JULIO CORTÁZAR, ALAIN DELON Y LA NOCHE DE MANTEQUILLA

Ago 26, 2024 | DEPORTES, Lo último

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Era el año de Juan Domingo Perón, su tercer gobierno, en realidad como aquel libro del francés Alain Roquié, era «El siglo de Perón», por otra parte era la novena defensa del santafesino, y me acordé de todo esto porque el cuento lo nombra a Alain Delon, lo recordé este último domingo 18, mientras me enteré apenas abrí los que había muerto parte del cine del siglo XX, a sus 88 años.

Pero era el siglo de Perón que lamentablemente moriría el 1 de julio. Corría el año 1974, ya los montoneros habían ajusticiado a Aramburu en Timote, también y lamentablemente asesinaban a José Ignacio Rucci, y hacía menos de el General que no estaba bien de salud, había enfurecido con el ataque del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), al cuartel de Azul el 19 de enero.

El 1 de Julio de 1974 el corazón del general, aquel Perón que parecía que iba a estar siempre para levantar ambos brazos y saludar en el balcón de Gaspar Campos. Muerto el general quedaban las organizaciones armadas, y tortura, la muerte, la represión clandestina, y los exiliados; muchos de ellos recalando en París.

«Mantequilla pesado, tirándose adelante sin ese ajuste tan suyo mientras los pies de Monzón resbalaban de lado o hacia atrás, la cadencia perfecta para que esa última derecha calzara con todo en pleno estómago».

La Noche de mantequilla. Julio Cortázar

Pero la fecha es el 9 de febrero de 1974, el santafesino Carlos Monzón se medía en París con José «Mantequilla» Nápoles, novena defensa del campeón de los medianos. En su libro «Alguien anda por ahí», el escritor argentino, el cronopio que ya era un parisino más, Julio Cortázar escribió «La noche de Mantequilla». La pelea como fondo de un encuentro de dos exiliados argentinos en París, Estevez y Walter, quien debe entregarle un paquete con dinero y documentos. El ambiente que crea parece referir a dos exiliados durante la última dictadura cívico-militar, cuestión que en la Argentina ya se vivía, porque el cuento es publicado en 1977, la pelea es del 74´,en una clara licencia temporal del autor.

Y como siempre el autor de Rayuela, una ficción sobre una base real, una entrega que debe hacerse disimuladamente mientras el santafesino va quedarse con su defensa.

«Eran esas ideas que se le ocurrían a Peralta, él no daba mayores explicaciones a nadie pero esa vez se abrió un poco más y dijo que era como el cuento de la carta robada, Estévez no entendió al principio y se quedó mirándolo a la espera de más; Peralta se encogió de hombros como quien renuncia a algo y le alcanzó la entrada para la pelea, Estévez vio bien grande un número 3 en rojo sobre fondo amarillo, y abajo 235; pero ya antes, cómo no verlo con esas letras que saltaban a los ojos, MONZÓN V. NÁPOLES…»

«Con Monzón es difícil distraerse» y parece que el pica- pica tras el último campeonato del mundo, Qatar 2022 ganado a Francia, había comenzado mucho antes cuando Carlos Monzón fajó a Juan Claude Bouttier, (1972) referencia que remite el cuento. «Volvió a pensar en todo eso como un repaso final mientras el metro lo llevaba a la Défense entre pasajeros que por la pinta iban también a ver la pelea, hombres de a tres o cuatro, franceses marcados por la doble paliza de Monzón a Bouttier, buscando una revancha vicaria o acaso ya conquistados secretamente».

La pelea tuvo una particularidad, un estadio, en realidad una carpa emplazada para la ocasión con capacidad para 11 mil espectadores, en el márgen izquierdo del Río Sena de fondo. Un actor como promotor de la velada boxística.

Delon, mencionado en el cuento de Cortázar, y promotor de la pelea Monzón vs. Nápoles.

Ahí aparece la figura de Alain Delón,  «Vivo, Alain Delon: una carpa de circo montada en un terreno baldío al que se llegaba después de cruzar una pasarela y seguir unos caminos improvisados con tablones. Había llovido la noche anterior y la gente no se apartaba de los tablones, ya desde la salida del metro orientándose por las enormes flechas que indicaban el buen rumbo y MONZÓN-NÁPOLES. a todo color. Vivo, Alain Delon, capaz de meter sus propias flechas en el territorio sagrado del metro aunque le costara plata. A Estévez no le gustaba el tipo, esa manera prepotente de organizar el campeonato mundial por su cuenta, armar una carpa y dale que va previo pago de qué sé yo cuánta guita».

Incluso el armado de Delon, el Estadio emplazado parece precario, y dice, «Su fila, la quinta a partir de la zona del ringside, era un tablón con los números marcados en grande, ahí parecía haberse acabado la cortesía de Alain Delon porque fuera de las sillas del ringside el resto era de circo y de circo malo, puros tablones aunque eso sí unas acomodadoras con minifaldas que te apagaban de entrada toda protesta».

Ahí apareció Delón en una narración cortazariana, bien suya, mientras que cruzadas las 22, la carpa quedó a oscuras y un reflector enfocó a Nápoles, que salió con una ranchera por su ascendencia mexicana. Monzón hizo lo propio con Carlos Gardel de fondo, cantando en francés, «Silencio».

Julio Cortázar. Entre el Jazz y el boxeo, vivió en París desde la década del 50´.

Cortázar fanático tanto del jazz, como del box, se pasó noches en el Luna Park, aquelde «Tito2 Lectoure el manager de Monzón.

«Monzón entraba y salía aprovechando una velocidad que a partir de ese momento distanciaba más y más la de Mantequilla cansado, tocado, batiéndose con todo frente al sauce de largos brazos que otra vez se hamacaba en las sogas para volver a entrar arriba y abajo, seco y preciso».

Como maestría cierra la escena boxística del séptimo round: «Todo el mundo parado a la espera de la campana del séptimo round, un brusco silencio incrédulo y después el alarido unánime al ver la toalla en la lona, Nápoles siempre en su rincón y Monzón avanzando con los guantes en alto, más campeón que nunca, saludando antes de perderse en el torbellino de los abrazos y los flashes. Era un final sin belleza pero indiscutible».

El final es digno de un policial con un giro sorprendente con condimentos de «entregada», tras que uno del grupo fue obligado a «cantar» tras siete horas de vejaciones, y una pistola que aparece en escena para dibujar un epílogo que no se narra, se sugiere.


Matías J. Escot. Docente de Historia . Apasionado por la historia argentina, literatura y política. Columnista Revista Kranear. Autor del libro Escritores en Combate 1.


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