
EVITA ENCENDIDA
Horacio, obrero metalúrgico, pasa todos los días por el Ministerio para volver a su casa. En verano es aún de día pero en invierno es de noche bien cerrada ya.
La vida lo ha puesto a este buen hombre lejos de la fe y lejos de Dios. Los golpes han sido muchos pero también duros. Pero así y todo, no ha tenido oportunidad de rendirse. Tiene una familia que alimentar y eso está por encima de su cansancio, del dolor de sus huesos, de lo curtido de sus manos.
Cada vez que pasa por la esquina de la Av 9 de Julio y Moreno solo piensa en dos cosas. En Evita allá arriba y en su madre que la amaba. Desde hace 4 años que mira esa imagen erigida en lo más alto de un edificio que corta el paisaje urbano y siempre la ve apagada. Lo triste que estaría su vieja si viera esa imagen apagada. Es el símbolo del abandono y del odio.
Para Horacio los milagros no entran en su imaginación. La fe se ha anestesiado con el tiempo y la sonrisa se fue apagando como Evita allá arriba.

Pero esta noche, mientras viaja en el 10 de regreso a Wilde, pasa algo que lo cambia casi todo. Al pasar la Av de Mayo se ubica geográficamente, deja su pequeño bolso apoyado en el colmado piso del bondi, y prepara la cabeza para mirarla a ella. Cuando el colectivo termina de cruzar la calle Alsina, ve un resplandor por el rabillo del ojo. Y no puede creer lo que ve.
A las 20:25 de este jueves 12 de diciembre de 2019, en la esquina de Av 9 de Julio y Moreno, a Horacio se le presenta un verdadero milagro. Mira y no puede creer que la imagen de Evita se ilumina en el preciso instante en que él la encuentra allá arriba por encima de la copa de los árboles.
Quiere volver a casa y saludar a su familia. Pero lo que más quiere en el mundo es besar la imagen de su vieja, que la espera en el portarretratos que tiene en su mesita de luz.
