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PASCUA: Significado e Historia

10 abril, 2023

La Pascua bajo la lupa de la Historia

En estos días, dos de las grandes religiones monoteístas del mundo celebran importantes festividades. ¿Qué nos puede decir la historia sobre sus orígenes? Los hechos que evocan, ¿son realidad, mito o leyenda? Intentaremos abordar estas cuestiones por medio de una sucesión de preguntas y respuestas que pueden leerse de corrido, o aleatoriamente según el interés de cada lector.

  • ¿Qué significa la palabra “Pascua”? ¿Qué se celebra en esa fiesta?

Significa “paso” o “salto”. Mientras que los judíos conmemoran su liberación de Egipto (el paso de la esclavitud a la libertad), los cristianos celebran la resurrección de Cristo (el paso de la muerte a la vida eterna).

I

  • ¿Qué día murió Jesús?

Los cuatro evangelios nos dicen que Jesús de Nazaret murió un viernes. Sin embargo, nos brindan dos versiones diferentes para entender de qué viernes específico se trató. Según Mateo, Marcos y Lucas, murió el primer día de la fiesta de la pascua judía, es decir, un día 15 del mes de Nisán (primer mes del calendario hebreo en tiempos de Jesús; entre marzo y abril de nuestro actual calendario). Según Juan, sin embargo, su muerte ocurrió el día preparatorio de la fiesta de Pascua: el 14 de Nisan. La mayoría de los expertos consideran esta última opción como la más viable desde el punto de vista histórico. De ser así, Jesús de Nazaret habría muerto un viernes 14 de Nisan del año 30 o, en nuestro calendario, el 7 de abril del año 30.

  • ¿A qué edad murió Jesús?

Si bien tradicionalmente se decía que Jesús murió a los 33 años, hoy sabemos que ese dato no es correcto. En primer lugar, porque nuestro actual calendario nació con un leve error de cálculo: el monje que en siglo VI calculó el año de su nacimiento se equivocó por unos pocos años. Dionisio el Exiguo, tal era su nombre, no tomó en cuenta que, según los evangelios, Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande, quien murió en el año 4 a.C. Jesús no pudo, por tanto, nacer antes de ese año; lo que nos lleva a una paradoja: como mínimo, Cristo habría nacido cuatro años antes de Cristo. Ahora bien, en base a complejos argumentos que en otra ocasión explicaremos, los estudiosos creen hoy que Jesús nació en el año 6 o 7 a.C. y que murió en el año 30 de la era cristiana. Es decir, que Jesús murió teniendo 36 o 37 años.

  • ¿Quiénes mataron a Jesús?

Jesús murió crucificado en Judea, en tiempos de dominación romana. La crucifixión no era aplicada a cualquiera: los romanos la reservaban a esclavos y sediciosos, a tal punto que sus ciudadanos estaban excluidos de sufrirla. Estando Judea bajo el domino de un procurador llamado Poncio Pilato, le correspondía a este aplicar la pena capital. Si bien las autoridades del pueblo sometido, en este caso un órgano de gobierno llamado “Sanedrín”, podían colaborar en el proceso legal, la última palabra para definir la pena de muerte la tenía el procurador romano. Por otra parte, en los pocos y excepcionales casos en que los judíos dictaron tal pena, lo hicieron con métodos diferentes: la lapidación o, menos común, la decapitación. Por todo esto, más allá de que el Sanedrín haya instigado y colaborado en el proceso en su contra, los que condenaron y ejecutaron a Jesús fueron los romanos.

II

  • ¿Fue condenado por causas políticas o religiosas?

Teniendo en claro que Jesús fue ejecutado bajo la jurisdicción romana, cabe preguntarse qué participación tuvieron las autoridades judías y de qué lo acusaron. Los Evangelios no son claros en este punto y proponen diferentes causas. Parece cierto que el Sanedrín habría decidido su muerte y, tras arrestarlo, procedieron a interrogarlo. Algunos autores sostienen que les molestaba el mensaje religioso de Jesús (que en algunos puntos desafiaba la Ley judía) y otros piensan que lo consideraban un posible factor de agitación política. Esto tiene sentido si recordamos el incidente en el que Jesús expulsa a los vendedores del Tempo de Jerusalén: la crítica abierta, a la vista del pueblo, de un sistema del que se beneficiaba la aristocracia judía, probablemente fue el factor determinante en la decisión de acabar con su vida. 

