Después de muchos años de peregrinar el desierto del desamor y del frío de las librerías de cadena, un día entré a una de esas pequeñas pero que tienen un catálogo que parece curado por un lector exquisito. Librerías a las que yo llamo, librerías «delicatessen».
Abandoné la acumulación de puntos compulsivos, la presencia en centralidades comerciales a las que mi enfermedad consumista me habia arrojado quien sabe por cuantos años y me lancé para siempre a comprar libros en lugares donde uno sabe que puede confiar en el criterio de un nuevo personaje que apareció de repente en mi vida, un nuevo guía en el laberinto de la lectura, el librero o la librera.
A la vuelta del Hospital Italiano, hay una pequeña libreria sobre la calle Pringles, que siempre funcionó (y aún funciona) como un remanso de vidriera. Es decir, cada vez que ando por la zona, me acerco a ver que pusieron en la vidriera y siempre tomo nota mental de uno o varios que se transformarán en pendientes.
Un día entré. Buscaba La novela luminosa, de Mario Levrero. El librero, atento y amable, me lo alcanzó para que lo mire, para que lo disfrute, para que el libro me seduzca. Ahí, sin ninguna advertencia, parado entre miles de libros y autores, me dejé enamorar por el autor uruguayo. Tanto lo había escuchado, tanto me lo habían recomendado, que por fin llegaba a mi mundo.
Le pregunté al librero si estaba bueno, porque no había leído nada de él. La respuesta fue inmediata, era un librazo. Y acá es donde el destino metió una diagonal, porque me recomendó entrar a Levrero por otro libro más accesible, como Dejen todo en mis manos.
Buscó en media libreria y no pudo dar con el ejemplar.
«No sé si estás apurado. Pero si querés te lo encargo y está en un par de días».
Por supuesto lo encargué. No hizo falta que le dejara seña. No compré nada. El tipo se perdió de venderme un libro que tenía a mano, bastante caro, pero priorizó al lector. Y por lo tanto al cliente.
Cuando salí del local me dije:
«Es por acá. Tiene que ser por acá».
Y así, la Librería Rodriguez de Almagro, se transformó en mi libreria de cabecera.

Charly Longarini
Periodista, y lector voraz. Escribe para La Patria Futbolera. Estudia Profesorado Universitario de Letras. Universidad Nacional de Hurlingham. Columnista en Viaje al Fin de la Noche. Fm WEN. 93.9. Cinéfilo.