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NI REYES, NI MAGOS

7 enero, 2023

Llegaron ya, los reyes y eran tres

Seguramente la mayoría de nosotros guarda entre sus recuerdos de infancia la imagen de un pesebre con las figuras que, según la tradición, asistieron al nacimiento del “niño Dios”. Es probable también que muchos hayan escuchado alguna vez una famosa canción navideña, perteneciente a la Misa Criolla, que rezaba “llegaron ya, los reyes y eran tres”…  Y seguramente podamos evocar también las ansias y el entusiasmo con que cada 6 de enero recibíamos los regalos que esos tres misteriosos personajes del Oriente dejaban al lado de nuestros zapatos. En efecto, no hace falta ser creyente para reconocer con extrema facilidad estas imágenes que la tradición popular instaló, con sus pequeñas diferencias regionales, en el marco de nuestras celebraciones navideñas.

No resulta tan sencillo, sin embargo, rastrear el origen histórico de los acontecimientos a los que remiten dichas celebraciones. Aquella figura de José, María y los tres reyes magos en torno al niño Jesús en un pesebre, está más presente en la imaginación popular que en los textos bíblicos. Y si bien las creencias y tradiciones merecen todo nuestro respeto, y no necesitan anclarse necesariamente en acontecimientos históricos, la mayoría de los exégetas contemporáneos coinciden en afirmar que los llamados “reyes magos”, ni fueron reyes, ni fueron magos –en el actual sentido del término-, ni fueron necesariamente tres. La intención de estas líneas es, pues, arrojar un poco de luz sobre el origen histórico de una celebración tan popularmente presente como históricamente desconocida.    

¿Reyes o Magos?

Comencemos por decir que Mateo es el único evangelista que nos cuenta la historia de la adoración de los magos. En ningún otro pasaje del Nuevo Testamento se menciona este episodio. San Lucas, por ejemplo, que nos narra una versión alternativa y también detallada del nacimiento de Jesús, no sólo desconoce la visita de los magos, sino que nos habla de otros personajes que habrían visitado al niño Dios: los famosos pastores de Belén (que no aparecen en relato de Mateo). Para ser más claros: exceptuando a Mateo, los 26 libros restantes del Nuevo Testamento ignoran por completo la famosa adoración de los magos.

Dejando de lado por ahora este detalle, el primer problema con el que nos encontramos al contrastar la tradición popular con los textos bíblicos, es que en el libro de Mateo jamás se los llama “reyes”. En efecto, el evangelista se refiere a ellos como “unos magos que veían del Oriente”, sin aludir a ningún tipo de realeza. Caben, entonces, dos preguntas: ¿qué se entendía por “mago” en aquellos tiempos?, y ¿por qué los llamamos reyes, si el único texto bíblico que nos habla de ellos jamás les confiere ese título?

Lejos del sentido actual del término, en la Edad Antigua la palabra “mago” remitía a los miembros de la clase sacerdotal del pueblo persa, más específicamente del zoroastrismo (religión creada por Zoroastro o Zaratustra). Es decir que, en su origen, un mago era un sacerdote persa de Zoroastro. Y es sabido que bajo el imperio persa los magos formaron una casta muy famosa por sus poderes y conocimientos: Heródoto nos habla de magos que, por su influencia en la corte, participaban de conspiraciones y hasta derrocaban autoridades. Y aunque sus prácticas eran muy variadas, las principales eran la adivinación, la interpretación de los sueños y el estudio de los astros.

Ahora bien, por las características del relato bíblico que estamos estudiando, podemos deducir que Mateo piensa precisamente en un grupo de sabios que estudian el curso de los astros: no debemos olvidar que, según dicho Evangelio, los magos llegan a Tierra Santa guiados por una estrella. No eran, pues, para nuestro evangelista, ni reyes, ni magos en el sentido actual del término.

¿Cuándo y por qué, entonces, se les confirió un título real? Fue recién en el siglo III, cuando un estudioso llamado Tertuliano convirtió a los magos en reyes. En su escrito Contra Marción reinterpretará un Salmo del Antiguo Testamento que dice “Los reyes de Tarsis y de las islas traerán presentes… Y todos los reyes se postrarán ante él.”

De esto deducirá Tertuliano, sin fundamento histórico alguno y a más de doscientos años del acontecimiento, que reyes de los que habla el Salmo 72 –y algunas otras profecías bíblicas- eran los magos de los que nos hablaba Mateo. Acaso la impronta negativa que fue adquiriendo la magia en la tradición judeocristiana fue la que convirtió la arbitraria asociación de Tertuliano en un dato respaldado por la tradición que perduró hasta nuestros días.

En efecto, más allá de algunas citas bíblicas que traslucen una valoración negativa de los magos, contamos con muchas fuentes extrabíblicas que respaldan tal valoración: mientras que el Talmud de Babilonia condena con la muerte a los judíos que adoptasen a un mago como maestro, Tácito califica de “absurdas” sus prácticas y Suetonio nos habla de una proscripción de su actividad por parte del emperador romano, en el año 19 d.C. Probablemente haya sido este el trasfondo histórico que confirió la categoría de reyes a los “magos” del relato de Mateo.   

*Algunos nombres: Tácito. (55-120 dc) Político e historiador romano / Suetonio. (70-120 dc) Historiador y biógrafo romano./ Tertuliano. (160-220 dc).Padre de la iglesia, prolífico escritor cartagines.

Libros recomendados:

-Álvarez Vadés, Ariel (2005), Enigmas de la Biblia 5, Editorial San Pablo, Buenos Aires./-Taranzano, Adrían (2020), Los relatos del nacimiento de Jesús, Editorial Guadalupe, Buenos Aires/ -Vermes, Geza (2007), El nacimiento de Jesús, Editorial Ares y Mares, Barcelona

LAUTARO FOPPIANO. Docente de Historia. Estudiante avanzado de la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional de Quilmes. Fana de la música y The Beatles en particular.

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