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REDONDOS: El último bondi de Patricio Rey

5 agosto, 2020

Si en aquella década del 80´ del siglo XIX fue el filósofo alemán Friedrich Nietzche que, cuando el mundo técnico-científico y racional avanzaba, rescata lo dionisíaco, el frenesí, para darle sentido a la existencia. Un siglo más tarde y en tierras ultrajadas por la masacre militar, y arrasada por la revolución privada menemista, fueron los Redondos de Ricota, que en cada recital convocaban a sus fans, a sentir el frenesí de la vida.

Pero el camino ricotero que comenzó en los sótanos de La Plata, y recaló en Paladium, en la noche porteña de la primavera alfonsinita, llegó a su fin en Córdoba, hace 21 años. Se presentaron por última vez Patricio rey y sus Redonditos de ricota. El escenario fue, el Chateau Carreras, hoy reformado, para la Copa América 2011, y con el nombre de, Mario Alberto Kempes.

Walter Sidotti, Eduardo «Skay» Beillinson, Sergio Dawi, Carlos «indio» Solari, Semilla Bucciarelli, y Hernán Aramberri, subieron al escenario en la unánime y fresca noche de aquel sábado 4 de agosto. Ese tarde el fernet tuvo venta récord, y las largas horas hasta que sonaron los primeros, -y últimos- acordes ricoteros, se llenaron de fanáticos que deambulaban por la capital cordobesa.

Un instrumental, con proyecciones de imágenes antes creadas, dibujadas por Rocambole, levantó a la popular y platea incluida, y luego de unos tres minutos, saludó el Indio, y con esta canción comenzó el que sería- sin que lo supieran ninguna de las 45000 personas, el último frenesí ricotero,

Unos pocos peligros sensatos, primer tema de la noche del final ricotero.

Continuó con «El pibe de los Astilleros», «Morta punto com», «Las Andanzas del capitán buscapina en Cybersiberia» y «Una piba con la remera de Greenpeace», fueron las primeras cinco. Lamentablemente, una par de personas hospitalizadas, y la muerte de Jorge Filippi, por caerse de cabeza al foso del Estadio Olímpico de Córdoba, fueron las malas notas de esta fiesta.

Casi 2000 personas afuera, gritando por entrar, mientras sonaba la canción décima «Vamos las bandas». Después empezó una marea imparable de adrenalina, y rock, mientras la artífice intelectual de cada paso de la banda, miraba al costado del escenario, Carmen poly Castro. «Mi perro dinamita», «Nadie es Perfecto», «Murga de la Virgencita», «Queso Ruso», «Ñam Fri Fruli Fali Fru», sonaron más tarde.

En acción, la banda más convocante de los años 90′.

El tramo final fue para delirar y despedirse definitivamente del público, anunciado estaba, un show en la cancha de Unión de Santa Fé, que nunca fue. Antes en abril habían tocado en Montevideo para 25000 personas. «Preso en mi ciudad», «Noticias de Ayer» y el gran pogo en Jijiji. Skay punteaba sin saber que era el final. Y cuando parecía que se había terminado, «Un ángel para tu soledad», fue la número 25 de la noche y la banda dejó de tocar.

Ahí bajaba del escenario el hombre nacido en Paraná, que vivió la experiencia hippie en Valeria del Mar. Lector voraz y fanático del cine ruso de Andrei Tarkovsky, el que alguna vez pensó en aquellos que chupaban la fruta sin poder morderla, y dijo:

«Ahora hay de todo. Pero digo hay una buena cantidad de gente que nos sigue que vive en barrios desangelados. Lo notás cuando vas por ahí y ves las pintadas en Laferrere, en Lugano…»  (Carlos Alberto Solari)


Matías J. Escot. Docente de Historia . Apasionado por la historia argentina, letras y política. Escritor, divulga la historia de nuestro país en Relatos del Sur Autor del libro “Escritores en Combate 1”