No fue la única vez que alguien se metió en problemas por criticar al Templo y a la aristocracia que se enriquecía con él: veintiocho años después de la muerte de Jesús, otro profeta llamado “Jesús, hijo de Ananías”, también osó hablar contra el Templo y fue denunciado por el Sanedrín ante el procurador romano, quien ordenó flagelarlo. Ahora bien, ¿podía importarle a Pilato la “santidad del Templo”? Lo cierto es que al Imperio poco le preocupaban las inquietudes religiosas de un grupo de judíos que vivían en los márgenes de sus dominios. Siempre y cuando se pagara el tributo al César, los romanos no tenían ningún problema con que el pueblo sometido gozara de libertad religiosa para adorar a los dioses que quisiera. Por eso mismo los Evangelios señalan que, cuando las autoridades judías llevan a Jesús ante Pilato, le indican que se había proclamado “rey de los judíos”, cuestión que sí molestaría a un procurador cuya función principal era evitar revueltas que pusieran en riesgo la dominación y la recaudación romana.

En resumen, desde el punto de vista histórico la condena a Jesús nos deja entrever ciertas tensiones de naturaleza política: la primera, entre un movimiento judío de renovación que proclamaba la llegada de un “Reino de Dios” y el dominio romano; la segunda, entre un profeta que señaló críticamente al Templo, y el statu quo que basaba sus considerables riquezas en esa estructura político-religiosa.   

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III

  • ¿Realmente Pilato ofreció liberar a Barrabás y se lavó las manos?

Los Evangelios sostienen que existía la costumbre de liberar a un preso con ocasión de la fiesta de Pascua. Y que, en ese contexto, Pilato le ofrece al pueblo liberar a Jesús o a un ladrón llamado Barrabás. Desde el punto de vista histórico, sin embargo, no existe ningún registro que atestigüe esa supuesta costumbre de amnistía. Tampoco hay, desde luego, algún registro extrabíblico de la figura de Barrabás. Y, si bien hubo en toda la historia de la dominación romana dos amnistías circunstanciales y excepcionales, la mayoría de los autores consideran que estas narraciones evangélicas persiguen objetivos teológicos antes que históricos.

De igual modo, la actitud de un Poncio Pilato preocupado por la suerte de Cristo y lavándose las manos, antes que un dato histórico, parece un recurso literario de los evangelistas para exculpar a los romanos y cargar la responsabilidad de la muerte de Jesús sobre el pueblo judío. Sobre todo, si se tiene en cuenta que en la época en la que se escriben los evangelios se estaba produciendo la ruptura entre los seguidores de Cristo y las principales corrientes del judaísmo.

  • ¿Cómo se producía la muerte de un crucificado?

Si bien los dolores asociados a la crucifixión eran en verdad extremos, no llegaban a causar la muerte del condenado. Tal vez lo más impactante eran los clavos en las muñecas y en los pies, pero estos cumplían la función de sujetar al condenado al madero, no la de matarlo: la hemorragia no era tan significativa y la probable infección que generaban no actuaba tan rápido. La verdadera causa por la que moría un crucificado era la asfixia. La posición en la que quedaba el cuerpo comprimía el tórax y los pulmones, y con el paso del tiempo la única posibilidad de respirar consistía en ejercer presión hacia abajo con las piernas y los pies para elevar un poco la caja torácica y capturar algo de oxígeno.

Pero el dolor provocado por la herida de los clavos, sumado al cansancio y al entumecimiento gradual de los músculos, hacía que tarde o temprano el crucificado no pudiera generar el movimiento necesario para respirar, sobreviniendo la asfixia. Desde luego, podían pasar días antes de que esto ocurriese, y el cuerpo de los condenados era atacado por aves y animales salvajes, mientras los que pasaban por el camino los contemplaban y se persuadían de no provocar la ira de los romanos…

IV

  • ¿Cómo fue la sepultura de Jesús?

Para responder esta difícil pregunta, hay que saber que los judíos realizaban dos clases de sepultura, dependiendo del tipo de vida que había llevado el difunto. Si se trataba de una persona respetuosa de la Ley, se aplicaban una serie de ritos que incluían, entre otras cosas, lavar el cuerpo, ungirlo con aceite, peinarlo y hasta cubrirle el rostro con un velo. Si, en cambio, se trataba de una persona que de algún modo se había alejado de la Ley de Dios, se los depositaba en fosas comunes y, una vez desintegrado el cadáver, se devolvían los huesos a los familiares.

Si bien Jesús tuvo una muerte deshonrosa, razón por la cual algunos autores llegaron a sospechar que su destino podría haber sido una fosa común, los cuatro evangelios coinciden en afirmar que un miembro de la dirigencia judía lo depositó en un sepulcro excavado en la roca. Aun cuando se acepte esta versión bíblica, los detalles de tal sepultura no están para nada claros.

