Era muy fácil en los 90s escuchar Metal e ignorar al Heavy nacional. Uno podía andar por la vida escuchando Metallica, tener una remera de Pantera, un póster pegado de Iron Maiden y ver en vivo a Megadeth sin la necesidad de probar las mieles de la música pesada argentina.
Gracias a revistas del palo como Madhouse, a programas de radio como la Heavy Rock and Pop y a disqueros piolas que militaban el buen gusto y el ser nacional, se podía llegar a grandes bandas y quedarse para siempre.
Víctimas del vaciamiento fue el primer CD que compré de música argentina. No fue fácil llegar a éste. Pero un amigo, fanático de Los Gatos Sucios, me había dicho que para escuchar Heavy en serio, uno debería pasar por la casa del Metal, tocar timbre y preguntar por Hermética.
La banda de Iorio, Romano, O’Connor y Strunz entraba dentro de la lógica de las bandas de los noventa en argentina. Con la esquina como figura poética de encuentro y resignación, le gritaban al sistema y sus actores. La mística de la esquina como puente entre el barrio y la realidad.

La H (así le dicen sus seguidores) le cantaba a la mentira de los medios, a lo más abyecto de la política electoral, a la corrupción institucional, a la maquinaria capitalista que destruye el planeta para enriquececerse cada vez más dañando el medioambiente. Buenas canciones, poderosas y ásperas, con grandes estribillos que acompañan durante horas en la cabeza. Iorio canta en un par de ellas, aún lejos del registro con el que nos iba a acostumbrar en Almafuerte. O’connor ya era O’connor, el que iba a ser en Malón y en la banda que lleva su apellido. Y el Tano Romano, con la guitarra prendida fuego, se consagraba como uno de los más rápidos de estas pampas. Y Strunz, dándole a los parches pero apuntando al oído, le pegaba a la realidad.
El Metal argento, en especial Hermética, se salía del eje del rock mainstream que le cantaba al amor y a la vida con lindas canciones, para gritar con una voz tan áspera como sus letras qué es lo que pasaba y qué es lo que se veía en los barrios. El «No Future» del punk no encajaba en el discurso metalero. Desde la desesperanza, y con la impunidad reinante, era difícil pensar en el futuro (o en la falta del mismo). Acá había que cantarle al hoy, a lo que estaba pasando dentro del tejido social.

La cerveza, siempre la cerveza, como arma para hacerle frente a la incertidumbre, protagonista como ritual del convide y como escape a lo siniestro de la realidad.
«Soy de la esquina» abre el ultimo álbum de la banda. No es una frase, no es un verso, es una sentencia de identidad, es una declaración de principios, es un preludio narrativo de la voz cantante, la voz de todo lo que representa, la de un pibe de barrio de los 90 frente al desguace del estado y la destrucción de la matriz socioeconómica.
Víctimas del vaciamiento, no sólo es el mejor y más logrado disco Hermética, también anuncia de alguna manera el final de la banda y el estallido de 2001. Basta escuchar el disco al palo, y entre sacudidas de la cabeza, sentir las letras y darse cuenta que es el prólogo de una historia con un final anunciado.
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Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.