubana, fue voz a mediado de los años sesenta del grupo Los Bucaneros. Nuevos elementos musicales y bocales se incorporaron a este nuevo rumbo que adoptaba la música cubana. Su carácter no orgánico con la revolución de Fidel Castro lo llevó a prisión, y al trabajo forzado en la isla de Camaguey.

A fines de los sesenta abrazó la canción de protesta, y comenzó a crear canciones de contenido político bajo la influencia del Primer Encuentro Internacional de la Canción de Protesta, celebrado en Cuba, en Varadero. Ofreció su primer concierto con Silvio Rodríguez en la Casa de las Américas. Ese fue un lugar de reunión de músicos de un discurso político-ideológico de cambio, de izquierdas, como Violeta Parra, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Chico Buarque, Simone, Vinicius de Moraes, y Víctor Jara. Comenzaban los setenta años de juventud maravillosa y violentas manos asesinas, que ensangrentaron el continente.

«El te daba la mano de verdad, no como esos hombres que te ponen la mano de mantequilla, era un hombre muy sensible con el arte y las ideas». Pablo además, «Dignificó el oficio siendo leal con su arte y su público, ofreciendo lo mejor desde el punto de vista musical, pero también desde el discurso», cuenta el arreglista y cantautor español, Javier Ruibal.

Esa sensibilidad, fue la que gestó en Milanés hermosas canciones de amor, como Yo no te pido, o Yolanda, o canciones de desamor o abandono como Mi primer Amor, ¿Qué pasará?, ¿Adonde irán mis fuegos a parar? Y mi inocencia a terminar, ¿Qué nuevo amor será?, se pregunta en aquella canción de un abandono veinteañero.

«Yo no te pido que me bajes una estrella azul/ solo te pido que mi espacio/ llenes con tu luz», le dice a la señorita en Yo no te pido. Poesía que tal vez se lleven a las patadas en una fiesta reggaetonera actual pero que valen la pena, para eso de dignificar que planteaba el cantante cubano.

Aunque «La prefiero compartida antes de vaciar mi vida», podría ser un verso de Bud Bunny, en un tono cercano a lo que hoy llamamos el poliamor, en la canción El breve espacio en que no estás, aunque retoma la poesía, «todavía quedan restos de humedad/sus olores llenan ya mi soledad/En la cama su silueta/ se dibuja cual promesa/ de llenar el breve espacio en el que no estás»

Amor, desamor, compromiso social y político, eran parte del repertorio musical y de la vida misma de Pablo Milanés. Tuvo un fuerte desencuentro con la Cuba de Fidel, y con el propio Silvio Rodríguez acerca de la revolución cubana, esto no le impidió escribir Son de Cuba a Puerto Rico, o la entrañable Yo pisaré nuevamente las calles, canción que marcó a toda una generación de jóvenes latinoamericanos, en alusión a la brutal dictadura chilena encabezada por Augusto Pinochet, desde 1973. En la Argentina fue una canción que se cantó mucho en el retorno a la democracia, tras la represión clandestina y la dictadura de de Videla, Massera, Agosti, y las Fuerzas Armadas.

Mientras termino estas líneas recuerdo la casa de mis viejos y precisamente a mi papá poniendo aquellos discos de vinilo Acto de Fe, o Yo no te pido, sonando los sábados por la mañana la voz dulce de este cubano, que se acaba de ir de viaje. En Madrid, en el país del que se independizó su Cuba natal, ayer martes 22, a los 79 años se fue Pablo. Todavía nos queda la poesía, para recitar mirando a los ojos a una señorita, y el amor -mientras dure-como lo máximo, ante tanto tinder de ocasión. Todavía nos queda la lucha y la revolución, entre tanto posibilismo e hipermodernidad líquida y apoliticismo vacío.

Todavía…

Todavía…

Todavía nos queda Pablo.


Matías J. Escot. Docente de Historia . Apasionado por la historia argentina, letras y política. Escritor, divulga la historia de nuestro país en Relatos del Sur Autor del libro “Escritores en Combate 1”