-Por Charly Longarini- @Charlylonga
Dailan Kifki fue mi primer amor. Lo retiré durante el recreo la mañana de un viernes en la biblioteca del Colegio Almafuerte. Fui en busca de novedades, a ver si en una de esas, había ingresado algún Elige tu propia aventura que no haya leído. Mi cara de frustración creo que conmovió a la bibliotecaria, que era también docente de la institución.
No recuerdo su nombre ni su cara, pero si su sonrisa cálida, sobre todo cuando me ofreció el libro Dailan Kifki y yo, en una veloz y llana línea de pensamiento, asocié a Maria Elena Walsh con las canciones del jardín de infantes. «Eso es para nenes» le dije algo ofendido y ella sonrió con ternura ante un adulto de 11 años. Pero, así y todo, me convenció. Bajé las escaleras al patio y el recreo ya había terminado. Camino al aula me crucé con un compañero que me preguntó que libro había sacado, se lo enseñé y dijo lo que tanto temía «eso es para nenes».
Lo leí entre el viernes a la tarde y el sábado. Un récord para mí, tanto en longitud como en tiempo. Con ese libro maravilloso fui tan feliz que creo que es lo que me encendió el amor por los libros. Es una novela absolutamente divertida con un nivel de comedia muy acertado para alguien de esa edad. Absurdo, al borde de lo ridículo, exagerado al extremo, hacía que uno se cayera dentro de la historia sin remedio. El libro me hizo feliz, tiene la fuerza del primer amor, el primer beso, esa sensación inesperada en el vientre ante lo mágico y lo novedoso. Era como estar en vísperas de navidad, estar ante algo que me hacía feliz desde el contexto.
María Elena Walsh marcó la vida de varias generaciones de lectores. Su extraordinario juego con las palabras, su interminable imaginería visual y su exquisito y refinado humor eran las herramientas narrativas más poderosas que tenía. En esta novela juega con el género fantástico y lo cruza con el absurdo, una combinación que, al menos yo, no recuerdo en otro libro que haya leído. Walsh, además de talentosa, tal cual lo demuestra su apellido y aunque no tenga nada que ver con Rodolfo Walsh, fue una mujer muy valiente tanto en su vida privada como en su escritura.
«Walsh, además de talentosa, tal cual lo demuestra su apellido y aunque no tenga nada que ver con Rodolfo Walsh, fue una mujer muy valiente tanto en su vida privada como en su escritura»
Charly Longarini.
Dailan es un elefante, «una enorme montaña gris«, que aparece en la puerta de la casa de la narradora. Y ésta lo mete a su casa a escondidas sin que sus padres se den cuenta porque quiere quedárselo como mascota. El enorme y tierno animal revoluciona de alguna manera la normalidad de una casa y su familia. En algún momento hasta aparece un bombero.
Las interacciones entre la protagonista con los demás personajes y los infructuosos intentos por conservar al animal con el que se va encariñando capítulo a capítulo, hacen de esta novela una de las más lindas que leí en mi vida. Tanto es así, que hubo congoja cuando terminó y no supe por qué. Hoy, más de treinta años después, supongo que sentía que ya no iba a volver a sentir lo mismo si lo leyera otra vez, de alguna manera, sin saberlo parecía comprender que la experiencia de la lectura es única e irrepetible, tanto, tanto, como un primer amor.
Hace unos días, encontré el ejemplar de Dailan Kifki que le compramos el año pasado a mi hijo menor en un club de lectura. El libro estaba abierto boca abajo, sobre su cama, en las páginas 42/43. Una sensación de felicidad eufórica me recorrió el cuerpo, alguien estaba experimentando lo mismo que yo hace mas de treinta años, alguien seria feliz y luego haría el duelo, lo que impulsaría todo eso al amor por los libros, y ese alguien es nada mas y nada menos que un loco bajito.
