
-Por Charly Longarini- @Charlylonga
La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1989) es quizás la película más motivacional que yo haya visto en mi vida.
Es un canto a la docencia y al poder que tienen los estímulos que puede desplegar un maestro en una clase para incendiar humanidades y destinos. Cualquier persona que esté pensando en si la docencia es lo suyo, debería sentarse y mirar la película desde los ojos de John Keating (Robin Williams). Para eso es necesario entregarse entero a la historia y dejar de lado cierta demagogia y algunos lugares comunes que no logran entorpecer el relato.

En su momento la quise ver porque había ganado el Oscar al mejor guion. En aquella época todavía me importaban los premios de la Academia. La alquilé y creo que la vi con mis viejos. Seguramente fue una noche de sábado, después de comer unas pizzas.
Algunos años después La sociedad… iba a ser parte de una monografía que debía realizar para Análisis de films, materia a cargo del docente José Luis Nacci, mi John Keating en la carrera de Dirección de Cine. A partir de allí, la película iba a tomar una dimensión más profunda desde los símbolos y las citas que se desparraman a lo largo y a lo ancho. Gracias a ese trabajo académico empecé a leer a Walt Whitman y Henry David Thureau, es decir la poesía norteamericana del siglo XIX, ya que son enormes protagonistas de la historia.

El sr Keating me hizo pensar por primera vez que en la remota posibilidad de ejercer la docencia. Esa loca idea fue desapareciendo con los años. Pero cada vez que volvía a verla, experimentaba una sensación parecida al vacío, a la ausencia de algo que pudo haber sido y no fue. La volví a ver duante este fin de semana largo pasado. Y el efecto se completó ahora que por fin voy a transitar ese camino.
Me alucinan las actuaciones de Ethan Hawke (Todd Anderson), Robert Sean Leonard (Neil Perry), Gale Hansen (Charlie Dalton), Josh Charles (Knox Overstreet) y los demás jóvenes integrantes de La Sociedad de los Poetas Muertos. A pesar de estudiar en una escuela elitista, seguramente de un costo altísimo, a los pibes les pasan cosas totalmente humanas.

La frustración, el miedo, el amor, los sueños, la inseguridad y los mandatos son el motor que mueven a estos jóvenes hacia los abismos. No es muy difícil imaginar a chicos de hoy, de clases acomodadas, sufriendo por cosas que el dinero no puede comprar, pero nuestro odio de clase nos impide pensar en los conflictos de los privilegiados.
El plano final de Keating desde la puerta, mirando a sus estudiantes que se paran sobre el pupitre mientras lo despiden con un emocionante «oh Capitán, mi Capitán» es tremenda. El rostro de Robin Williams se ilumina aún en la tristeza. Es muy complicado transmitir la felicidad, el orgullo, la satisfacción, pero debe ser aún más complejo hacer todo eso bajo una capa de amargura. Ahí, en ese momento, John Keating deja asomar a Robin Williams, el personaje se esconde un rato y aparece el ser humano. Ese plano merece ser encuadrado y se debería colgar en las escuelas de arte dramático.
La Sociedad de los Poetas Muertos es una joya, para mi es una película ideal para revisitar cada vez que uno ande flojo de papeles en cualquier vocación.