MILEI, LOS ULTRARRICOS Y LA ESTRATEGIA DE ESTADOS UNIDOS-ISRAEL. Parte 1.

por | Jul 10, 2025

POR CARLOS RAIMUNDI

PERPLEJIDAD INICIAL

Durante aquellas aciagas primeras semanas luego del golpe de 1976, todo era asombro, perplejidad. Nuestros compañeros y compañeras se iban ausentando de los espacios habituales de militancia, ya fuera un sindicato, un centro de estudiantes, una unidad básica, un centro de fomento o una parroquia.

No lográbamos comprender. Vivíamos un clima inédito y no podíamos captar las causas más profundas a las que obedecía aquel hecho hasta entonces desconocido; tampoco lográbamos saber que había una racionalidad oculta detrás de aquella nueva situación.

Por favor, téngase presente que me refiero a lo que sentíamos en aquellos momentos iniciales, cuando todavía no habíamos asimilado el aprendizaje que fuimos adquiriendo a lo largo de todos estos años de nuestra historia personal, y de la vida institucional del país.

Quizás el primero en relacionar aquellas desapariciones con el alevoso proyecto político, económico, social y cultural en ciernes fue Rodolfo Walsh. Fue su lucidez intelectual, expresada con pluma poética y con la potencia del periodista en su Carta Abierta de marzo de 1977, la que describió la racionalidad política en la que se apoyaba el terrorismo de Estado.

Rodolfo Walsh, produjo uno de los grandes textos políticos del siglo XX, Carta Abierta a la Junta Militar, 1977.

Aquellos hechos, en un principio desconcertantes, no respondían únicamente a la extrema crueldad de sus ejecutores. Formaban parte de una planificación absolutamente orgánica y racional por parte de los principales factores de poder externo que iniciaban, por aquellos años, la transición de la fase industrial del capitalismo a la fase financiera que nos agobió durante décadas y hoy pone a la humanidad al borde del abismo nuclear.

En 1971, el dólar se independizaba del respaldo en oro y la Reserva Federal pasó a determinar libremente su precio y la tasa de interés, lo que multiplicó a lo largo de todo el bloque capitalista las plazas financieras manejadas por la banca estadounidense.

En medio de la disputa a nivel mundial entre esta concentración y tras-nacionalización del capital y los movimientos emancipadores que se expandían por amplias zonas del planeta, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo, miembros del entonces llamado Tercer Mundo) dispararon el precio del recurso, causando un impacto muy negativo en las economías industriales. Estas se abocaron de inmediato a diseñar un plan de control de daños, que, entre otros objetivos, lograra amortiguar la incidencia del petróleo por cada unidad final de producción. Se aceleró la revolución tecnológica, pero ¿cómo financiarla?.

«La segunda fuente de financiamiento de la revolución tecnológica capitalista de los años 80 fueron las deudas contraídas por las dictaduras latinoamericanas».

CARLOS RAIMUNDI.

La retención de la renta petrolera por parte de los países exportadores podría haber angostado la brecha del desarrollo entre el Norte y el Sur. Sin embargo, la altísima rentabilidad ofrecida por los bancos del Norte a partir de aquella expansión financiera capturó esa renta, y, por el contrario, los petro-dólares pasaron a subvencionar el desarrollo tecnológico del Norte. Una vez más, la renta de los recursos estratégicos del subdesarrollo era transferida al Norte desarrollado. En lugar de reducirse, la brecha se ensanchó. El capital trasnacional ganó la batalla por la hegemonía a los movimientos emancipadores.

Resalto lo siguiente: La segunda fuente de financiamiento de la revolución tecnológica capitalista de los años 80 fueron las deudas contraídas por las dictaduras latinoamericanas. Deudas pactadas al mismo tiempo que se aplicaban políticas recesivas destinadas a destruir el aparato productivo de nuestros países, desmontar nuestras matrices industriales y empobrecer a nuestros pueblos y a nuestros Estados. Deudas que, por lo tanto, se tornarían impagables. Pero, ¿qué importaba la capacidad de repago si su propósito no era contable, sino político? Esto es, sentar las bases de la dependencia crónica de nuestras decisiones económicas de los centros financieros externos y sus lacayos de cabotaje. Dependencia que, salvo honrosas excepciones, se prolonga hasta nuestros días.

Cada vez estoy más convencido de que no fue Videla quien necesitaba un ministro de economía, sino Martínez de Hoz quien necesitaba un genocida que le allanara el terreno a su proyecto estratégico. La Argentina se convertía, como tres años antes el Chile de Pinochet, en laboratorio de ensayo de la nueva fase del capitalismo, que luego se consolidaría a escala global con las experiencias de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Enfatizo: esa era la racionalidad que se escondía detrás de la locura de las desapariciones y los campos de concentración. Y que en aquellas primeras semanas no lográbamos entender.

TEXTO originario en tektonikos.website

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