LOS SOBREVIVIENTES

Sep 17, 2024 | Lo último

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-Por Juan Pablo Susel

Era el año 91. Todos los días cuando salíamos del colegio nos quedábamos jugando en las canchitas nuevas que hicieron ese año para las clases de educación física. No recuerdo como obtuvimos el beneficio de que la escuela nos deje pelotear durante hora y media. No éramos un curso que nos portáramos particularmente bien así que aprovechábamos cada oportunidad de jugar en esa cancha hermosa como los presos agradecen un poco de libertad.

Jugábamos a los penales, tiros libres y sobre todo al arco a arco por parejas. Se quedaban Peti, Facundo, Veliz y a veces el uruguayo Huertas que por esos años era mi mejor amigo. Mientras jugábamos hablábamos de chicas que nunca nos daban pelota. Me voy a corregir, a mí no me daban pelota. Tenía doce años y me la pasaba mirando y grabando los dibujitos de Hanna -Barbera. Mis preferidos eran Don gato y su pandilla, el lagarto Juancho y Tiro loco McGraw. Era obvio que con ese palmares nunca iba a seducir a ninguna chica aunque hiciera muy bien la voz de Benito y la del Gallo Claudio.

Jugaba muy bien a la pelota pero a pesar de mis virtudes evidentes con los pies no lograba despertar el interés de ninguna de nuestras compañeras. Desde sexto grado estuve perdidamente enamorado de una chica que se llamaba Laura que poseía unos aparatos escandalosamente grandes en los dientes y unos rulos esplendorosos que podían competir con los de cualquiera de las hijas de Charles Ingalls o con Gloria Carrá que por ese entonces gozaba de una popularidad notable debido a su protagónico en la banda del Golden Rocket.

Éramos muy felices y estimo que no lo sabíamos. Nuestros problemas se reducían a los problemas de los equipos de fútbol del cuál éramos hinchas. Por aquellos años comenzaba la paternidad que regiría toda la década del noventa de Boca hacia River. 

Los primeros partidos simplemente no podía creer la mala suerte que teníamos pero con el tiempo comencé a acostumbrarme y a naturalizar la mala suerte que sufríamos porque lo que le sucedía a River en relación a su clásico rival no podía entenderse por fuera de los atroces designios del azar.

A pesar de la mala suerte con nuestro clásico rival River por esos años me daba muchas más alegrías que tristezas. Estaba muy contento y orgulloso por el rumbo que nuestro técnico Daniel Pasarella le había dado a nuestro equipo. Todavía no sabía lo que era un equipo de autor pero con el correr de los años entendí que pocos equipos poseían un estilo particular y el estilo de un equipo de futbol dependía del técnico. El River de Pasarella con su pressing asfixiante en mitad de cancha y la calidad de algunos de sus delanteros (El polillita Da Silva y el mencho Medina Bello eran mis favoritos) lograba destacarse de un modo muy evidente por lo menos ante mis ojos novatos. 

1991 fue el año en el que se instauro la ley de convertibilidad que establecía la paridad fija del peso argentino en relación al dólar. Eso nos hizo creer que nuestra moneda valía lo mismo que la norteamericana. Lo peor de los espejitos de colores que nos vendió el gobierno de Carlos Saúl Menem fue que la mayoría de la población creyó que iba a salir de la pobreza y de la crisis de la hiperinflación que el gobierno de Alfonsín había dejado.  

El modelo neoliberal de los 90` marcado por la desocupación y el derrumbe de la clase media, hoy parece reeditarse.

A mis viejos el gobierno de Menem los hizo pelota. Nos quedamos por fuera de los beneficios del uno a uno. No pudimos comprar dólares ni propiedades ni irnos de vacaciones a Europa o a Brasil. Mi viejo recientemente jubilado tuvo que volver a laburar y mi vieja se quedó sin laburo estable. 

Pero en el año 91 yo no entendía de política. Jugaba a la pelota con mis amigos después del colegio mientras mi mama me esperaba atrás de un árbol haciéndose la disimulada. Todos se daban cuenta que era mi vieja menos yo que fingía demencia y seguía concentrado en los devenires de la jornada deportiva. Pablito, ahí está tu vieja me empezaban a avisar mis compañeros medio cagandose de risa de la situación.

Cuando se acercaban las seis de la tarde saludaba a todos los chicos y dejaba la canchita para ir distraídamente hacia el árbol en el que en general se encontraba mi vieja que siempre estaba leyendo algún libro de psicoanálisis. Sorprendida me saludaba y al instante sacaba un alfajor Guaymallen de la cartera que yo me devoraba mientras los dos nos íbamos caminando por San Juan hasta el bajo para tomarnos el 159 que nos llevaba a nuestra casa en Dock Sud.

Fuimos muy pobres en la década del 90 que estaba en pañales en el año 91 y a pesar de eso yo fui muy feliz. Mis viejos (pienso retrospectivamente) hicieron las cosas lo suficientemente bien como para que yo pudiera evadirme de los tiempos oprobiosos que estábamos viviendo como país.

Hoy que vivimos una época política tan parecida al horror neoliberal de los noventa no puedo dejar de recordar esas tardes de felicidad ingenua que no funcionan como anestesia sino como reparo ante la tormenta. Ahí en el recuerdo convivo con mis amigos jugando épicos arco a arco mientras mi vieja me espera detrás de un árbol. Todo lo que nos rodeaba era atroz y a pesar de eso logramos resistir, reírnos y ser felices.

A eso le llamo yo sobrevivir.

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IG: @juanpablosusel

JUAN P. SUSEL. Sociólogo (UBA). Profesor en Ciencias Sociales. Crítico de Cine. Autor de: Maradona en Roja y Negro (2021)

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