Los libros que narran la muerte y resurrección de Jesús no son crónicas históricas, en el moderno sentido del término, y presentan cuatro versiones diferentes de los hechos. Por poner un ejemplo, Marcos nos habla de una sepultura modesta y hecha con prisa por un solo hombre, mientras que Juan nos presenta un entierro mucho más solemne, digno de un rey. En la versión de Marcos, fue un dirigente judío llamado José de Arimatea quien, tras pedir el cuerpo de Jesús a Poncio Pilato, lo envuelve en una simple sábana –sin realizar los demás ritos fúnebres- y lo deposita en un sepulcro.  La versión de Juan no sólo agrega a otro enterrador, llamado Nicodemo, sino que describe una ceremonia que resulta poco verosímil dadas las circunstancias: el nazareno había muerto tras una acusación de violar la Ley y, por si fuera poco, faltaban escasas horas para el comienzo del sábado, día sagrado en que los judíos piadosos tienen prohibido hacer cualquier clase de trabajo. Que, en este contexto, Nicodemo fuera capaz de llevar 45 kilos de especies para untar sobre el cuerpo de Jesús –según cuenta este evangelio-, resulta inadmisible desde el punto de vista histórico.

La disparidad de versiones, y los motivos teológicos que se esconden detrás de cada relato, hacen imposible saber a ciencia cierta cómo fue la sepultura de Jesús. Sin embargo, aceptando que Cristo haya sido sepultado, la mayoría de los especialistas respaldan la idea de una sepultura modesta como la que narra el Evangelio de Marcos.

V

  • ¿Se puede demostrar científicamente la resurrección?

Por mucho que algunos lo intenten, lo cierto es que no hay forma de acreditar la resurrección de Cristo desde el punto de vista científico. De hecho, los estudios sobre el Jesús histórico abarcan –en la inmensa mayoría de autores- desde su nacimiento hasta su muerte y sepultura. Lo que haya ocurrido después pertenece al campo de la fe y es perfectamente respetable desde ese punto de vista, pero no puede ser abordado por ninguna ciencia.

Lo único que puede constatarse científicamente es la presencia –y el gradual crecimiento- de un grupo de seguidores de Jesús que proclamaban su resurrección. Se ha estudiado desde la historia, la sociología y la antropología cómo pudo un grupo humano en tan corto tiempo recuperarse del devastador golpe que significó la muerte de su líder. Muerte que no sólo fue sumamente humillante, sino que además parecía señalar el fracaso    -en términos terrenales- de su proyecto. Sin embargo, por interesantes que sean las conclusiones de estas investigaciones, sólo nos cuentan lo que experimentó ese grupo humano y no lo que ocurrió con Jesús tras ser asesinado.

La imagen de Cristo, ¿un Palestino más que un occidental?

A modo de conclusión…

Llegados a este punto, alguien podría preguntarse por la utilidad de los estudios sobre el Jesús histórico y su relación con la fe religiosa. Para todos aquellos que se acercan al tema desde posiciones ateas o agnósticas, esta nueva perspectiva contribuye a comprender racionalmente la vida y la praxis de un hombre que marcó un hito en la historia occidental.

Para quienes provienen del ámbito religioso, la sensación es –muchas veces- la de un cuestionamiento a su fe o un ataque a sus creencias. Sin embargo, la experiencia de fe de un creyente es perfectamente respetable y este tipo de estudios nada tienen que objetar en ese terreno. La misma Iglesia Católica ha impulsado la aplicación del método histórico crítico en un documento muy importante llamado “Dei Verbum”. En él se sostiene que “Dios habló en la Escritura por hombres y a la manera humana”, y que “conviene que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar el autor sagrado en cada circunstancia, según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época.” Si los estudios del Jesús histórico disminuyen la fe de un creyente, acaso el problema no radique en el saber científico sino en las bases en las que esa fe se asienta.  

Para seguir leyendo….

-VALDEZ, ARIEL ALVAREZ. Los Enigmas de la Pasión de Jesús. Ed. Edhasa. Buenos Aires 2010. Un excelente libro de divulgación del Dr, Ariel Alvarez Valdes, escrito con la profundidad y la claridad que lo caracterizan. Ampliamente recomendado.

-THIESSEN, G, y MERZ. A. El Jesús histórico. Ediciones Sigueme. España 1999. Un completisimo manual que aborda muchos aspectos de la temática en un registro académica. No se trata de un libro de divulgación sino de un manual pensado para el ámbito universitario.

LEE MÁS DE LAUTARO FOPPIANO EN ENTRE NOS,

-LAS MUJERES EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO

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LAUTARO FOPPIANO. Docente de Historia. Estudiante avanzado de la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional de Quilmes. Además fue becario de dicha universidad. Fana de la música y The Beatles en particular.